México es un país rico en gastronomía, biodiversidad, etnias, lenguaje y hasta en las formas de pronunciación. Si bien alrededor del territorio azteca los significados y pronunciaciones varían, hay una palabra que todos conocen, que no varía su significado, pero que sí tiene una dualidad entre su escritura y su pronunciación: México.
La palabra México proviene del náhuatl “Mēxihco”. Se compone de tres vocablos: Mestli (Luna), Xictli (ombligo) y Co (indicativo del lugar); su pronunciación correcta en su lengua original es con el sonido de la “s h” en donde va la “x“, es decir, Meshico. El nombre oficial del país, tal como aparece en la Constitución Política, es Estados Unidos Mexicanos.
En su pronunciación en español castellanizado ha surgido la duda sobre por qué si se utiliza la grafía x la pronunciación se hace con “j”.
Un artículo de investigación de Rocío Cruz Ortiz, profesora de Lengua española de la Universidad de Granada, sugiere volver a la historia de la lengua, para recordar que en latín el sonido que corresponde a nuestra jota actual no existía. Ya sea que se pronuncie de una manera tensa o más relajada (como una /h/ aspirada), esta letra en realidad es una articulación que surgió en la configuración de las lenguas romance. Los historiadores de la lengua datan entre los siglos XV y XVII.
Pronunciación de las grafías j, g y x
De acuerdo con la especialista, en castellano medieval había dos sonidos que el español contemporáneo ha perdido: el prepalatal fricativo sordo (/∫/), que sonaba como una sh, y su correlato sonoro /ʒ/.
El primero se pronunciaba como diríamos hoy, por ejemplo, el nombre de la famosa cantante Shakira, y le correspondía la letra x. En el siglo XVI fue cuando se adaptó al español el nombre náhuatl de México (en aquella época sin tilde), que nunca se pronunció Méksico, sino Méshico, como una palabra esdrújula. Antes de esto, la pronunciación era Meshíco, que aunque en el náhuatl no hay tildes, la palabra era grave por las características de dicha lengua.
Cruz Ortíz refiere que el sonido de /ʒ/ era similar al anterior, pero con la característica de hacer vibrar las cuerdas vocales y se representaba con las grafías j y g. Con estas reglas lingüísticas, palabras como mujer o gentil se pronunciaban similar a como se pronuncia hoy en día “yo” o “haya”.
De ambos sonidos (/∫/ y /ʒ/) surge el actual sonido de la jota. Pero ¿de qué manera? Al ser fonemas que solo se diferencian por el rasgo de la sonoridad, con la evolución del idioma dejó de usarse la versión de “vibrar las cuerdas”, por lo que el sonido /ʒ/ se convirtió en /∫/.
“Esto fue sucediendo progresivamente entre el final de la Edad Media y las últimas décadas del siglo XVI (como tarde inicios del XVII). O sea que lo más probable es que Cervantes pronunciara el título de su gran novela como “don Quishote”. De hecho, el Quixote pasó con sh a otras lenguas romances: Quichotte en francés, Chisciotto en italiano”, añade Rocío Cruz.
Más adelante, el idioma cambió una vez más debido a que la sh empezó a confundirse con la /s/. Como una muestra de ese trueque consonántico, aún quedan palabras similares como como sepia y jibia, o en los apellidos Juárez/Suárez/. Así el fonema /∫/ se convirtió en el sonido correspondiente a nuestra jota actual que, por cierto, se representa con /x/ en el alfabeto fonético.
Reformas lingüísticas y México
Por un tiempo, las palabras que se escribían con “x” se pronunciaban con jota, dejando de lado el sonido de la “sh”. Para inicios del siglo XIX, con las reformas ortográficas que lleva a cabo la Academia de la lengua, se estableció que las palabras que tenían una equis debían escribirse con jota; así palabras como xabón (shabón) pasó a ser jabón (pronunciación actual).
Aún cuando otra palabras si cambiaron, modificar el nombre de un país o una región era más complejo y afectaba, entre otras cosas, a la identidad nacional de su población en un momento histórico, además, delicado, pues la reforma ortográfica de la RAE coincidió con el conflicto por la lucha de la independencia de las naciones americanas.
Si bien hasta inicios del siglo XIX lo recomendado por la RAE era escribir Méjico, la mayoría de los ciudadanos se resistió a cambiar la grafía del nombre de su país. De ahí que no sea extraño encontrar escrito el nombre de esta nación con jota en algunos documentos antiguos. A principio del siglo XXI se dio marcha atrás con la recomendación, debido a una nueva política en la que se publicaron conjuntamente las obras normativas del español por la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) y la Real Academia Española (RAE).
En la actualidad, la norma académica no considera como incorrecto representar con la grafía “j” nombres de lugares como México o Texas, aunque lo más recomendable es su escritura con “x”. Lo que sí deja claro respecto a su pronunciación es que, en español, no se debe pronunciar ni /méksiko/ ni /téksas/.