Gala Díaz Langou: “El colegio secundario es clave para dar oportunidades, es el elemento igualador de la sociedad”

La directora ejecutiva de CIPPEC visitó las oficinas de Ticmas y dio algunas pautas de cómo debería realizarse una transformación educativa del nivel secundario para responder a las necesidades de los estudiantes y se mejoren los aprendizajes y las tasas de terminación

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Gala Díaz Langou responde cómo es la situación de la escuela secundaria

La escuela secundaria es el último nivel de la educación obligatoria en la Argentina; una educación cuyo propósito fundamental es, tal como remarcará en esta entrevista Gala Díaz Langou, directora ejecutiva de CIPPEC, el de contribuir al desarrollo del proyecto de vida de los estudiantes y en la manera en que ejercen una ciudadanía plena, incluyendo su participación en el mundo del trabajo. “La igualación de oportunidades del sistema educativo es una condición imprescindible para vivir en libertad”, dirá también.

El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) es una organización independiente, apartidaria y sin fines de lucro que produce conocimiento a través de la investigación aplicada y con ello propone recomendaciones para elaborar mejores políticas públicas: “Promovemos políticas para lograr una Argentina desarrollada, más equitativa, con igualdad de oportunidades e instituciones públicas sólidas y eficaces”, dicen en su sitio web.

La influencia de CIPPEC en cuanto a la educación es sustancial. Por ejemplo, dos años atrás lograron imponer que las escuelas primarias tuvieran una hora más de clase. También han desarrollado un sistema de alertas tempranas sobre estudiantes con perfiles de abandono del secundario. Y recientemente han sido una de las organizaciones que promovieron que la educación se incluyera en el Pacto de Mayo que impulsa el gobierno nacional.

¿Qué diagnóstico hace de la escuela secundaria hoy?

—Primero, tenemos algo muy bueno, que es que casi todos los chicos y chicas empiezan la secundaria. Esto está muy por encima de la media latinoamericana. Pero, después, lo que pasa durante el secundario nos levanta muchas alertas. Porque de 100 chicos que empiezan el secundario, hay 50 que lo terminan cerca de la edad esperada y 16 que lo terminan en la modalidad de adultos. Pero de aquellos 50, sólo 13 lo terminan en tiempo y con los aprendizajes básicos de lectoescritura y de operaciones matemáticas básicas. Esto realmente es una alerta. Y sintetiza muchas desigualdades.

¿Por qué?

—Porque son claramente los chicos de estratos socioeconómicos más altos y de las zonas más centrales del país quienes tienen más oportunidades de terminar el secundario con las habilidades necesarias para armar su propio proyecto de vida y ejercer la ciudadanía plena que le pedimos al sistema educativo. Esto nos levanta una alerta sobre qué cambiar en el secundario para que cumpla mejor su función, que, en definitiva, contribuye al desarrollo de Argentina. El progreso a nivel individual es la base del desarrollo del país.

Gala Díaz Langou, directora ejecutiva
Gala Díaz Langou, directora ejecutiva de CIPPEC

¿Cómo debería ser el secundario?

—Voy a contestar con el secundario que soñamos desde CIPPEC. Nosotros trabajamos por una escuela que dé herramientas concretas para, como vengo diciendo, el armado del proyecto de vida y la ciudadanía plena. Esto implica esencialmente dos cosas: habilidades en matemática y en lectoescritura, y habilidades blandas centradas en la comunicación, el trabajo en equipo, etc. Lo interesante respecto de la educación es que hay que evaluar tanto qué sucede hoy en el mundo del trabajo como lo que va a suceder en veinte años: a los chicos los estamos preparando para todo su futuro, no solo para cuando cumplan 18 años. Esta mirada nos dice que los conocimientos técnicos van a ser cada vez menos necesarios y van a ser mucho más necesarias las habilidades blandas. Son habilidades más críticas, más sociables e incluso más emocionales de lo que hoy se enseña. El secundario es probablemente el nivel que menos adaptación ha tenido a los cambios de la realidad en los últimos 50 años.

Ese podría ser el título de la entrevista.

—El secundario está centrado en al menos diez materias compartimentalizadas, con poca flexibilidad, con poca posibilidad de que los chicos elijan sus propias trayectorias, con docentes contratados por horas que hace que el famoso “docente taxi” tenga que circular por varios establecimientos para tener un salario digno. Está demostrado que todo eso ya no funciona y que, encima, no genera lo que debería generar en términos de aprendizajes. Y los chicos lo perciben. La principal causa del abandono escolar es la baja percepción de valor que hay del secundario.

¿Es una percepción correcta?

—Encima es una percepción falsa. Porque la persona que terminó el secundario gana un 37% más que la que no. Pero eso los chicos no lo perciben, y esa es la principal causa del abandono en la Argentina. Después hay otras razones: la cuestión socioeconómica, con chicos que tienen que salir a trabajar —y hay un correlato de la tremenda infantilización de la pobreza en nuestro país—; el embarazo no intencional en la adolescencia, que, a pesar de la enorme caída que hubo en los últimos cinco años, sigue siendo un tema importante. Hay otras más, pero creo que la primera habla por sí misma.

Gala Díaz Langou habla de cómo el compromiso político es condición necesaria para la transformación educativa

¿Qué lugar tienen los docentes en la transformación educativa?

—Los docentes son el núcleo de cualquier transformación que se dé en la educación. Los países que han tenido buenos resultados educativos tienen un prestigio asociado a la profesión docente, que tiene que ver con las condiciones de trabajo, pero también con quiénes son esos docentes. Hoy, en Argentina, no son las personas a las que les va mejor en cada cohorte los que deciden ejercer la docencia. Es clave repensar la profesión para cualquier tipo de transformación educativa. Se puede empezar con cambios relativamente pequeños: por ejemplo, no asignar docentes por horas, sino asignarlos por cargo, lo que permitiría un seguimiento más personalizado a lo que estamos acostumbrados.

¿Qué se necesita para lograrlo?

—Todo esto, por supuesto, requiere recursos y los recursos son la contracara de la voluntad política. Hoy la educación no está priorizada ni en el debate público, ni en las políticas públicas, ni en la asignación de recursos en particular. La Ley de Financiamiento Educativo se sancionó en 2005 y desde 2006 hubo sólo dos años en los que se cumplió con la meta del 6% del PBI invertido en educación. Esto es una deuda enorme. Pero hay una luz y creo que la novedad de haber incluido la educación como el punto número 4 en el Pacto de Mayo —que impulsamos con varias organizaciones amigas— es una gran noticia. Puede ser un primer paso para jerarquizar la importancia de la educación para el desarrollo de la Argentina.

¿El compromiso político es condición necesaria para la transformación educativa?

—La voluntad política es necesaria para cualquier gran transformación en política pública que se piense. Primero, por la asignación de recursos. Pero hay dos dimensiones más. Una es más operativa: gran parte de los cambios que se necesitan hacer en política educativa, en particular en el nivel secundario, son cambios de gestión, de pensar la política de una manera distinta y de ejecutarla de una manera distinta. Esto requiere un ejercicio de cambiar cosas que se hacen de una determinada manera hace muchísimos años. Para que eso suceda, es imprescindible que exista una bajada vertical de la decisión política que permee capilarmente en todo el territorio nacional. Por lo tanto, no tiene que ser solamente una prioridad del gobierno nacional, sino, sobre todo, de los gobiernos provinciales y de cada uno de los gobernadores.

¿Y la segunda dimensión?

—Es una cuestión más simbólica. Si se jerarquiza la educación desde las más altas esferas políticas y desde las más altas esferas de liderazgo, si los CEOs empiezan a hablar de educación, si los secretarios generales de la CGT empiezan a hablar de educación, si los medios empiezan a hablar de educación, se genera un clima de época distinto. Creemos que está todo servido para que podamos ser la generación que volvió a poner la educación en agenda. Estamos en un mundo que está cambiando, con una pandemia de información, con crisis sociales muy profundas, con crisis graves en el mercado de trabajo, con una crisis ambiental. El sistema educativo no está preparado para eso. Adaptar la secundaria es central para dar oportunidades.

Perdón por hacer una observación antes que una pregunta, pero ¿por qué siempre tenemos que llegar al límite para decir “Ahora que tocamos fondo hay que salir adelante”? ¿Cómo se puede cambiar esta matriz de pensamiento en los chicos que, en veinte años, van a ser quienes decidan las políticas del país?

—Claramente se necesita un cambio idiosincrático que requiere más de lo que pueda suceder en el sistema educativo. Es un cambio cultural que tenemos que dar como sociedad y que puede ser empujado por las generaciones más jóvenes. Un elemento que puede ser catalizador y puede acelerar un poquito este proceso es repensar las voces y los espacios de liderazgo. Hoy hay una crisis de liderazgo en muchísimos espacios y, si miramos quiénes son las personas que ejercen esos roles, nos vamos a dar cuenta que frecuentemente son las mismas que mantienen las conversaciones desde hace cuarenta años, desde que volvimos a la democracia. Creo que es hora de ceder espacios a las generaciones más jóvenes, que tienen ideas nuevas y distintas. Si siguen siendo las mismas personas y seguimos haciendo las mismas prácticas, vamos a terminar en los mismos lugares.

Gala Díaz Langou, Directora de
Gala Díaz Langou, Directora de CIPPEC (foto: Agustin Brashich)

¿Cuáles son los pedidos o las propuestas concretas que impulsan desde CIPPEC para mejorar la educación secundaria?

—Hace 24 años que venimos trabajando en temas de educación, pero en los últimos años nos hemos concentrado en el secundario. La buena noticia es que hay cosas que ya están sucediendo. Nos estamos ocupando de los dos principales problemas del sistema secundario: la terminalidad y los aprendizajes. En Argentina hay un montón de chicos afuera del sistema secundario, es algo que necesitamos resolver. Cada año, 180.000 chicos dejan el secundario. Esto quiere decir que los que hoy están dentro de la escuela, a fin de año probablemente no lo estén. Algo fácil, rápido, barato y con un impacto enorme es prevenir que esos chicos dejen el secundario. En eso nos estamos concentrando. Con sistemas que usan la información de las escuelas se puede identificar quiénes son los chicos en riesgo y prevenir la situación que están atravesando. Son sistemas de alerta temprana para prevenir el abandono escolar y potenciar la terminalidad educativa.

¿Dónde lo han implementado?

—Lo venimos implementando hace tres años en conjunto con las provincias de Mendoza y de Entre Ríos, y recientemente lo ampliamos a Misiones, Salta y Jujuy, donde va a empezar a funcionar el año que viene. En Mendoza y en Entre Ríos, que son las provincias en las que tenemos más trayectoria, ya se ven los resultados concretos: hay 5.000 chicos que hubiesen dejado el secundario de no ser por esta intervención. Son 5.000 chicos a los que les cambió la vida, que van a tener el título secundario y van a tener muchas más oportunidades. Son chicos que atravesaron situaciones graves, pero que estuvieron acompañados y contenidos para resolver la causa que hubiese terminado en una situación de abandono escolar.

¿Y con respecto a los aprendizajes?

—En este punto, por ejemplo, venimos acompañando a la provincia de Misiones para transformar la currícula y pensar cómo va a ser el sistema productivo misionero en los próximos años, qué va a requerir de los chicos. Llevado a las demás provincias, creemos que se puede cambiar rotundamente lo que se enseña a hacer. En Argentina, la mayoría de las clases siguen siendo unidireccionales y teóricas: es importante repensarlo. También es necesario repensar la currícula. Es un proceso que debería dialogar mucho con las proyecciones de lo que espera cada provincia. Es muy distinto cómo puede lucir el mercado de trabajo en Misiones dentro de 30 años de lo que puede pasar en Córdoba, en Tierra del Fuego, en la Ciudad de Buenos Aires. Tenemos la ventaja del federalismo educativo para adaptar las realidades regionales. Eso también es algo central para repensar los sistemas educativos.

Me gustaría terminar con una nota optimista en la entrevista. ¿Qué rasgo positivo en el secundario ya se logró y vale la pena sostener?

—Vuelvo al comienzo de la entrevista: una de las cosas más ricas que tenemos en Argentina es que casi el 100% de los chicos empieza el secundario. Es posible repensar el secundario para aprovechar esta alta tasa de escolarización y que realmente les sirva a los chicos ese tránsito, que les dé herramientas, que les sirva en un sentido más amplio: de socialización, de aprendizajes y de construcción de una identidad y de un proyecto de vida. Tener a todos los chicos adentro en primer año no es un dato menor. Es una gran ventaja sobre la que podemos proyectar un futuro distinto para la educación en Argentina.

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