Verónica Maggio, fonoaudióloga con más de treinta años de experiencia, ha dedicado su carrera a trabajar con niños con problemas de lenguaje. Es la compiladora de los libros Cuentos adaptados para curiosos y curiosas 1 y 2 —próximamente habrá un tercer volumen— que simplifican clásicos infantiles para hacerlos más accesibles y fomentar la habilidad de la lectura en la primera infancia.
Maggio visitó Ticmas para destacar la importancia de fomentar la curiosidad por la lectura desde una edad temprana, señalando que esto no solo ayuda al desarrollo del lenguaje, sino también al pensamiento. El interés temprano en la lectura, dice, garantiza un desarrollo continuo del lenguaje y un enriquecimiento del vocabulario a lo largo de la vida.
—¿Cómo se impulsa la curiosidad a partir de la lectura?
—La lectura es la continuidad del desarrollo del lenguaje y, para conocer el mundo y para ampliar el conocimiento, leer es fundamental. Generar el interés y la curiosidad por la lectura es fundamental desde que somos chicos. El gusto por la lectura se puede trabajar desde los tres años, más o menos, a partir de lo motivante que es conocer mundos que no están presentes a nuestro alrededor. La lectura tiene el don de trascender el tiempo y el espacio, de sacarnos de nuestro espacio inmediato, de nuestra cotidianeidad. Desarrollar el lenguaje nos ayuda a desarrollar el pensamiento. Desarrollar hábitos de lectura en nenes desde los tres años es la garantía de un desarrollo posterior; asegura que ese niño va a tener interés por aprender a leer y por interesarse en todo lo que la literatura puede brindar.
—¿Cómo se relaciona el hábito de la lectura en niños de tres años con el posterior proceso de alfabetización?
—Aprender a leer y escribir son habilidades que se desarrollan en una etapa posterior a esta, en donde uno recomienda que los padres lean a sus hijos. Pero si se piensa en el momento en el cual los chicos aprenden a leer, se asume como una continuidad de la construcción del lenguaje. Un niño aprende a hablar alrededor del año, año y medio, y el aprendizaje de hablar casi como un adulto, ocurre alrededor de los seis años. El aprender a hablar bien es lo que permite aprender a leer y escribir. El lenguaje oral es la base del lenguaje lectoescrito. Para que tengamos un parámetro concreto de lo que implica leer e incorporar información a través de la lectura, a los seis años un nene tiene un vocabulario de 3000 palabras. Eso es el estándar. Después, a lo largo de la vida, ese vocabulario se va enriqueciendo y se enriquece de la mano de la lectura. Cuanto más leamos, cuanto más contacto con la literatura tengamos, más vamos a aprender.
—¿Hasta cuándo?
—Hasta 120.000 palabras. Es decir que una base muy chiquita del lenguaje oral se construye en esos primeros seis años, pero toda la riqueza lingüística se va a ir desarrollando a lo largo de toda nuestra vida, de acuerdo con lo que podamos leer e incorporar a través de la lectura.
—¿La lectura expande el vocabulario más que el diálogo con los demás?
—El vínculo con los demás nos permite desarrollar lo que se llama el lenguaje coloquial. Nos da la posibilidad de aprender las reglas de comunicación social, que tienen sus particularidades. Pero lo que nos propone la literatura es otra cosa: es una información más compleja donde se arman redes semánticas, redes de contenidos muy amplias que ayudan no solo a desarrollar el lenguaje, sino que hace crecer el pensamiento. El pensamiento crece de la mano de lo que uno va aprendiendo con palabras.
—¿Por eso la importancia de la curiosidad que destacas en los libros?
—La lectura nos lleva a querer conocer más, a saber más y a indagar en esos mundos que yo mencionaba al principio. El lenguaje en su conjunto, ya sea oral o escrito, nos permite trascender el espacio y el tiempo. Yo nunca fui a China, pero conozco muchas cosas de China y de la Muralla China por haberlas leído, ¿no? El lenguaje, que es la habilidad que subyace, nos permite conocer el mundo de una manera mucho más amplia que lo que representa nuestra vida cotidiana, corriente, inmediata y masiva. Es como una fábrica de curiosidad en la lectura.
—¿Cómo es el rol de los padres como agentes de promoción de la lectura?
—Tiene mucho que ver con los hábitos que cada uno tenga. En general, los papás que tienen interés por la lectura se lo suelen inculcar a sus hijos de entrada. Si no existe el hábito familiar, bueno, obviamente las recomendaciones van a venir de afuera, pero van muy de la mano del interés de la familia, no de la escuela.
—¿Por qué la lectura está tan vinculada con los sentimientos? La lectura de los adultos es más intelectual, pero la infantil está vinculada a lo afectivo.
—Los cuentos de los hermanos Grimm, de Andersen y demás autores han estado muy volcados hacia el desarrollo afectivo, el trámite de las emociones, las relaciones de padres e hijos, los buenos y los malos: es un montón de cosas que hacen a la construcción de la emoción, de los sentimientos, al desarrollo de la empatía. Todos esos cuentos tienen más que nada ese cariz, todos tienen un fuerte peso emocional.
—¿Cómo es el hábito de la lectura en los adolescentes?
—Nosotros, dentro de nuestro material, tenemos una parte dedicada a los adolescentes. A los adolescentes les interesan los mitos y las leyendas, donde participa más lo fantástico. Tiene mucho que ver también lo que consumen como tecnología; por ejemplo, hay videojuegos que se vinculan con historias o personajes mitológicos. Creo que ahí se unen dos mundos.