“Estamos convencidos de que la educación es un encuentro”, dice Marlene Gras, fundadora de TierraED. Y sigue: “Un encuentro entre personas, un encuentro con saberes y con tu propósito personal”. Ya desde su nombre, la organización revela un profundo compromiso con la ecología, el medioambiente y la sostenibilidad y hace foco en la recuperación de un tipo de educación individualizada y contextualizada.
“En toda nuestra región”, sigue Gras, “hemos fomentado una visión donde pareciera que todas las escuelas tienen el mismo propósito y los individuos se miden con pruebas estandarizadas. Nosotros creemos que hay que entrar en lo educativo desde una visión más colectiva”.
Además de dirigir TierraED, Gras colabora en diversos proyectos globales y nacionales diseñando y asesorando programas de educación formal y no formal y políticas públicas. Estudió Educación y Desarrollo en la Universidad Anáhuac del Norte, la Maestría en Educación Internacional en la Universidad de Estocolmo y la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad en la Universidad del Medio Ambiente. Es miembro fundador de GELYDA y miembro de la Red MuXED.
—¿Cómo influyen en la misión de TierraED los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la UNESCO?
—Para lograr el desarrollo sostenible, la educación es híper necesaria, es fundamental. Lo que se pide en los ODS es la promoción de políticas públicas —y hay que preguntarse cómo se acercan los países de la región a la educación para la sostenibilidad—, la transformación de los ambientes de aprendizaje, el fortalecimiento de la capacidad de los educadores; y también cómo empoderar y movilizar a las juventudes, y acelerar acciones a nivel local. Nosotros, al entender que la educación es encuentro, partimos de un constructo que no es “Ponte a resolver problemas”.
—¿Por qué?
—Es muy injusto pedirles a las niñas y los niños que se pongan a resolver rápido los problemas, porque se nos acaba el mundo. Es una forma muy reactiva de entrarle al tema del medio ambiente. Creo que ha sido un grave error hacerlo así: primero lo ignoramos y ahora todos corremos a resolverlo. Faltan los fundamentos del encuentro y de la conexión con el entorno. La educación se ha alejado de los ciclos de la naturaleza y de pensarse parte de ella. Esa es una parte de los muchísimos problemas que hoy tenemos.
Innovar para volver a la tierra
La iniciativa TierraED surge con estas premisas y tiene la vocación de co-crear una cultura local regenerativa, colaborativa, justa, pacífica. Marlene Gras está, entonces, al frente de un grupo de personas que buscan una vida más interconectada y que encuentran un punto de reunión en la educación. Con una serie de proyectos y talleres, lo que intentan es que el desarrollo de habilidades socioemocionales y el enfoque STEM posibiliten la existencia de una sociedad más justa y personas más plenas.
“Estamos viviendo los efectos del cambio climático”, dice Gras, “y pensar que los niños van a resolverlo haciendo lo mismo que hicimos nosotros y estudiando en escuelas cerradas al entorno, que ven a la educación ambiental como una partecita del currículo, no solo nos va a llevar a lo mismo sino que vamos a llevar más ansiedad a las juventudes”.
—¿Cómo se puede hacer algo distinto?
—TierraED, primero, busca una conexión básica, porque no puedes resolver algo que no te interesa o no entiendes en profundidad. ¿Cómo vas a conectar con tu entorno natural si en la escuela tienes un libro que habla de un ecosistema que no existe en tu comunidad? ¿Cómo vas a conectar si todas las clases se llevan dentro de un aula de cuatro paredes? Hay que empezar a ver la escuela dentro de una sociedad mucho menos fragmentada e integrar el aprendizaje con la naturaleza en donde estés, entendiendo y viviendo los ciclos, y con un estilo mucho más pausado.
—¿Qué es la innovación regenerativa?
—Innovar no significa simplemente buscar cosas que se van a vender mejor. Todos nosotros deberíamos aprender a innovar desde un fundamento ético: evaluando el potencial, las características naturales, las condiciones de vida que van a provocar. Esa es la regeneración. Entonces, ¿cómo generamos una educación que mejore las condiciones de vida para las niñas y los niños, y las sociedades en las que ya están insertos? Nosotros tenemos una propuesta de educación no formal que se llama “TierraED Exploradores”, donde los niños aprenden a estar en la naturaleza. Porque a veces no saben ni qué ropa ponerse. No es agradable no saber qué zapatos usar o cómo cuidarte de las quemaduras del sol en la cara. Es una apuesta para que niñas y niños de cualquier sector socioeconómico salgan a entornos naturales: parques, bosques, desiertos, playas, etc. La segunda cosa es que tenemos una propuesta que se llama “Escuela de la Tierra”…
—¿Las “Escuelas verdes”?
—En algunos lugares les llaman así. El constructo es cómo generas una escuela en donde las niñas y los niños vivan la educación a partir de cuatro principios —cuidar de la tierra, cuidar de las personas, repartir con justicia y regenerar—, y qué habilidades y competencias tienes que aprender para que eso suceda. La educación para la sostenibilidad y la educación regenerativa va mucho más allá de salvar al planeta o mitigar los efectos del cambio climático. Es un constructo emocionante, es más profundo y, por supuesto, es más retador.
—En el contexto de un aprendizaje para la ecología y la regeneración, ¿cómo abordan el aprendizaje basado en proyectos?
—Los modelos tradicionales enseñan con la lógica del input-output, resultados, impactos. El modelo regenerativo es circular; te permite iterar. Eso es algo fundamental para la educación y para el aprender a aprender. En mi experiencia he podido implementar programas en comunidades con altos índices de vulnerabilidad y he comprobado muchas hipótesis, como por ejemplo, que si tú les acercas a los niños las oportunidades de aprender de forma activa, de conectarse con la naturaleza y con su comunidad, lo puedes lograr. El aprendizaje basado en proyectos es muy poderoso porque las niñas y los niños pasan de ser consumidores a ser creadores de sus propias realidades, a proponer qué y cómo quieren en sus realidades. Es un cambio de mindset.
—En muchas entrevistas me suelen decir que el cambio cultural es la condición necesaria para cualquier transformación de la educación.
—Sí, ¡y es lo más difícil de cambiar! Cuando empecé a trabajar con el Aprendizaje Basado en Proyectos, lo implementé primero en un bachillerato técnico y seis meses después con niños de primaria. Las dos escuelas estaban junto al mar y el proyecto era cómo limpiar los mares. Mi sorpresa fue que los prototipos y los argumentos de ambos eran muy similares. Eso me hizo ver que estábamos fallando en cómo plantear la necesidad a la comunidad. Porque si hay que limpiar los mares, y las razones y soluciones que te dan los niños de primaria y los de bachillerato —que tienen educación técnica— son las mismas, algo está pasando. Hemos fallado en no traer una educación muchísimo más vivencial y, al mismo tiempo, mucho más sólida. Tendrían que entender de dónde viene la basura, por qué afectan los microplásticos.
Aprender a aprender
Una búsqueda permanente de TierraED es lograr que la educación se ponga en función de las capacidades de cada persona. “Todos tenemos un potencial distinto”, dice Gras, “tenemos un set de aspiraciones distintas, todos estamos conformados por historias de vida distintas”. Las oportunidades educativas, entonces, deberían estar destinadas a que haya momentos en los que experimentar con diversas situaciones, y así lograr una autoconciencia más profunda.
“Si las escuelas hicieran eso seríamos aprendices de toda la vida”, dice Gras. E inmediatamente dice esa palabra: entusiasmo. “Es enganchar a las niñas y niños y a los adultos con este entusiasmo. Porque para generar sociedades sostenibles, no sólo tendríamos que ser personas que aprenden sino comunidades que aprenden”.
—¿Por qué?
—Porque la comunidad también se atrevería a cambiar. Si algo no nos funciona para organizarnos o para cuidar el agua, seríamos capaces de cambiar más ágilmente. Es el cambio cultural del que hablábamos. Por eso, aprender a aprender no es sólo para insertarse en los mercados del siglo XXI con el upskilling y el reskilling, sino que es básico para la sostenibilidad. El modelo educativo es muy industrial. Hay que flexibilizarlo, hacerlo más incluyente, que tenga más voces.
—Hace unos momentos hablaba del aprendizaje en la naturaleza. ¿Cómo es, cómo se da?
—Hay muchas formas de hacerlo: juego libre en la naturaleza, caminatas en la naturaleza, escuelas del bosque, del mar. Que haya en la escuela una vegetación autóctona circundante. Varios estudios dicen que la exposición al aprendizaje basado en la naturaleza aumenta la capacidad de concentración, disminuye el estrés, genera mayor autorregulación, hace que estés más involucrado, más activo y apto físicamente. Además, genera un contexto social más calmo, silencioso, seguro, cooperativo. Y eso genera mejores resultados académicos, mayor desarrollo personal y mayor agencia. Desde mi punto de vista, estamos poniendo muchísima atención al upskilling, al reskilling y a todas las pruebas estandarizadas, y le damos muy poca atención a la pérdida de la naturaleza desde las escuelas. La educación puede ser mucho más activa en la conservación de la flora y fauna. Es una transformación profunda que necesitamos.