En un esfuerzo por mejorar la salud mental y el bienestar psicosocial de las niñas, niños y adolescentes, UNESCO, UNICEF y la OMS emitieron una serie de recomendaciones dirigidas a gobiernos nacionales, formuladores de políticas, y profesionales de la educación y la salud mental. El objetivo es robustecer los sistemas educativos para que puedan proteger y fomentar la salud mental y el bienestar psicosocial de los estudiantes, apoyando también a sus docentes y cuidadores.
La salud mental es un componente esencial de la salud general y el bienestar de las personas, y puede influir en el desempeño académico, social y económico a lo largo de la vida. La salud mental se encuentra en un espectro continuo que va desde una buena salud mental hasta trastornos graves. Las dos primeras décadas de vida son cruciales para desarrollar competencias básicas que configuran la trayectoria de la salud mental de los estudiantes. Durante esta fase, los menores son muy susceptibles a las influencias ambientales, que pueden ser tanto perjudiciales como beneficiosas para su salud mental.
Diversos adolescentes de todo el mundo han percibido la escuela como un lugar que puede ser una fuente de autoestima y apoyo emocional, pero también como un entorno donde pueden experimentar violencia y presión académica extrema. Las escuelas y otros contextos de aprendizaje deben diseñarse para atender las necesidades de salud mental de los estudiantes, creando entornos inclusivos y seguros donde todos se sientan valorados.
Para lograr esto, se han identificado cinco pilares esenciales que deben integrarse en las políticas educativas:
- Crear un entorno de aprendizaje propicio que promueva la salud mental y el bienestar.
- Garantizar el acceso a servicios de intervención temprana y de atención a la salud mental.
- Promover el bienestar de los docentes y evitar que asuman roles que no les corresponden sin entrenamiento adecuado.
- Fortalecer la capacidad del personal educativo para prestar servicios de salud mental y apoyo psicosocial.
- Fomentar una colaboración significativa entre escuelas, familias y comunidades para crear un entorno de aprendizaje seguro y propicio.
La pandemia de COVID-19 sacó a la luz diferentes problemas, afectando a 1.600 millones de estudiantes y agravando la crisis de aprendizaje y la desigualdad en la educación. Esta situación ha hecho aún más urgente la necesidad de promover la salud mental y el bienestar psicosocial de niñas, niños y adolescentes.
El documento también argumenta que una integración efectiva de la salud mental en las escuelas podría mejorar los resultados educativos, aumentar el conocimiento sobre la salud mental, promover el aprendizaje socioemocional y reducir el riesgo de problemas graves de salud mental y comportamientos de riesgo.
En respuesta a estas recomendaciones, varios países han adoptado estrategias innovadoras. Kazajstán ha implementado un programa intersectorial para la promoción de la salud mental y la prevención del suicidio en las escuelas. Ecuador ha establecido el Departamento de Consejería Estudiantil para garantizar un ambiente escolar seguro y de apoyo. Vietnam ha fortalecido sus programas de asesoramiento escolar y la atención de la salud mental comunitaria, y Tailandia ha desarrollado la iniciativa HERO para ayudar a los docentes a gestionar problemas de comportamiento y emocionales de los estudiantes.
Los especialistas sugieren que estas iniciativas deben adaptarse al contexto específico de cada región y tomar en cuenta las necesidades y fortalezas de los menores y sus cuidadores. Se destaca la importancia de que los gobiernos garanticen recursos humanos y financieros suficientes para implementar estos programas, y de que los sistemas educativos fortalezcan su capacidad para atender las necesidades de salud mental.
En conclusión, la salud mental de las niñas, niños y adolescentes es fundamental para su desarrollo integral, y las escuelas tienen un papel crucial en la promoción y protección de esta. Las recomendaciones emitidas por UNESCO, UNICEF y OMS buscan que los sistemas educativos adopten medidas sostenibles y basadas en evidencias para asegurar que todos los estudiantes tengan acceso a entornos de aprendizaje seguros y protectores que favorezcan su salud mental y bienestar psicosocial.