A lo largo del tiempo, se ha dictado todo lo que las mujeres deben ser. Amables, humildes, buenas esposas, sensatas, hacendosas, bellas (todo el tiempo) e inteligentes (pero no demasiado). Aún cuando se obliga a las mujeres a seguir todas estas “reglas innatas”, la sociedad tiene una paradoja en los últimos puntos: una mujer hermosa no es del todo inteligente; de la misma forma, una mujer muy inteligente no puede ser bella.
Estos clichés impiden a las mujeres demostrar sus pasiones, talentos, intereses y estilos de vida. Además, perpetrar dichos estereotipos es parte de la violencia estética a la que están sujetas las mujeres, quienes “deben ser blancas, delgadas, serviciales y siempre sonrientes”.
¿Qué es la violencia estética?
Según María de Jesús López Alcaide, doctora en sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la violencia estética es esta imposición de ciertos estándares estilísticos para ser considerada “bella”, lo cual afecta a muchas mujeres de diferentes maneras. Estos patrones arbitrarios de belleza son parte de un sistema de prácticas y creencias que espera que las mujeres se comporten de cierta manera y posean un modelo hegemónico de cuerpo.
Estas imposiciones puedes desarrollarse en cualquier ámbito y durante toda la vida. La especialista de la UNAM comentó que estas normas sociales violentas son abrumadoras, por lo que se convierten en estresores latentes sobre todo para las mujeres, pues cumplir con los estándares de belleza que se han manejado desde hace años es algo casi irreal, que pocas veces se alcanza. Sin embargo, una vez establecidos los cánones a seguir, medios de comunicación, empresas, redes sociales, y los propios hombres diseminan “el modo correcto de cómo las mujeres deben ser o verse”.
“A nosotras, como mujeres, nos dicen que no somos lo suficientemente valiosas si no encajamos con ciertas prácticas como ser delgada o ser femenina. De igual forma, si nos maquillamos poco, si no nos depilamos las piernas o si no nos rasuramos, se nos critica. Realizamos una serie de rituales que vamos interiorizando de tal manera que creemos que, si los cumplimos, nos ayudarán a posicionarnos en el mundo y aumentar nuestra autoestima, pero no es así”.
La violencia estética genera diversas inseguridades en las mujeres (físicas, sexuales, intelectuales), pero también puede incitar al odio y a realizar agresiones verbales.
“Por ejemplo, el modelo de mujer que se nos ha vendido como ideal tiene dos vertientes: la de grandes senos y caderas, cintura pequeña, pompas grandes; y la delgada (sin curvas). Entonces, las mujeres que no tienen estas características tienden a desarrollan una sensación de fracaso”, agregó la especialista.
Como sucede con todos los tipos de violencia, la estética usualmente se cruza con otro tipo de factores de discriminación (raza, el origen étnico, la religión, la incapacidad, la edad, la clase, la casta), lo que termina por causar más opresión en las mujeres.
La violencia estética frena la vida profesional de las mujeres
En el estudio titulado “Mujeres en STEM: Desafíos y Oportunidades en México”, realizado por Movimiento STEM en colaboración con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), desde la educación primaria hay factores involucrados con la belleza y la inteligencia, que desalientan a las niñas a explorar el gusto por las matemáticas, la ciencias y la tecnología.
De acuerdo con Laura Segura Guzmán, gerente de Investigación y Fortalecimiento de Movimiento STEM, que a las niñas no se les permita jugar como a los niños, genera distancia de la exploración de carreras científicas. A pesar de los avances en la conciencia de género, persisten estereotipos arraigados que influyen en la elección de juguetes, actividades y expectativas académicas de las niñas desde una edad temprana.
“Los estereotipos de género limitan el acceso de las niñas a experiencias que podrían despertar su interés en ciencias y tecnología, contribuyendo así a la escasa representación femenina en estas áreas. Que les digan a las niñas que no jueguen con la tierra, puede alejarlas de carreras como Arqueología; lo mismo pasa con las matemáticas o la tecnología, ya que en lugar de fomentarles estos intereses, la sociedad recalca que deben ‘entrenarse’ para los trabajos de cuidados o para seguir preocupándose sobre su imagen exterior”, recalcó.
Estudios han señalado que la violencia estética quita tiempo a las mujeres para poder enfocarse en otros aspectos de su vida, como sus aspiraciones profesionales, sus pasatiempos y su desarrollo personal. Este efecto surge debido a que, como con los trabajos de cuidado y las labores de la casa, la mayoría de las mujeres se ven obligadas a cumplir con estos estándares de belleza.
Los estereotipos dañan más a las mujeres
Pese a todo, seguir los estereotipos resulta en un arma de doble filo: incluso cuando las mujeres cumplen con estos cánones de belleza impuestos por la sociedad, son criticadas y juzgadas por ser demasiado banales, por “no ser inteligentes”.
En ese sentido, la cultura organizacional en muchas empresas del sector STEM a menudo perpetúa estereotipos y prácticas discriminatorias, dificultando la retención y avance de las mujeres en sus carreras.
Además, las mujeres que están dentro del estándar de belleza, ya sea por su genética o por el cumplimiento de los rituales estéticos, enfrentan un crudo panorama de acoso sexual y laboral. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelaron que en 2022 al menos 7.9 millones de mujeres (20%) en México han vivido violencia en el trabajo, la mayoría de índole sexual.
Para reducir el impacto de los estándares sociales de belleza, los espacios cercanos a las niñas y mujeres deben reconfigurar estas concepciones. Es decir, desde casa, los familiares pueden alentarlas a explorar diferentes experiencias y reconocer así qué es lo que verdaderamente les gusta. Fortalecer su confianza también es necesario para tener mujeres más decididas, menos temerosas y más capaces de enfrentar las adversidades.
En la escuela pueden implementarse currículos educativos que desafíen los estereotipos de género y fomenten el interés de las niñas desde una edad temprana en carreras más allá de los trabajos de cuidados. Que las experiencias sean generales, sin importar el género, permite que los niños, niñas y adolescentes descubran cuáles son sus intereses genuinos.