La lectura es indispensable para integrarnos en sociedad. No solo funciona para aprender, pues mucha de la información que recibimos es leída, sino que también funciona como una actividad de ocio que puede ser (o ya es) el pasatiempo y hábito de muchas personas alrededor del mundo. Sin embargo, si no hay voluntad para leer, si no se quiere leer, es imposible que esta actividad genere conocimiento o diversión.
Muchas veces esta actividad se deja de lado debido al poco entendimiento que se tiene de los textos, lo que genera distancia entre el contenido y el lector. Para comprender los libros es necesario invertir tiempo y ser constante y así se podrá generar un hábito de lectura.
Si bien todo el tiempo se buscan estrategias para que las niñas y los niños sean lectores por gusto y por aprendizaje, es necesario voltear a ver tanto a quienes son sus referentes en casa como quienes son sus referentes en la escuela, es decir, los adultos.
Los adultos de Latinoamérica no leen
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el porcentaje de la población de 18 años y más, que lee libros, revistas, periódicos, historietas, páginas de Internet, foros o blogs fue de 68.5 por ciento. El dato ya de por sí desanima, pues quiere decir que apenas un poco más de la mitad de las personas adultas lee, pero el desaliento crece al conocer que comparado con las cifras de 2016, los números de 2023 son un 12.3% más bajos.
En Argentina, la Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2023, realizada por el Ministerio de Cultura, demostró que (igual que México) es en la vida escolar donde más se lee. Por un lado 8 de cada 10 jóvenes de entre 13 a 17 años dijo haber leído al menos un libro en el año, pero apenas un 46% de los adultos mayores de 30 dijeron haber leído un libro en el mismo lapso de tiempo.
Y aunque las cifras de la Cámara Colombiana del Libro afirmó a principios de este 2024 que aumentó a 3.5 el número de libros que se lee en promedio, poco más de la mitad leen por ocio y entretenimiento (un 60 por ciento).
El hecho de que los adultos no lean es una causa directa de que los niños de la región tampoco lo hagan, porque, al igual que los mayores de 18 años, no encuentran la motivación o interés por conocer lo que hay en un texto.
Sin embargo, esto tiene consecuencias al ser la lectura uno de los medios por excelencia para aprender diversos temas (en ámbitos formales o informales). Según un análisis realizado por especialistas de educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), “la región está rezagada 5 años de escolaridad respecto a la OCDE y 10 años con respecto al país líder de PISA”.
Hay que destacar que en los resultados de la más reciente prueba PISA, incluso a los que les va mejor en Latinoamérica como Chile o Uruguay, la diferencia en educación que recibió un adolescente de 15 años es de tres años en términos de calidad (unos 20 puntos) respecto al promedio de los países de la OCDE.
¿Por qué perdemos el hábito de la lectura?
Leer es una técnica que se debe adquirir mediante una rutina continua y orientada. Es como andar en bicicleta, tocar un instrumento o tener habilidades en la repostería: son tareas que necesitan práctica. Cuando se deja de practicar la lectura, se pierde el hábito formado y entre más tiempo se deje pasar hasta retomarlo una vez más, se vuelve un poco más complicado retomar la rutina lectora.
Para que se practique la lectura falta más que solo tener libros disponibles. La lectura está asentada como actividad de ocio durante la infancia. Pero, a medida que entramos en la adolescencia, cae en picado.
Los factores pueden ser muchos: desinterés, rebeldía, distracciones, mayor oferta de ocio… Además, en secundaria se comienza a tratar la Literatura como contenido teórico e histórico y ya no principalmente como actividad de disfrute. Eso puede contribuir a la “ruptura” del hábito.
Funciona similar a lo que ocurre con el cuerpo al dejar al ejercicio, pues lo que no se trabaja, no se fortalece. Sin embargo, cuando se retoma el ejercicio pasará un tiempo hasta que el cuerpo se adapte nuevamente a esa rutina, pero lo hará. Con la lectura ocurre que la mente puede ser más complejo lograr la concentración, pero sucederá.
En general, un hábito es una red de conexiones entre tus neuronas, y esa red esta ya fija. Para generar un nuevo hábito, el cerebro tiene que generar una nueva red de conexiones entre neuronas, por lo que es complejo incorporar un nuevo hábito, pero no es difícil volver a los antiguos. En sí, se necesita un tiempo de entrenamiento y de voluntad para que se generen estas nuevas conexiones neuronales que van a conformar el nuevo hábito.
Los docentes no tienen interés lector
Alberto Escalante Varona, profesor permanente del área de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de La Rioja, explicó en un artículo de The Conversation que es necesario ampliar la función educativa de la literatura, del ocio al aprendizaje, pero sin que eso implique que la comunidad estudiantil pierda el gusto y hábito lector adquiridos en la primaria.
En su artículo sobre el interés que tienen los docentes en la lectura, Escalante Varona apunta a un estudio sobre futuros profesores de kínder y primaria, en el que se revela que no tienen hábito ni interés lector.
“Los porcentajes de alumnos a los que no les gusta leer oscilan en torno al 50 % de los encuestados. No suelen leer más de un libro al mes. Se detectan importantes carencias en su interés por la lectura formativa, a la que no siempre le encuentran utilidad. Y el tiempo que dedican a la lectura no supera las dos horas semanales”, apuntó el especialista.
Se debe acercar a los adultos, a las familias y al personal docente a textos que les permitan conectar con la lectura y así entonces pasar a la comprensión de los textos, en consecuencia se formará un hábito enraizado en el gusto y entendimiento de lo leído.
Cómo fomentar la lectura en los niños
Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), una vez que la lectura habitual se vuelve parte de la rutina de los adultos (tanto en casa como en las escuelas), es mucho más sencillo hacer que los niños lean, pues aprenden con base a la repetición.
El Unicef considera que los cinco consejos infalibles para hacer que la lectura sea un hábito desde pequeños, haciendo que la lectura sea una actividad de ocio (y como consiguiente una actividad de aprendizaje), son los siguientes:
-Comenzar a leerle desde muy temprana edad
Si se lee a los niños desde bebés se forma una conexión con el texto, las palabras nuevas y la emotividad. “Recuerda que los niños aprenden a querer los libros mucho antes de saber leer. Así, los niños acostumbrados a los libros desde pequeños los aprecian aún más cuando crecen”, refiere el organismo.
-Predicar con el ejemplo
Si los niños ven que los adultos leen, lo verán como una actividad divertida y agradable, no como una tarea compleja por terminar.
-Leer por turnos
A medida que las niñas y los niños crecen, es importante comenzar a turnarse para leer y que comience a familiarizarse con las palabras, los tipos de texto, y que a raíz de ambos pueda entender lo que lee al mismo tiempo que se sumerge en el libro en turno.
-Escuchar al niño/niña
Hay que tener en cuenta la evolución de lectura de los niños y niñas. Es importante proporcionarles libros de acuerdo a su edad y al tema que en ese momento sea de su interés. Poco a poco podrán abordar lecturas más complejas.
-Establecer una rutina o ritual de lectura
Para hacer un hábito se necesita de repetición, por lo que es muy importante establecer una rutina de lectura en la que se pase al menos 15 minutos leyendo a los niños de forma diaria. También pueden ser involucrados en eventos de bibliotecas escolares o municipales.
Si la formación lectora falla desde la educación básica, no habrá base de hábito lector y gusto por la lectura en los futuros profesores, y adultos en general que serán el ejemplo de los niños.