Es extraño comenzar un artículo preguntando algo al lector. Incluso algunas prácticas de SEO y manuales de estilo señalan que esto es algo que se debe evitar, por algo llamado call to action, básicamente decirle al usuario o lector que haga algo. Pero ¿hace cuanto no recibe un abrazo? Uno de verdad, donde se sienta un verdadero afecto, lleno de sentimientos que hieren (como uno de despedida) o también los que llenan el alma (como abrazar a tu crush).
La pregunta está planteada porque se publicó un artículo llamado: “Deberíamos abrazar más”, donde se pone sobre la mesa lo planteado por la psicoterapeuta familiar Virgina Satir, ella plantea que son necesarios cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho para mantenernos y doce para crecer. Con este panorama es evidente la importancia de las emociones en el desarrollo de los seres humanos.
Pero este panorama trae consigo otro aspecto fundamental a considerar: admitir que somos seres emocionales. La rutina del día a día, los horarios, la vestimenta, las redes sociales y su falta de interacción personal, además, la aparente necesidad de estar en ambientes sensatos y lógicos hacen que constantemente nos estemos preguntando ¿Qué piensan de nosotros los demás?.
Con esto solo terminamos asumiendo un rol similar al de “alegría” en la película Intensamente de Disney Pixar; no dejamos que salgan a la luz sentimientos de tristeza, furia, desagrado o miedo. Es decir, se reprimen emociones, que como bien sabemos, son necesarias para el desarrollo de la personalidad y probablemente terminen explotando en el momento menos oportuno. Evitamos sentirnos “mal”, evitamos el dolor, no expresamos cómo nos sentimos para evitar precisamente esos momentos dolorosos.
Pero, ¿Cómo no hacerlo? si es que expresar miedo, frustración o tristeza, en ambientes escolares, por ejemplo, puede ser la puerta de acceso para sufrir bullying. Según el informe de Unicef “Violencia en las escuelas: una lección diaria”, la mitad de los adolescentes del mundo sufren acoso en el aula.
Aún recuerdo en el colegio, una tarde de un 31 de octubre en la celebración de Halloween, un disfraz de Freddy Krueger y una niña que se puso a llorar, mientras que la profesora le decía “no llores”, dando a entender así que está mal sentir miedo, y con eso nos volvemos adultos, en medio de una cultura que señala a aquella personas que se expresa abiertamente.
Es decir, las emociones importan, y mucho; son esenciales en la vida, en la educación, en las relaciones interpersonales, en el desarrollo cognitivo, etc.
El impacto del cariño en el desarrollo cerebral infantil
El profesor de neurobiología Michael Meaney, de la Universidad McGill, realizó investigaciones con ratas demostrando que el comportamiento maternal afecta significativamente el desarrollo cerebral de las crías. Demostró que las ratas cuyas madres las lamían con mayor frecuencia mostraban un aumento en la generación de neuronas y un desarrollo más robusto del hipocampo, una región del cerebro esencial para la memoria y el aprendizaje.
Posteriormente, la Dra. Joan Luby de la Universidad de Washington replicó estos hallazgos en humanos. Su investigación demostró que el cariño y la atención recibidos en la infancia tienen un efecto directo en el crecimiento y desarrollo del cerebro.
Esta capacidad del cerebro para cambiar en respuesta a la experiencia es conocida como plasticidad cerebral. Por consiguiente, los descubrimientos sugieren que demostraciones de afecto pueden acelerar el crecimiento cerebral de los niños, impactando positivamente su desarrollo cognitivo más allá de los enfoques académicos tradicionales.
La importancia de un abrazo en la adultez
Un término que ha cobrado relevancia últimamente es “actualizarse”; se deben actualizar las apps, los contactos, la hoja de vida, y por supuesto, actualizarse en términos educativos, incluso el lifelong learning plantea que la educación debe continuar a lo largo de la vida. Con este panorama de educación en la vida adulta las muestras de afecto son significativas para fomentar un ambiente de aprendizaje positivo, a diferencia de los niños, donde las interacciones físicas son más comunes, en la adultez no, por lo tanto es un gesto de apoyo emocional y reconocimiento.
Según investigaciones de la Universidad de Carolina del Norte, los abrazos no solo brindan confort emocional, sino que también tienen efectos físicos significativos, como el aumento de oxitocina en el organismo y la reducción de la presión arterial y el ritmo cardíaco.
El psicólogo Matt Hertenstein ha destacado que el impacto de un abrazo se siente en todo el cuerpo. A nivel general, el acto de abrazar puede influir en el cerebro, el corazón y el sistema endocrino, alterando positivamente varias funciones orgánicas. Además, la Asociación Americana de Psiquiatría ha encontrado que los abrazos reducen la secreción de cortisol, una hormona relacionada con el estrés.
En resumen, las muestras de cariño como los abrazos, son fundamentales no solo para nuestro bienestar emocional, sino también para nuestra salud física. Además, a medida que navegamos por las complejidades de la vida adulta, estas interacciones mantienen un papel crucial en nuestro bienestar general, un abrazo nos puede mejorar el día.