La agricultura campesina enfrenta múltiples desafíos que limitan su capacidad de desarrollo y sostenibilidad. La falta de formación en prácticas agronómicas sostenibles, escasa asociatividad entre productores, acceso limitado a tecnologías y la necesidad de fortalecer la equidad de género en las comunidades rurales son algunos de los problemas que afectan la productividad y calidad de vida de las familias. Estos factores perpetúan ciclos de pobreza y limitan las oportunidades de crecimiento y empoderamiento en el campo colombiano.
Ante esta situación, diversas iniciativas buscan fortalecer las capacidades productivas y sociales de estas comunidades a través de procesos educativos integrales. Mediante la implementación de programas de capacitación, visitas técnicas y el uso de tecnologías innovadoras, se busca no solo mejorar la productividad agrícola, sino también empoderar a las comunidades para que consoliden sus medios de vida y puedan desarrollar proyectos de vida sostenibles en sus territorios.
Martha Lucía de la Cruz, Coordinadora de Alianzas en la Fundación Alpina en diálogo con infobae señaló que, para abordar este problema, es necesario implementar metodologías educativas innovadoras que se centren en la práctica y el acompañamiento directo en el territorio.
—¿Cuál es el propósito principal de la Fundación Alpina en el ámbito educativo?
—La Fundación Alpina tiene un enfoque educativo, centrado en el fortalecimiento de capacidades con familias, comunidades y organizaciones de la agricultura campesina familiar y comunitaria. El propósito es que consoliden sus medios de vida y se puedan plasmar nuevas realidades en el campo colombiano. En ese contexto, desarrollamos los procesos formativos alrededor de cuatro componentes: producción sostenible; asociatividad productiva, prácticas alimentarias saludables y enfoque de género.
—¿Qué metodologías utilizan para fortalecer las capacidades productivas y sociales de los agricultores a pequeña escala?
—La Fundación Alpina ha desarrollado el Sistema de Extensión Rural SER-RASSA (Ruralidad Agroalimentaria Sostenible y Saludable) que está compuesto, por un lado, por el Manual operativo, el Manual del Extensionista y los Lineamiento del Sistema Participativo de Garantías. Y por otro, la hoja de ruta de los cuatro componentes: asociatividad productiva, producción sostenible, prácticas alimentarias saludables y enfoque de género. El conjunto de guías, orientaciones e instrumentos, son desplegados por equipos de extensionistas, que son profesionales de los territorios. En cada uno de los proyectos se diseñan las rutas de fortalecimiento, de manera que sean pertinentes al contexto social, económico y ambiental de las comunidades. Estas rutas contemplan capacitaciones, talleres grupales, visitas a finca, escuelas de campo, demostraciones de método y otras técnicas de extensión rural. Siempre estamos en la búsqueda de incorporar nuevas formas para desarrollar los procesos, como, el uso de aplicativos y TI.
—¿Cómo ha impactado su trabajo en el ámbito educativo de las comunidades wayú?
—Como Laboratorio Social evaluamos y sistematizamos los aprendizajes y por eso tenemos las evidencias de las transformaciones que se han logrado con los procesos educativos desarrollados con nuestra metodología SER RASSA. Sin embargo, antes de mencionar los resultados, quiero señalar que los procesos formativos se deben acompañar también de la entrega de activos productivos, como herramientas, equipos, sistemas de riego, entre otros. En La Guajira, por ejemplo, son esenciales las soluciones de agua, de manera que se pueda garantizar la producción durante todo el año.
—¿Qué resultados han conseguido?
—En la línea de producción sostenible, con la puesta en marcha de buenas prácticas agroecológicas, se logró la diversificación de productos, pasando de 1 alimento con alto valor nutricional a 8. Estos productos se comercializan y con esto se contribuye a complementar los ingresos. En la línea de prácticas alimentarias, pasaron de tener 2 a 3 comidas al día, con productos de alto valor nutricional, aportando a su seguridad alimentaria. En el fomento a la asociatividad se han fortalecido 8 grupos autogestionados de ahorro y crédito y a partir de éstos, crearon, de forma autodeterminada, la primera asociación wayú de productores agropecuarios Kottirawa’a Wapushuaya (KOWA). Esta línea también ha contribuido a fortalecer la confianza, la solidaridad y el capital social.
» Los procesos de empoderamiento de género han tenido como resultado el surgimiento de nuevos liderazgos de mujeres que hoy participan activamente en los procesos y las decisiones. Todos estos resultados son la evidencia de la apropiación y puesta en práctica de los aprendizajes de los procesos formativos. Quiero destacar que, a las actividades de formación se vinculan todos los miembros de la familia y es inspirador ver cómo los jóvenes se conectan y aportan desde sus visiones y perspectivas. Tenemos casos de jóvenes que hicieron parte de los proyectos y gracias a esto, se abrieron oportunidades para acceder a educación superior. Hoy están en sus comunidades poniendo en práctica sus aprendizajes. Es una forma de habilitar condiciones para que puedan arraigar proyectos de vida en sus territorios.
—¿Cómo se integran las prácticas agroecológicas en sus programas educativos?
—La adopción de prácticas agroecológicas se desarrolla con las técnicas de extensión rural que mencioné anteriormente y tiene un fuerte componente de recuperación y fortalecimiento de sus prácticas y saberes ancestrales. Para esto contamos con un instrumento desarrollado por la fundación con trece principios, que abarcan dimensiones como la salud del suelo, la reducción en el uso de insumos, la biodiversidad, la creación conjunta de conocimiento, hasta principios asociados a la gobernanza y la participación. A partir de realizar una caracterización con el instrumento, se diseñan participativamente los planes de transición y se realizan procesos de facilitación para verificar los avances. Se complementa este ejercicio con otro proceso formativo, asociado al Sistema Participativo de Garantías, que es un sistema de certificación comunitaria de las prácticas agroecológicas.
—¿Qué tipo de apoyo no financiero ofrecen a las comunidades y cómo beneficia esto a la educación?
—Los apoyos no financieros se materializan en desplegar los procesos de fortalecimiento de capacidades y en la entrega de insumos y activos productivos.
—¿Podría detallar la acción complementaria en colaboración con TICMAS y su enfoque en STEM?
—La Fundación Alpina siempre está en la búsqueda de oportunidades que puedan agregar valor a las comunidades con las que hemos trabajado. En ese contexto, a partir de un relacionamiento con TICMAS, se logró materializar una alianza para trabajar con docentes del Internado de Aremasain en STEM, aprendizaje basado en proyectos y fortalecimiento de habilidades socio emocionales. Se tiene previsto iniciar en el segundo semestre de este año.
—¿Qué expectativas tienen para el programa de fortalecimiento a docentes del internado de Aremasain?
—Más que expectativas, tenemos la certeza que, para el equipo de docentes del Internado, será una gran oportunidad para fortalecerse, desarrollar nuevos conocimientos e innovar en los procesos de enseñanza aprendizaje.
—¿Qué aprendizajes clave ha obtenido la Fundación en sus más de 15 años de trabajo en La Guajira?
—El trabajo y cocreación con más de treinta comunidades wayú y nuestros aliados nos ha dejado lecciones y enseñanzas. Para que los procesos sean sostenibles, primero se deben realizar las actividades relacionadas con el fortalecimiento de capacidades, y después la entrega de equipos e insumos. Para que se logre una apropiación óptima de los conocimientos, es necesario garantizar al menos tres ciclos de producción.
—¿Cómo se hace?
—Es esencial garantizar las soluciones de agua, de manera que se asegure la producción, acceso y abastecimiento de alimentos durante todo el año. La diversificación de alimentos con alto valor nutricional es una estrategia que fortalece la seguridad alimentaria y se debe acompañar de talleres sobre prácticas alimentarias saludables. Los grupos autogestionados de ahorro y crédito han sido fundamentales para fortalecer los conocimientos sobre educación financiera. El ahorro ha contribuido a fortalecer las unidades productivas, a cubrir los gastos del hogar y atender contingencias.
—¿Qué alianzas consideran clave para el éxito de sus iniciativas educativas en La Guajira?
—Todas las alianzas son importantes porque multiplican recursos, saberes y talentos diversos. Son esenciales para garantizar la sostenibilidad y para que las comunidades fortalezcan conexiones de valor y se creen nuevas oportunidades de crecimiento y aprendizaje.