“El corazón del desafío para el aprendizaje es el interés”. Fueron las primeras palabras de Beatriz Diuk, especialista en alfabetización, en su participación en el stand de Ticmas dentro de la Feria del Libro de Buenos Aires. En los primeros minutos de su ponencia, la también escritora recalcó que nada se puede aprender en realidad si no hay un interés activo de parte de los estudiantes.
En una plática amena nombrada Alfabetización y neurociencias: un camino a descubrir, llevada por Patricio Zunini durante el segundo día de la FIL 2024, Diuk enfatizó el papel de la tecnología en las nuevas formas de aprendizaje, ya que a través de ella precisamente puede despertarse el interés de los estudiantes.
“La tecnología despierta el interés genera entusiasmo, genera ganas. Tiene una posibilidad de captar el interés y el entusiasmo de los chicos que es sumamente valiosa; y en la medida en que los chicos estén interesados, aprender a leer y escribir no es tan difícil, lo que necesitamos es que quieren hacer el esfuerzo. La tecnología nos ayuda mucho en ese sentido”, enfatizó durante la conversación.
Beatriz Diuk es licenciada en Ciencias de la Educación (UBA) y doctora en Psicología (UNLP). Profesora de educación primaria, investigadora independiente del Conicet, directora de la Propuesta “DALE!”. Es también autora de Enseñar a leer y escribir: Guía práctica (y equilibrada) para orientarse en el barullo de la alfabetización inicial (Siglo XXI)
En la conversación con Beatriz Diuk se habló sobre las necesidades de repensar la enseñanza de la lectura y la escritura. ¿Qué tan importante es la escritura a mano? ¿Qué se hace cuando un docente no es apasionado por la lectura? ¿De qué manera el enfoque fónológico ayuda al aprendizaje? Estas fueron algunas de las preguntas que respondió.
-¿Qué tiene que tener un docente como característica esencial para aprender a leer y escribir?
-Son un montón de cosas, pero la verdad es que lo primero que tiene que tener es mucho compromiso y muchas ganas de comprometerse con el aprendizaje de sus chicos. Tiene que tener una formación importante en términos de cómo aprenden los chicos, cuáles son las mejores estrategias, cuáles son las mejores maneras de organizar la enseñanza.
-¿Siempre aprendemos igual? Los que aprendimos hace algunos años y los chicos que aprenden ahora, ¿cambió mucho la forma de llegar a la alfabetización?
-En realidad, lo que pasa desde hace ya algunas décadas es que reconocemos que quienes tienen oportunidades están aprendiendo a leer y escribir casi desde que nacen y esto es una diferencia enorme que no siempre la escuela tiene en cuenta. Hay chicos que llegan habiendo pasado horas y horas haciendo actividades vinculadas con la alfabetización. Esos chicos hacen un recorrido que es un poquito diferente porque es mucho más extenso, tienen mucho más tiempo; por otro lado hay chicos que llegan a la alfabetización en el sistema educativo y entonces el proceso, si bien los aprendizajes son los mismos, los tiempos y la posibilidad de explorar más libremente o la necesidad de una enseñanza más sistemática varía mucho.
-¿Cómo se evalúa el aprendizaje de los chicos para saber si vamos en tiempo o va adelantado o detrás de ese promedio que se está esperando?
-En Argentina tenemos un problema, que es que nadie ha establecido cuál es el promedio que estamos esperando. Nuestros diseños curriculares no tienen metas de aprendizaje claras. Muchas veces los maestros la maestras me preguntan “¿estoy haciendo bien?” y muchas veces ellas mismas se responden porque me cuentan que los chicos aprendieron. Pero un día me di cuenta que en realidad me estaban preguntando si están lo haciendo suficientemente bien. En ese sentido, lo que falta saber es cuáles son los parámetros. Sería muy importante que en Argentina se establecieran, qué es lo que esperamos que aprendan los chicos en cada grado. Una medida posible, y es posible porque es relativamente fácil de obtener, es la cantidad de palabras por minuto. Es muy importante que se entienda en el sistema educativo, es que esto no es porque queremos que los chicos corran y lean más rápido, sino porque es una medida fácil de obtener y que sabemos que está correlacionada con un montón de otras cosas; por ejemplo, que los chicos que leen más rápido también es porque han tenido más experiencia, porque probablemente tienen más práctica, pero no garantiza que entiendan más.
-¿Cuánto tiene de importancia la mano en el aprendizaje al leer y escribir? Te lo pregunto por la profusión de fotocopias que a veces tienen los chicos en las escuelas.
-La neurociencia nos mostró que mucho. El trabajo manual es también una de las vías a través de las cuales, vamos adquiriendo el aprendizaje del sistema de escritura. Lo importante es que sea una mano con ganas e interesada; es decir, copiar y copiar páginas del libro, como se hacían una época no funciona. Esa mano no sirve para nada; en cambio, una mano que está escribiendo con algún sentido que sabe lo que está haciendo, que sabe que lo que hace es para aprender a escribir, pues es una mano que se suma a las fuentes de información que nuestro cerebro tiene para aprender el sistema.
-Hablas de neurociencia. A la charla estaba invitada a Andrea Golding, que no pudo venir porque está enferma, pero ella también trabaja sobre alfabetización con neurociencia y sobre un tipo de experiencia que es la alfabetización fonética o fonológica. ¿Cómo es ese modelo y cómo lo puedes medir con los estudiantes?
-Lo que la psicología cognitiva encontró y que la neurociencia después proporcionó un aval muy fuerte es que aprender a leer y escribir tiene fuertemente que ver con reconocer los sonidos en las palabras. O sea que es un problema lingüístico, y no es como se pensaba en algún momento que era un tema visoespacial de coordinar el ojito con la mano --como se decía hace mucho tiempo--, ni es solamente un tema de construcción independiente del sistema, sino que tiene que ver con poder procesar el lenguaje procesar los sonidos y esto qué implica implica que necesitamos que en las aulas las maestras trabajen mucho ayudando a que los chicos reconozcan los sonidos en las palabras para poder escribirlos. Es algo que es tan simple que no se puede creer y que tiene un impacto tan enorme que tampoco se puede creer a veces me dicen, hay que armar un método, le digo, no hay que aprender a prolongar los sonidos para escribir palabras. Eso es lo que hay que hacer.
-Pero eso es lo que hacíamos nosotros cuando éramos chicos
-En parte sí, algunos hacían esto. ¿Cuál es el problema? Pasaban varias cosas con el método fónico, que es a lo que te refieres, pero no entendíamos por qué funcionaba - la psicología cognitiva y la neurociencia nos explicaron por qué funciona-, pero también el método tenía unas limitaciones que eran serias. Por ejemplo, solo permitía que los chicos leyeran con las letras que les habíamos enseñado (el famoso “mi mamá me mima”), y entonces perdimos lo que yo empecé señalando: el interés. Es decir, el aspecto técnico estaba muy bien -por eso tantos aprendimos con método fónico-, pero tenía un problema que era la absoluta falta de interés que generaba. Si los chicos no venían ya muy motivados por razones personales, hogareñas y demás, era muy difícil comprometerlos. Hoy sabemos que eso no hace falta, que mientras hagamos este trabajo de prolongación van a aprender a escribir. Nosotros proponemos en donde trabajamos una actividad que es tres veces por semana media hora; el resto del tiempo leemos una buena novela, porque ahí es donde están las ganas de aprender a leer y escribir.
- Luis Peccetti, que es un invitado que vendrá más adelante, tiene una frase en la que dice que “para que un maestro contagie el amor por la lectura tiene que primero él tener ese amor”, y él decía que “la biblioteca de maestro tiene que ser más grande que la biblioteca del aula”.
-Estoy de acuerdo, pero no del todo. ¿Qué quiere decir? Si eso sucede, es maravilloso, pero el sistema educativo necesita miles de maestros y tal vez no todos sean apasionados de la lectura. El desafío para los que hacemos didáctica es qué herramientas les damos esos maestros menos apasionados para que igual puedan enseñar a leer y escribir.
-¿Qué se hace con ese docente que no es apasionado? ¿Cómo se hace para contagiar esa idea?
-Como docente hay que estar apasionado porque los chicos aprendan. Eso es innegociable. Ahora hay gente a la que le gusta la matemática. Un docente apasionado por la matemática es un docente maravilloso, pero tal vez le toca enseñar a leer; entonces lo que necesitamos es que ese docente sepa cómo se enseña a leer. Es decir, cuáles son las actividades fundamentales que no pueden faltar en su aula para que los chicos aprendan a leer y escribir. Capaz que tenemos un montón de chicos apasionados por la matemática, que en el mundo actual es algo que necesitamos, pero yo reivindico el derecho a ser buena maestra, aunque no te encante leer. Por supuesto si te encanta leer, bueno, hay ciertas cosas que vas a transmitir que otra no puede, pero necesitamos maestros de todo tipo.
-¿Cómo se trabaja en alfabetización con el error como dato positivo? ¿De qué forma puedes aprovecharte de la fuerza del error para mejorar la alfabetización?
-En lo personal creo que nos hemos enamorado demasiado del error. Es decir, el error nos dice mucho sobre cómo el chico está pensando, pero para el chico el error no es algo que valore tanto. A ellos no les gusta tanto equivocarse. Lo importante con el error es explicarle al estudiante por qué es un error. Que el chico produzca un texto y se le devuelva todo marcadono le aporta nada, lo incomoda y hace que no tenga ganas de escribir. Ese es un mal trabajo con el error. ¿Cuál es un buen trabajo con el error? Que se le pueda explicar “mira acá, en lugar de esto va esto porque tal cosa, porque tal otra”. Ahí hay un aprendizaje. El error tiene sentido en la medida en que realmente lo convertimos en un insumo para aprender algo nuevo. La realidad es que un docente en el aula tiene muchos chicos. Una propuesta que los docentes miran primero con horror y después ven que a los chicos les encanta, es el dictado por parejas en donde se les da una palabra y se tienen que poner de acuerdo y discuten cómo se escribe; después corregimos y luego hablamos.
-Hay una reivindicación por la falibilidad del docente, los maestros se pueden equivocar y está bien ¿Es así? Sobre todo porque antes la maestra era la segunda madre, estaba siempre arriba un pedestal. Ahora la maestra es una persona que trabaja, que se dedica a la educación y que también es falible.
-A mí lo que me parece que es importante es mostrarles a los chicos que hace uno con esa falibilidad. Es decir, una cosa es “y bueno sé y bueno, no sé”, y otra cosa es “tienen razón, acá me equivoqué, voy a vamos a buscar cómo puedo hacer para estar segura, sobre cómo hacer esto”. Son actitudes muy distintas, digamos. Tenemos generaciones con las que a veces el esfuerzo es un tema al que hay que trabajar fuertemente. Entonces, el mensaje de “da lo mismo hacer las cosas bien que hacerlas mal” es un mal mensaje; el mensaje de “todos nos podemos equivocar” y cuando nos equivocamos, usamos esa oportunidad para aprender más es un buen mensaje.
- ¿Cómo acompaña la casa en el aprendizaje de los chicos?
- Yo tengo una vida de trabajar con los más pobres y entonces mi respuesta es de ninguna manera. Lo que quiero decir es que esta responsabilidad es de la escuela. Si la casa acompaña maravilloso, si no la escuela igual lo tiene que poder garantizar. Dicho esto, básicamente una casa donde se lea mucho, donde haya libros infantiles, pero que es algo que no todos pueden tener, una casa donde se converse con los chicos, donde los chicos estén expuestos a un montón de palabras. Hace poco me pasó que en el verano, en una pileta colectiva, que había un papá con una nena chiquitita que le habían regalado uno de estos flotadores con forma de un animal, que uno vaya a saber lo que era porque era raro; fue una interacción de 30 segundos, pero fue: “¿esto es un cocodrilo o es una serpiente o es..?” Nombraron seis animales marinos diferentes. Fue en 30 segundos, casi invisible, pero eso genera un impacto en el vocabulario de los niños, e indirectamente en la comprensión lectora, que es impresionante. Solo que hay que tener la pileta, hay que tener el flotador; hay que tener una serie de recursos que no todos tienen.
-Antes de esta charla, hablábamos del proyecto de Ticmas “¡A leer en vivo!”. Si bien ya mencionamos cómo la tecnología ayuda a los estudiantes, ¿cómo puede acompañar a los docentes en el trabajo con la alfabetización?
-Bueno, yo me interesé mucho por la app porque le proporciona a los docentes información muy valiosa, por ejemplo, cantidad de palabras por minuto que leen los chicos. Esto es un dato que, aunque no es definitorio, es un es un insumo importante para los docentes. Saber cuánto los chicos leen que es una medida en un punto de cuántas ganas tienen de leer. Saber cuántas palabras por minuto leen los chicos permite saber a quién hay que ayudar más y quién necesita menos ayuda, lo que permite diseñar estrategias para los que leen muy despacio y relajarse con los que leer mucho más rápido.
Como en años anteriores, Ticmas tiene un espacio destacado en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, con un stand de casi 400 metros cuadrados y un auditorio donde cada día se realizan charlas y encuentros exclusivos.