¿Se puede enseñar a escribir ficción? ¿Desde dónde se parte para la enseñanza de la escritura creativa? ¿Hay un manual correcto sobre cómo se escribe la ficción? Para aclarar estas cuestiones, y explicar cuáles son las Once tesis (y antítesis) sobre la escritura de ficción, el escritor Guillermo Martínez platicó con Ticmas.
La charla ocurrió en el auditorio que Ticmas montó dentro de la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y fue moderada por Patricio Zunini. Ahí, Martínez habló sobre el desarmar la trama, la creación y reinterpretación de una historia, así como de las ideas iniciales que dan herramientas para comenzar a pensar en la escritura creativa.
Martínez habló también sobre los únicos dos consejos que da a los escritores, sobre su relación con la escritura desde ser un hábido lector, así como su admiración por ciertos autores y el lugar especial que tiene Henry James en su vida.
Once tesis y antítesis
-Digamos que lo que toma el libro son ideas como para empezar a pensar cómo se escribe.
-Guillermo Martínez: Claro, exactamente. Borges tiene en algún lugar una observación o un consejo de cuidarse de lo que él llama el tedio del índice. Si uno empieza un relato que va a ser el diario de su vida durante un año entero y empieza con enero, el lector ya sabe que después viene febrero, marzo, que se va a tener que fumar todo el año, Entonces lo que yo quise sobre todo era plantear, como dijiste, algunas cuestiones nodales, que establezcan para el lector o que le hagan ver un criterio y a partir de ese momento sí, puede haber una tesis; yo puse una para novela policial, una para el relato fantástico, porque son géneros que practiqué y sobre los que pensé. Pero también podría haber para relato erótico, para la ciencia ficción, para la novela de amor, etcétera.
-Salvo ciencia ficción me parece que todos los practicaste.
-Guillermo Martínez: Puede ser que estén un poco mezclados y algunos de los géneros en cuentos, sobre todo. En los cuentos uno se puede dar el lujo de saltar de un registro a otro más fácilmente.
-Tú mismo plantas las bases del texto y te contradices, por eso el título del libro es 11 tesis y antítesis, es decir, la idea es decir “esto sí y también no”
-Guillermo Martínez: El libro empieza un poco recordando una conferencia en la que estuve donde un conferencista hablaba sobre Cortázar y cada vez que avanzaba a una afirmación se asustaba un poco de haber ido demasiado lejos, y entonces terminaba la frase diciendo “o no”, y a veces decía “o todo lo contrario”. Entonces uno escuchaba la conferencia y no estaba muy seguro de qué era lo que verdaderamente quería decir, porque avanzaba y retrocedía. Esa es la idea y un poco también el libro está inspirado en las Seis propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino, en donde él hace sus apuestas por la literatura del próximo milenio, pero se cuida cuando él habla de la levedad de observar que hay buenas razones para el peso. (...) Para cada afirmación él observa, por lo menos al pasar que se podría también defender la posición opuesta. Y lo que yo quise es tomar eso y de algún modo expandirlo y realmente defender también un poco como si uno diera vuelta el tablero y viera las otras posibilidades. Pero eso no quiere decir que me parezca que todo es lo mismo. Defiendo con distinta intensidad lo que creo o lo que aquellos principios que guiaron mi escritura y también mi manera de leer. Inevitablemente uno tiene preferencias. En algún momento digo que los criterios de un escritor se guían también por por filias y fobias. Hay palabras que yo jamás voy a escribir y esas son casi fobias. No hay ninguna razón.
Vigila y vigilancia
-Hay una idea inicial que tomas, que es la de la escribir con libertad, bajo vigilancia, que en otro momento hablas de la palabra discreción, que la tomas con Borges y con las películas de guerra. ¿Cómo es esa vigilancia? Digo, el escritor tiene la presunción de ser autoconsciente plenamente, pero muchas veces hay algo que está corriendo detrás.
-Guillermo Martínez: Para decirlo con una palabra que también es arcana y que también la menciono, yo diría vigilia y vigilancia; vigilia en el sentido de que cuando uno escribe, lo ya escrito también juega. Esa es como una frase que viene del ajedrez cuando se dice “las negras también juegan” -significa que es un juego en el que uno tiene un contrincante y no puede predecir del todo cuáles son los planes del contrincante-. Y también en la escritura aquello que uno piensa está en un plano ideal. Cuando uno luego empieza a escribir hay una “cristalización” de una cantidad de cuestiones que al estar asentadas por escrito abren algunas posibilidades que antes uno no preveía y cierran otras que uno creía tener. Ahí empieza el verdadero juego, es como una pulseada de la escritura que a veces da lugar a soluciones más astutas, a desvíos, a rodeos. Y a eso yo lo llamo el estado de vigilia: sabías aquello que querías escribir, pero de pronto no puedes escribirlo exactamente igual y hay que tener el oído preparado o la atención, no sé cómo llamarlo, pero ese otro sentido de espera de lo que propone el texto ya escrito. Y luego está la cuestión de la vigilancia, de que no se vaya todo para un lado que tú no crees. Eso también lo digo con los personajes. Hay una coquetería muy común entre los escritores de decir a “este personaje lo había pensado de esta manera, pero se rebeló, me llevó de las narices, solo pude seguirlo”. Y ahí menciono una frase que a mí me siempre me hizo reír de Patricia Highsmith, que dice “sí, a mí también cada tanto se me revelan los personajes, pero entonces les recuerdo quién es el jefe”. O sea, uno también puede hacer algo cuando ve que los personajes van por un lugar que nuevo. Uno siempre tiene la decisión última de si seguir por ese lado o devolverlos al plan original Entonces a eso le llamo yo vigilancia. Lo mismo con las palabras: a uno todo el tiempo se le ocurren palabras que parecen que pueden ir, pero hay todo un tono en un texto que hace que muchas palabras sean prohibidas, hay como una simpatía de registros que hacen que hay palabras que aunque uno sepa cuál es la palabra exacta que iría, no la puede poner porque no resuena con la misma música que el resto del texto.
-Sobre los personajes, ¿esa idea es Highsmith choca con la idea de Borges, con quien comenzaste exactamente, sobre que el Martín Fierro se le revela a José Hernández?
-Guillermo Martínez: Los escritores son muy coquetos, entonces nunca vamos a saber cómo fue el diario de escritura, digamos de José Hernández con respecto al personaje. Pero es verdad que los personajes, como los vericuetos de la trama, abren o se bifurcan en distintas posibilidades que uno a priori no las tiene todas en la mano. O sea, si no incluso ni siquiera haría falta escribir. Me parece que escribir es también encontrar todo lo que había ahí. Uno sabe algo de lo que quiere escribir, pero no sabe todo lo que puede ocurrir a todos los planos a los que puede llevar aquello que uno empieza. Y hay lo que yo llamo una necesidad de la trama. Muchas veces tienes personajes que no son tan malvados, o uno quisiera que no fueran tan malvados cuando los concibe y después la lógica de la trama hace que tomen facetas mucho más nítidas de aquellas que en las que se pensaba. La trama también te va dando esas esas pistas.
Originalidad, resolución y escritura
-Hay tres claves que Guillermo señala en la segunda tesis, las anticipa y después las revisa de nuevo, que son originalidad, resolución y escritura, que son las tres claves que en alguno de los tres capítulos o en los cuatro capítulos mencionas: “cuando yo leo para un concurso, verifico estos valores”. Y en un punto dices “no hay nada original, pero todo es original si tienes también las otras dos”.
-Guillermo Martínez: Lo que trato de decir es que posiblemente a posteriori alguien te diga “esto que tú creés que es original, en el fondo se parece a esto otro”. Como ese productor que ya no quería leer guiones de películas y solamente les decía a los guionistas en la puerta “no voy a leer tu guion, solo dime a qué otra película se parece porque todas las películas se parecen a alguna otra película”. Está esa idea que es un poco también la idea de la Biblioteca de Babel, de que todo ya está esencialmente escrito y solamente uno puede esperar variaciones. No creo en esa idea -lo anticipo- y lo contrapongo con lo que yo llamo una actitud de originalidad, que tiene que ver con proponerse decir algo que a pesar de que uno pueda reconocer el patrón, pueda reconocer el motivo original, pueda reconocer aquello que se ha hecho muchas veces, encuentra sin embargo algo propio, una variación, algo que le da interés y que uno pueda de algún modo sostener con cierta honestidad intelectual “no, no es lo mismo, porque en todos estos ejemplos que yo conozco, las cosas suceden de este modo o tienen esta clase de matices y en el mío aparece esta vuelta de tuerca”, por decirlo de algún modo. Entonces a mí me parece que uno no puede convertirse en un repetidor de lo ya hecho, pero esto es una especie de actitud.
-Guillermo Martínez: Si me preguntas ¿qué es lo que traes vos del mundo científico?, me parece que es esta especie de convicción o de idea. Uno no puede hacer un paper científico si no avanza en algún sentido más allá de lo ya hecho. Entonces uno tiene que conocer lo ya escrito y por eso digo que la originalidad se entrena en la lectura. Tienes que tener un banco de datos de muchas lecturas para hacer los dos movimientos, reconocer “si esto se parece bastante a esta novela, este relato, esta idea que ya ha sido hecha”. Es algo que para mí hace Borges todo el tiempo en su narrativa; que él rastrea en la historia de la literatura, avatares de aquella historia que él se propone contar, porque hace un artículo sobre los laberintos, registra todas las maneras de pensar sobre el laberinto y termina con su cuento de historia de Dos reyes y dos laberintos, donde su aporte es que el desierto también puede ser un laberinto. Él me parece que hace esa clase de movimiento, la tradición para copiar los ejemplos y su cuento para dar una versión que en algún punto sea diferente.
“Hay que leer mucho y hay que escribir mucho”
-El libro te habilita a ser falible, te habilita a decir no, tienes que ser un experto escritor desde el momento cero en el que pensaste escribir. Y lo comparás con Roger Federer. Ahí comparás la escritura con el tenis.
-Guillermo Martínez: Tiene que ver con una idea que siempre está en tensión, sobre todo en los suplementos culturales y que es lo que yo llamo una falsa oposición entre técnica e inspiración, entre oficio o visceralidad, entre espontaneidad o corrección. Hay una cantidad de pares dicotómicos en donde hay cierta preferencia por lo que parece “el genio espontáneo”, en detrimento de lo que es el aprendizaje, lo técnico, el oficio, la corrección. Entonces lo que yo observo es que es falsa esa dicotomía entre técnica y maestría, porque en el fondo un paso preliminar siempre es la adquisición, la incorporación de lo técnico como en cualquier disciplina. Ahí hago la analogía con el tenis. O sea, a Federer, que parece que tuviera la mayor libertad creativa en la cancha porque llega y puede intentar cualquier efecto. Inventó golpes nuevos. Tiene algo de artista en la cancha. Pero antes de eso, Federer desde muy chico practicó millones de veces cada uno de esos golpes por separado. En el tenis se entrena el efecto cruzado, el saque, las diferentes formas de saque, cada golpe por separado millones y millones de veces. Lo que uno ve y que se para de una manera que no es leal, digamos, es al tenista consumado y no ve todo el tiempo que llevó llegar hasta ahí. (...) Fíjense qué diferente que se lo ve a Federer convertido en el tenista número uno del mundo con respecto a todo lo que fue la secuencia de sus pasos intermedios. Entonces, en ese punto yo creo que, y esta es la idea que tomo del final del Tractatus, de Ludwig Wittgenstein, que hay una metáfora que me parece extraordinaria sobre la cuestión de la técnica, que es la metáfora de la escalera de Wittgenstein. O sea que la técnica es una escalera para tirar una vez que uno ha subido por ella; es decir, cuando uno aprendió la técnica, la hizo propia y de algún modo tiene todas las herramientas que entonces puede ahí variar y hacer lo opuesto, hacer lo contrario, porque de algún modo lo esencial de la técnica ya está en uno O sea, es esa idea un poco hegeliana de lo que uno asimila y ya está en sí, aunque uno lo lo pueda después modificar o transgredir.
-El tema de la escritura, si bien está tratado en el libro, no está tratado puntual, pero hay un momento en el que dices “hay que leer mucho y hay que escribir mucho”. Y ese es un consejo que, por ahí no es una de las tesis, pero es un consejo. El tipo que quiere escribir tiene que escribir.
-Guillermo Martínez: Yo traté de no dar en el libro ningún consejo de lo que yo llamo generales, porque en la literatura cualquier consejo general se choca con un contraejemplo legítimo en particular. Entonces, incluso uno diría “si hay que escribir mucho”, pero también es verdad que hay escritores que escriben un solo libro, escritores que escribieron durante una sola época de su vida, escritores que escribieron mucho y nunca publicaron. Y el único consejo que sí me permito dar, que me parece que en general ha ayudado a todos los alumnos que tuve, es que se lean en voz alta, que es como una especie de primera manera de separarse de aquellos que escribieron, porque cuando uno escribe, escribe con una serie de justificaciones, con una maquinaria personal íntima donde están todas las razones por las que uno escribió esto y no lo otro Y uno cree, además se convence a sí mismo, que realmente tradujo todo aquello que tenía pensado en las páginas. Y la gran sorpresa es cuando te leen otros, cuando te leen en el ámbito de un taller, y es que hay una cantidad de cabos sueltos que no se o ambigüedades que los demás no logran entender. Esa es la experiencia más común, sobre todo en los que recién empiezan a escribir. Entonces lo que yo aconsejo es hacer esa primera separación que es leerse a uno mismo, leerse uno mismo como si tuviera que leer en público y aparecen las repeticiones de palabras, aparecen en cacofonías, ripios. Entonces me parece que es una buena manera de tener una primera separación del texto. El segundo consejo sería dejar que el texto decante durante cierta cantidad de tiempo y luego volver a leerlo con ojos ajenos.
El principio y el final
-De de todas las tesis, ¿cuál es a la que tú enfrentas habitualmente?
-Guillermo Martínez: Serían dos: el principio y el final. La cuestión del principio yo sostengo que el principio es más de la mitad del todo. Un poco eso es una idea que viene de Aristóteles. El principio de una narración ya involucra una cantidad de decisiones que después no se pueden torcer tan fácilmente. Uno ya identifica la franja de altura de la escritura, ¿Hacia dónde va a llegar? En lo alto, en lo lírico, en lo dramático. ¿Y hacia dónde? Hacia lo bajo, hacia lo escatológico, lo sórdido. Uno necesita tener en mente esa clase de abanico de posibilidades. La introducción de los personajes, que es siempre un problema en qué momento de la narración empezar. Uno conoce toda la historia, pero ¿por dónde atacar? ¿Por dónde hundir el cuchillo? Hay una cantidad de decisiones que se toman, el punto de vista. Todas esas decisiones se toman en el principio y tienen consecuencias profundas en lo que sigue. Yo te diría que el principio es uno de los problemas fundamentales. En general, traté de identificar todas aquellas cosas que me traen problemas. La cuestión de la información también es muy importante, ¿cómo hacer para pasar información de una manera que no deje de ser literaria? Que no se abra la información como si fuera una ventana de wikipedia puesta ad hoc cuando uno la necesita. Y la otra cuestión crucial para mí es la cuestión del final, que muchas veces hay también varias posibilidades de considerar el final. Y para mí es ,quizá por mi formación de cuentista, algo importante a considerar. Sí, el principio y el final. Después en el medio uno nada como puede.
-El libro también es una guía de lectura, porque además de tomar como modelo a Italo Calvino, aparece Kundera, Filloy, Saer, Abelardo Castillo, Liliana Heker aparece varias veces, Borges, Sábato, Highsmith, Cortázar. Y hay uno muy importante que es Conrad, que es para ti una figura importante también como motor de la escritura.
-Guillermo Martínez: En realidad Conrad diría yo, leído por Vladi Cociancich, porque ella fue la que de algún modo me mostró una cantidad de cuestiones sobre la literatura de Conrad, que después de, digamos, de algún modo lo leí de otra manera. Él tenía esta esta idea de por el poder de la palabra escrita hacerte ver, sentir, oír. Es esa idea de que la palabra escrita puede despertar en los demás todas las sensaciones. Y yo agregaría de otro modo; también está esa posibilidad de que sean dos maneras de leer. Una manera es el texto con el que te puedes identificar porque de algún modo, de una forma feliz, está transmutado en palabras precisas aquello que tú creías. Que es la identificación como narcisista: “me encanta esto que dice, porque es lo que yo pensaba y qué bien que lo formula”. Y la otra que es más incómoda, pero es que a la vez más interesante es cuando ves algo que te perturba porque nunca lo pensaste de ese modo, porque te incomoda pensarlo de ese modo, y sin embargo de algún modo te seduce, te arrastra a pensarlo de esa manera que nunca te hubieras quizás permitido. Entonces esa es también el otro poder de la palabra escrita. Me parece que bueno que hay escritores como Celine, el mismo Kundera, muchos textos. Nabokov que te hacen pensar, pero con otras coordenadas.
Su admiración por Henry James
-Otro importante para ti es Henry James. ¿Qué tiene Henry James? Has escrito también sobre él.
-Guillermo Martínez: Es el principal, te diría yo. Aunque ahora lo estoy traicionando un poco con Kundera. Pero James en principio tiene temas que a mí me gustan mucho, que son las reflexiones sobre temas de lo que yo llamo la escena literaria. Él tiene una serie de novelas cortas, La muerte de León, La figura en el tapiz, La lección del maestro. Yo las tengo reunidas en una antología que son novelas breves sobre los problemas de creativos en el fondo y la lucha de egos y la ambición creativa. Más allá de que a los editores no les gustan mucho las novelas de escritores sobre escritores, a mí como lector me gustan mucho y cada tanto me permito una. Tengo en realidad dos escritas sobre eso. Hubo también durante mucho tiempo en la Argentina, en nuestro mundillo cultural, una especie de polémica falsa entre trama sí, trama no; trama versus lenguaje, el lenguaje y solo lenguaje, donde parecía de algún modo que la trama desmerecía lo literario, lo artístico de una obra como si fueran cuestiones que solo podían existir por separado. Me parece que Henry James tiene como una especie de tercera posibilidad que me gusta mucho a mí, que es la idea de la conjetura, es decir, todo aquello que está antes de los hechos que configuran la trama. Típicamente, en las novelas de Henry James hay pocos hechos cruciales, pocas decisiones de los personajes, pero precedidos por un infierno de posibilidades. Entonces, me gusta mucho esa especie de mundo conjetural que tienen los personajes y que está en una especie de plano no muy abordado en general, que es el de las reflexiones y las posibles bifurcaciones que no llegan a tomarse.
-Guillermo Martínez: Yo lo que tomé de James es el diálogo, que en vez de estar planteado en forma de guiones como sería en una película o en una obra de teatro, es está de algún modo recordado, evocado. Entonces uno se ahorra todos los. “¿hola, qué tal? ¿cómo te va?”, todo lo que es superfluo y que uno tiene que incluir como verosimilitud. Y puedes ir directamente a alumbrar la escena donde el diálogo tiene la mejor particularidad que es la vividez o el contraste entre la palabra hablada y la reflexión. Entonces eso es algo que él lo vi, lo vi en en varios autores, pero que él hace sobre todo, digamos, de una manera más o menos sistemática.