El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) afecta tanto a niños como adultos, incidiendo en varios aspectos de sus vidas, desde el rendimiento laboral hasta las relaciones interpersonales. Un reciente estudio revela que el TDAH es una condición que, si bien aparece en la infancia, puede persistir hasta la adultez en alrededor del 50% de los casos, llevando a problemas de inatención y comportamiento impulsivo. Esta información destaca la importancia de su identificación y tratamiento temprano.
La inatención, la hiperactividad y la impulsividad son los pilares sintomáticos del TDAH. Estudios sugieren que, aunque algunos síntomas puedan disminuir con la edad, pero la inatención suele permanecer e incluso agravarse, impactando negativamente en la calidad de vida del individuo.
Estudio: El caso de David
Según el portal The Conversation, en un relato se cuenta que un joven universitario llamado David se sube a una grúa llevado por una conducta impulsiva y temeraria, sin embargo cae al vacío. Después del accidente, fue diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
El relato fue escrito por Gonzalo Arrondo, Investigador Ramón y Cajal, grupo Mente-Cerebro del Instituto Cultura y Sociedad (ICS), de la Universidad de Navarra, y después fue adaptado a un cortometraje animado para sensibilizar sobre el hecho de que muchas personas adultas tienen TDAH y no lo saben.
¿Qué es el TDAH?
Este trastorno del desarrollo está asociado con un patrón continuo de falta de atención, de hiperactividad o de impulsividad. Los síntomas pueden interferir considerablemente con las actividades y las relaciones diarias de una persona. Este trastorno comienza en la niñez y puede continuar hasta la adolescencia e incluso la edad adulta.
Es decir, el TDAH es una afección del desarrollo neurológico que influye en el comportamiento de una persona. Las personas con este trastorno tienen dificultad para concentrarse y se distraen con facilidad.
¿Cuáles son los síntomas del TDAH?
El TDAH se caracteriza por tres conjuntos de síntomas principales, los cuales son la inatención (dificultades para prestar atención a los detalles, cometer errores por descuido, olvidar tareas cotidianas y perder objetos importantes), hiperactividad (incapacidad para permanecer sentado en situaciones donde se espera hacerlo y la dificultad para participar en actividades de ocio de manera tranquila) y la impulsividad (toma de decisiones sin considerar las consecuencias, las continuas interrupciones y la dificultad para esperar el turno en situaciones sociales que lo requieren).
Otros síntomas frecuentes son la desregulación emocional, que puede mostrarse como baja tolerancia a la frustración, irritabilidad y labilidad emocional; y dificultades en las funciones ejecutivas, que se traducen, por ejemplo, en una baja capacidad para planificar actividades.
Si bien los síntomas de TDAH aparecen típicamente en la infancia, tienden a persistir y manifestarse en la edad adulta. Aproximadamente, el 50 % de los niños afectados seguirán cumpliendo los criterios que definen este trastorno durante la adultez.
A lo largo del tiempo, suelen reducirse los síntomas de impulsividad, mientras que se mantienen –e incluso aumentan– los de inatención. Además, como ocurría con David, el TDAH pasa muchas veces inadvertido durante la niñez y es detectado en la vida adulta, cuando se intensifican los desafíos asociados al rendimiento laboral, las relaciones interpersonales y la calidad de vida en general.
Según varios estudios, la frecuencia del TDAH en adultos rondaría el 3 %, aunque muchos de estos casos permanecen sin diagnóstico. Además, se cree que la mayoría de las personas diagnosticadas en la infancia pero no en la vida adulta presentan síntomas subclínicos (es decir, que no son suficientes para un diagnóstico). Esto invita a entender el TDAH como un rasgo estable en la forma de ser del individuo cuyas consecuencias negativas puede minimizar, conforme madura, mediante la creación de hábitos.
Aún cuando el lector pueda identificarse con estos síntomas hay que consultar con un especialista para saber si realmente se tiene el trastorno o no. Es decir, la recomendación es no autodiagnosticarse.
¿Cómo se diagnostica el TDAH?
El diagnóstico clínico, prioritariamente obtenido mediante entrevistas, es crucial para diferenciar el TDAH de otros trastornos y condiciones similares en adultos. Las técnicas complementarias como los cuestionarios o tests cognitivos, incluidos los computarizados, proveen datos adicionales, pero su eficacia es limitada.
Los tratamientos más efectivos para el manejo del TDAH se clasifican en psicoeducativos, terapias cognitivo-conductuales y tratamientos farmacológicos, que se dividen en estimulantes y no estimulantes. A pesar de la controversia en torno al uso de psicofármacos, estos se consideran seguros y beneficiosos para controlar los síntomas primarios y secundarios del trastorno, reduciendo el riesgo de accidentes y mejorando la vida de quienes lo padecen.
Hay una necesidad latente de una mayor detección y tratamiento en la edad adulta para mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por este trastorno.
Otros trastornos mentales pueden ocurrir con el trastorno de déficit de atención con hiperactividad, incluidos los trastornos de ansiedad, de estado de ánimo y de consumo de sustancias. Para obtener información sobre otros trastornos mentales, visite el sitio web en español del Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH por sus siglas en inglés).