La semana pasada, la provincia de Buenos Aires presentó una medida que anula la repitencia de aquellos estudiantes que adeuden hasta cuatro materias. La iniciativa, dijeron, iba a acompañarse por, entre otras cosas, un sistema de tutorías para que los alumnos puedan recuperar las materias en el curso siguiente. A partir de esta noticia, la educación volvió a ser tema de debate en todos los ámbitos. Y, pasada una primera serie de críticas, aparecieron especialistas y académicos que, con matices, se mostraron de acuerdo con la medida.
Hay que señalar que no es la primera provincia que plantea un formato distinto para el secundario. Lo que se pone en cuestión, entonces, es el modelo tradicional que la Argentina implementó hace cien años y que tiene la característica de ser gradual; es decir, que se aprueba por año o grado. Históricamente el régimen estipula que se pasa de año si el estudiante no desaprueba más de dos materias, pero son varias las jurisdicciones que fueron ensayando cambios a la norma. Por ejemplo, Neuquén anuló las repitencias —Santa Fe también, aunque el actual gobernador las repuso— y la ciudad de Buenos Aires las anuló en el bloque que conforman primer y segundo año.
“La provincia propone terminar con la repitencia y creo que tiene buenos fundamentos”, dice Gustavo Zorzoli, ex rector del Colegio Nacional Buenos Aires. Para él, no tiene sentido que alguien que haya aprobado ocho de las doce materias del año correspondiente tenga que volver a cursarlas, con la posibilidad de que ahora las repruebe. “Lo que no es poco habitual”, dice.
“Es imposible no estar de acuerdo con liquidar la repitencia, que es una vieja institución de los sistemas escolares modernos”, dice Emilio Tenti Fanfani
“Es imposible no estar de acuerdo con liquidar la repitencia, que es una vieja institución de los sistemas escolares modernos”, dice Emilio Tenti Fanfani, experto en educación y autor de ensayos como La escuela y la cuestión social, El oficio de docente y La escuela bajo sospecha. Tenti Fanfani destaca, además, que la medida ya se ha implementado con éxito en varios países. “Está demostrado que la repetición no contribuye al aprendizaje de los chicos”, dice. Y enumera las implicancias psicológicas, educativas y hasta económicas. “Se ha calculado que la repetición le estaría costando a América Latina miles de millones de dólares”.
¿Detrás de la anulación está la intención de que los estudiantes permanezcan en el sistema educativo? Paola Delbosco, presidenta de la Academia Nacional de Educación, señala que hay un abandono pronunciado en primer y tercer año del secundario, y que las principales causas son dos y están interconectadas: las bajas calificaciones y las inasistencias repetidas. “Puede que un chico saque bajas notas y por eso no tenga la motivación para seguir yendo, o puede ser que, como va salteado, no entiende nada y sus notas son bajas”, dice. En este sentido, si la intención de anular la repitencia es retener y revincular a los estudiantes, Delbosco coincide en que es una medida acertada.
La astucia de la razón
“Repetir es hacer lo mismo que no resultó”, dice Emilio Tenti Fanfani, “no tiene ninguna lógica, ningún sentido”. Para él, la repetición “es un indicador del fracaso escolar, que culpa a los chicos y deja a todos los dispositivos del sistema: las regulaciones, la oferta, el currículum, la formación de los docentes, etc.”
En ese sentido, la repitencia sería el emergente de una oferta educativa deficiente, enmarcada en el fraccionamiento del currículum y la sobreabundancia de materias por año. “Yo creo que tenemos que superar esta cosa de las diez, doce, quince disciplinas”, dice. Y continúa: “La cantidad es otro factor que tiende a reproducir la repetición; si tenés cinco materias, la probabilidad de que te lleves cuatro es mucho más baja”.
“Repetir es hacer lo mismo que no resultó: no tiene ninguna lógica, ningún sentido”, dice Emilio Tenti Fanfani
Una primera solución, arriesga Tenti Fanfani, es primarizar la secundaria: “En la primaria no hay disciplinas, sino una integración curricular, y yo creo que hay que continuar con esa lógica hasta los 17, 18 años, y que la disciplina recién empiece a mandar en la universidad”. Mientras en el nivel superior el componente estructurador es el conocimiento, en las primeras etapas el conocimiento debería adaptarse a los estudiantes. “Estas son las cosas que tenemos que preguntarnos cuando nos preguntamos por qué repiten los chicos”, dice, “y por qué muchos chicos no aprenden lo que es necesario que aprendan”.
La crítica de las armas
Existe un modelo educativo que se basa en la aprobación del currículum por materias. Es un modelo que rompe con el sistema gradual de la educación, que sostiene la Argentina. En aquel otro modelo, el estudiante que adeude cuatro o cinco materias, al año siguiente debería recuperarlas materias continúa con las correlativas de las que aprobó. Es el modelo que se aplica en países como Finlandia, pero es también el típico modelo de los sistemas universitarios.
¿Por qué hay muchos educadores que se han puesto de acuerdo en la implementación de ese modelo? “Porque vemos, primero, su eficiencia”, dice Gustavo Zorzoli. Y sigue: “Está probado que el rendimiento de los repetidores está por debajo de la media de los no repetidores, incluso después de rendir las materias que habían desaprobado”. La repitencia, entonces, no sería una metodología remedial, sino que sería un mecanismo que —como decía ayer Guillermina Tiramonti— se basa en la vigilancia y la amenaza.
“Está probado que el rendimiento de los repetidores está por debajo de la media de los no repetidores, incluso después de rendir las materias que habían desaprobado”, dice Gustavo Zorzoli
“Pero en el caso de la provincia de Buenos Aires se están haciendo las cosas a medias”, dice Zorzoli. Porque, además de un proceso de “intensificación” que no está del todo claro cómo va a funcionar, se mantiene un problema ligado al sistema gradual: “Si un chico pasa de año, pero se queda con Matemática y Biología previas, el sistema le propone que curse las clases de esas materias del año siguiente, a sabiendas de que no tiene los conocimientos básicos. Es absurdo”. Para Zorzoli el cambio en el régimen de repitencias podría haber subsanado esta contradicción, pero, en lugar de eso, la agranda: “Nuestros estudiantes van a estar muy felices de encontrarse en el año siguiente con sus compañeros, pero en cuatro de esas materias van a entender poco y nada”.
El cambio, dice, tal como está planteado, “es un paso hacia adelante y dos pasos para atrás”. ¿Por qué? “Porque el primer año va a ser todo felicidad y los chicos van a pasar con cuatro previas, pero qué va a pasar cuando en el ciclo lectivo 2025, los mismos chicos no aprueben otras cuatro materias y no todavía no hayan podido recuperar dos de las primeras”.
El ejército de ceniza
“Lo que no tiene que darse es un abaratamiento de la exigencia, porque eso vacía de contenido el título secundario”, dice Paola Delbosco.
Aún reconociendo las complejidades de las que hablaba Zorzoli, la doctora en Filosofía coincide en la anulación de la repitencia: “Al estudiante que repite se le presenta un mundo hostil porque tiene más edad, entiende menos lo que ya saben los demás, no presta atención porque ya lo escuchó y tampoco obtiene buenos resultados”.
Si la anulación de la repitencia busca evitar el desgranado y la pérdida de alumnos, la medida va directamente en línea con el desafío de mantener a los estudiantes en el sistema educativo; un desafío que enfrenta realidades complejas y que las estadísticas muestran en un momento crítico. Sólo el 13% de los estudiantes del país cumplen en tiempo y forma su trayectoria y llegan al último año del secundario con saberes consolidados en Lengua y Matemática.
“Si todos entran, todos pasan, todos salen, quiere decir que nadie sabe o quizás algunos sí y otros no, y eso no es verdadera inclusión: es un simulacro”, dice Paola Delbosco
El hecho de que, como decía Delbosco más arriba, el momento de mayor tasa de abandonos sea en primer y tercer año, implica además que esos chicos muy tempranamente se enfrentan a un futuro de menos posibilidades de desarrollo y una vida de trabajos informales o precarios. “Esto es así, porque en la mayoría de los trabajos formales se pide título de secundario”, dice Delbosco, “lo que demuestra un grado de conocimiento, cierto tipo de hábitos, e inclusive costumbres de convivencia que se van asentando a lo largo de esos años”.
Pero, si anular la repitencia impacta en que se baje la exigencia y la rigurosidad, se pierde el valor diferencial de haber alcanzado el título. “Si todos entran, todos pasan, todos salen”, dice, “quiere decir que nadie sabe o quizás algunos sí y otros no, y eso no es verdadera inclusión: es un simulacro. Una inclusión a la que no le corresponden los saberes es un engaño”.
El mandato
Un hecho para destacar es que, mientras los expertos de la educación han encontrado un relativo consenso en cuanto a la anulación de la repitencia, los principales opositores a la medida son los padres y familiares de los estudiantes. Desde que se anunció el nuevo régimen de aprobación, las redes sociales se llenaron de comentarios de ciudadanos de a pie abiertamente en contra. No es, de hecho, la primera vez que algo así sucede: se puede mencionar, por ejemplo, las controversias que se dieron en torno a la evaluación cuantitativa y la continua.
“Los intelectuales discutimos esto, vivimos de esto, trabajamos de esto, y tomamos a la educación como objeto de estudio”, dice Tenti Fanfani, “en cambio, el padre de familia tiene los esquemas de su experiencia que se terminan convirtiendo en creencias o mitos”. Con el contacto de años de trayectoria, Tenti Fanfani dice que, son los padres quienes tienden a resistir y conservar el rol tradicional de las instituciones antes que los reformistas que pueden llegar a los Ministerios de Educación. “Hay muchos padres que dicen que si hijo no estudió, tiene que repetir como una especie de castigo. La repetición, entonces, aparece como un castigo y no tiene nada de pedagógico”, dice.
De todo esto se desprende una pregunta: ¿cómo hace la educación para comunicar una transformación de esta magnitud y que no sea tomada como una cláusula permisiva, un “siga, siga”? “Hay que reeducar a los que escuchan”, dice tajante Delbosco. “Hay una especie de vicio, que es interpretar los hechos, no a la luz de lo que se trata de defender, sino de los grupos de poder”. Delbosco hace un llamado al acuerdo y cooperación entre actores de distintos espacios con la propuesta de lograr que la educación funcione. “La mala interpretación se debe a una lectura, entre comillas, ‘política’ —y uso la palabra del peor modo posible: si los otros la proponen, es mala; si la propongo yo, es buena—. Hay que sacarse de encima esta especie de escafandra partidaria, parcial”.
El debate por la anulación de la repitencia está planteado. Seguramente en los próximos días escucharemos nuevas voces a favor y en contra. Ojalá lo hagan con ánimo de enriquecer.