Néstor Anaya, rector de la Universidad La Salle: “Cuando los jóvenes piensan en grande, buscan instituciones serias para su formación”

El rector de una de las universidades más prestigiosas de México, con sede en quince Estados, analiza la identidad de la institución y los retos que enfrenta desde su cargo

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Néstor Anaya Marín, rector de
Néstor Anaya Marín, rector de la Universidad La Salle (fuente: X)

Con 62 años de trayectoria, la Universidad La Salle es una de las instituciones más prestigiosas de México. Cuenta con una oferta académica que va desde la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales a la de Ingeniería, pasando por la de Negocios, Ciencias Químicas, Derecho, Arquitectura. Hay sedes en quince Estados, lo que representa una gran cobertura para el país.

En septiembre del año pasado, el Mtro. Néstor Anaya Marín quedó a cargo de la rectoría de la Universidad en un primer período de tres años, finalizando su mandato en 2026. Anaya Marín asumió tres compromisos prioritarios: dar continuidad a los proyectos planteados al 2025, fomentar la cultura de la paz y del respeto, e impulsar la cultura cívico-política para favorecer la participación ciudadana responsable y crítica.

“La Universidad de La Salle nació con una visión humanista y con la intención de dar un servicio educativo accesible y de calidad a las clases sociales más necesitadas”, dice ahora en diálogo con Ticmas, recordando un tiempo en que México todavía no era líder educativo en América Latina y no entregaba una calidad y una cobertura académica acorde. “Así es que buscamos jóvenes que quieran transformar una realidad social con base en conocimientos sólidos, pero también en el desarrollo de su persona y en el sentido de trascendencia”.

Con una experiencia profesional de más de tres décadas, el Mtro. Anaya ocupó cargos como director y docente en diversas obras lasallistas y fue referente en redes y federaciones educativas. Antes de llegar a la rectoría, se desempeñaba como Secretario Internacional de Misión Educativa, en el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en Roma.

Universidad la Salle (Foto: lasalle.mx)
Universidad la Salle (Foto: lasalle.mx)

Los estudiantes que están cursando en la universidad son los que terminaron la preparatoria durante la pandemia. ¿Cómo fue la recepción de esos estudiantes y cómo trabajaron en la recuperación y adquisición de saberes que tal vez se perdieron durante la interrupción de la educación presencial?

—Efectivamente, es una situación totalmente inesperada, pero que nos ha ayudado a darnos cuenta de ciertos contrastes o tensiones. Por una parte, los jóvenes estaban deseosos de regresar a las aulas, pero no tanto por la situación académica, sino más bien por las relaciones interpersonales. Tenían el deseo de encontrarse con sus amigos, de compartir experiencias. Lo emocional nos ha servido para descubrir las motivaciones y así los invitamos a redoblar la marcha. Con todo, hoy en día creemos que la normalidad ha llegado. Es decir: los jóvenes son conscientes en que tienen que estudiar un poco más, pero también son conscientes en que tienen más cualidades para asimilar el estudio. Y los profesores hemos descubierto las bondades de la tecnología, no solamente del internet en cuanto tal, sino de las aplicaciones y las opciones de trabajo colaborativo entre los estudiantes. Esto ha sido realmente una gran noticia y ahora estamos aprendiendo a convivir en un ecosistema virtual donde estamos inmersos.

Siguiendo por el tema de los jóvenes que llegan a la universidad, La Salle tiene preparatorias muy valiosas que han sido calificadas entre las mejores del país. ¿Cómo articulan con la prepa el ingreso de los estudiantes?

—Definitivamente es un compromiso que nos obliga a ser exigentes con nosotros mismos en primer lugar, tanto los profesores como los alumnos. Y yo creo que eso también es una muy buena señal. Cuando los jóvenes no tienen miedo al esfuerzo, sino que, al contrario, piensan en grande, buscan instituciones serias para su formación. Con este deseo y con cierta emulación que vean de sus compañeros mayores, se crea un círculo virtuoso en el que podemos alcanzar los ideales de una preparación académica muy competitiva a la vez que impulsar un sentido social.

Con los años que ha pasado en Roma y la presencia de los valores religiosos están en su historia de vida. ¿Cómo es el compromiso de la universidad con respecto a esos valores?

—En términos curriculares, incorporamos una materia con tres períodos de clase a la semana. Sin embargo, lo más importante es la transversalidad. Es decir, la parte religiosa no la queremos acentuar desde lo dogmático, sino tomar más bien el sentido humanista que se vive a través de valores axiológicos como podrían ser la colaboración, la fraternidad, el conectar con las otras personas, la solidaridad. Tenemos prácticas religiosas que se les ofrecen a los jóvenes, y hay quienes las viven con más intensidad y hay quienes no le ponen tanta atención. Sin embargo, el sentido de solidaridad, de servicio, de respeto, de colaboración es muy fuerte en los jóvenes. Yo no sabría decir si es porque nosotros lo propiciamos o si es por la sensibilidad de los jóvenes, pero puedo decir que, al finalizar sus estudios, hay una tendencia natural más consciente o menos consciente de vivir estos valores. Y eso nos alegra, claro.

Mencionaba las acciones de la universidad en la comunidad: ¿cuáles son?

—Por un lado, todos nuestros proyectos de investigación tienen una resonancia social. La investigación no busca ser académica per se, sino que queremos tener un impacto que transforme la realidad. Un ejemplo es que ahora estamos diseñando un centro interdisciplinario de investigación, donde adecuamos un laboratorio de tejidos humanos y entonces, con una impresora de tres dimensiones, podríamos crear una mano, forrarla con piel y que tenga movimiento y hasta sensibilidad. Son cosas que se hacen en otras partes del mundo, pero queremos hacerlo accesible para las clases sociales que no pueden alcanzarlo. Y, por otra parte, tenemos experiencias que no son con valor curricular. En Acapulco hubo un huracán que destruyó la parte turística:  hemos tenido donadores que nos dieron recursos económicos para que jóvenes de Ingeniería, de Arquitectura, de Psicología se han movilizado junto con sus profesores y estamos ayudando a reconstruir el tejido social desde el conocimiento y la infraestructura. Y también hacemos una colecta anual por solicitud de nuestro órgano en Roma para reunir dinero con el que hacer una pequeña escuela en el Congo o en Kenia. Ayudamos a que la cultura del servicio y la solidaridad se realice en un ambiente muy cercano o más allá de nuestras fronteras físicas.

¿Cómo es la relación de La Salle con el resto de las universidades de México y con las de Latinoamérica?

—Participamos de varias redes y eso nos ayuda mucho al intercambio y a las buenas prácticas. Por un lado están las organizaciones que nuclean a las universidades lasallanas de todo el mundo, y por otra parte, mantenemos un contacto constante con Universidades La Salle en Colombia, Costa Rica, Guatemala, Brasil. De hecho, tenemos profesores que van y vienen; alumnos que hacen también estancia. Es una cierta movilidad que nos ayuda a tener una visión internacional y a encontrar proyectos de colaboración. Aprovechamos para compartir nuestra experiencia y enriquecernos con las de los demás.

La Universidad de la Salle tiene 62 años: ¿cómo se hace para vivir en la tradición, pero también dar respuesta a los jóvenes de hoy?

—Como decíamos al principio de la entrevista, es cierto que tengo poco tiempo en la universidad. Por eso ha sido muy grato conocer a gente que tiene veinte o más años de trabajo aquí. Esa antigüedad nos permite rescatar una identidad que se ha forjado desde los orígenes y que, de alguna manera, se contagia a las personas que nos vamos incorporando a la universidad, sin importar nuestras formaciones o los itinerarios personales. Ese es un elemento importante: el testimonio de cómo se vive la tradición que nos impulsa a seguir. Por otra parte, la formación y actualización que ofrecemos a todo el personal recupera nuestra historia, los principios, la filosofía y eso se va desarrollando en un plan sistematizado que nos permite analizar, que nos permite comprender no solamente una tradición, sino ciertos axiomas que nos motivan al movimiento. Y como tercer punto está nuestro origen. Desde hace más de 300 años, los lasallanos tratan de dar respuestas a las realidades que nos llaman. Así nació la Universidad La Salle México hace 62 años: tratando de dar respuesta a las necesidades de calidad educativa y de amplitud. Ese mismo paradigma nos impulsa ahora a seguir descubriendo, a estar atentos a qué otras realidades tenemos que responder. Ahí encontramos este vínculo entre presente y pasado, y también, por qué no, entre el presente y el futuro.

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