Por momentos, la realidad parece tan compleja que resulta incomprensible o inasible. Un ejemplo que todos conocemos: hace un año, mientras todavía tratábamos de encajar el golpe que nos había dado la pandemia, irrumpió la inteligencia artificial y aquello que hasta entonces era considerado como una fantasía de Philip K. Dick o Ray Bradbury, cambiaba —¡otra vez!— las reglas del juego.
Las transformaciones sociales y la idea de un futuro laboral marcado por la incertidumbre imponen con el aprendizaje un tipo de relación que no puede acotarse al período tradicional. Pero, a la vez, los desafíos de la educación son siempre los mismos: cómo ayudar a que las personas alcancen su máximo potencial, cómo acompañarlos en el desarrollo integral, de qué manera asegurar que haya oportunidades para todos y que se puedan acortar las brechas socioeconómicas.
Un milagro que tomó décadas
Antes de llegar al Tec de Monterrey, Michael Fung tuvo un paso destacado por varias universidades y organizaciones de Asia: trabajó en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, en la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur y en la Universidad de Gestión de Singapur. Fung desarrolló junto a su equipo un modelo educativo con el que logró llevar a estas instituciones a ocupar los primeros puestos de los rankings de Asia durante varios años. Además, desde su rol como presidente y fundador de la Asociación de Planificación de la Educación Superior de Asia, promovió el movimiento SkillsFuture, cuyo objetivo era desarrollar habilidades para la industria dentro del sistema educativo.
Actualmente se desempeña como director ejecutivo del Instituto para el Futuro de la Educación (IFE), del Tec de Monterrey, donde crea, disemina y aplica innovación educativa basada en la investigación para mejorar la educación superior y el aprendizaje a lo largo de la vida.
En el marco del IFE Conference 2024, Michael Fung mantuvo un diálogo con Ticmas en el que abordó algunos de los interrogantes centrales de la educación actual.
—En las últimas pruebas PISA, Singapur aparece como uno de los líderes a nivel global. Además, el país ha desarrollado un exitoso modelo de educación matemática que se intenta replicar en varios lugares del mundo. ¿Cómo se logró el “milagro” de Singapur?
—A Singapur le ha ido muy bien en PISA, tanto en aritmética como en alfabetización. Ha mejorado a lo largo de los años. Pero tomó tiempo: no fue en un par de años y de repente llegamos allí. Fueron necesarios unos cuarenta o cincuenta años, desde la independencia del país, para construir ese sistema. El desarrollo de Singapur es una inversión sostenida y creciente en educación para el desarrollo del capital humano…
—¿Qué porcentaje del PBI se destina a la educación?
—El 25%, incluyendo a la educación superior. Si pienso en los primeros años de desarrollo educativo, éramos como muchos otros países en desarrollo. No teníamos suficientes escuelas, no teníamos suficientes maestros. Cuando éramos niños, las escuelas tenían dos turnos —mañana y tarde— para maximizar el uso de las instalaciones.
—¿Cómo se dio el cambio?
—A medida que se invirtió más en infraestructura y se tuvieron más profesores, se pudo ofrecer una educación más completa. Ahora bien, quiero destacar la importancia de la alfabetización y la aritmética básica. La alfabetización es necesaria para comprender lo que leemos e informarnos; la aritmética es un componente muy importante en el pensamiento crítico y el pensamiento complejo: cómo entrenamos a nuestra mente para pensar los problemas. No se trata sólo de desarrollar la parte técnica, sino de comprender el mundo y ser capaz de pensar críticamente sobre él. Por eso creo que en el nivel primario y medio, la inversión en aritmética y alfabetización debe mantenerse o incluso aumentar. Porque, de otra forma, tendrás estudiantes que no van a poder continuar sus estudios en la universidad debido a la falta de alfabetización.
El aprendizaje continuo o la curiosidad natural de los humanos
En un ambiente profesional cambiante, el trabajador necesita estar en evolución constante para hacer frente a los desafíos que puedan ir presentándose. El aprendizaje continuo o lifelong learning se plantea como una herramienta crucial para adquirir y perfeccionar habilidades y competencias.
A través de cursos breves y puntuales, los trabajadores pueden dar respuesta a las demandas del mercado a la vez que impulsar su crecimiento personal Es un tipo de educación que no sólo está pensada para que pueda tomarla cualquier interesado, sino que tiene la propiedad de otorgar más posibilidades a quienes no fueron a la universidad.
—Sin embargo, las estadísticas más recientes, señalan que la gran mayoría de los que toman esos cursos son, justamente, graduados universitarios. Entonces, ¿qué tan grande es el mercado? Y ¿cómo se puede evitar que se amplíe la brecha socioeconómica?
—Tu primer punto es cierto, la mayoría de los estudiantes que buscan un aprendizaje continuo son graduados o tienen los niveles más altos de educación. Pero la necesidad de un aprendizaje continuo es mucho más amplio que eso. Por ejemplo, ahora es necesario acrecentar las habilidades en alfabetización digital. A medida que los roles laborales evolucionen, se necesitarán oportunidades de aprendizaje durante toda la vida. El reto está en que nuestras inversiones en educación no respaldan eso: se realiza una gran inversión en los primeros 12 a 16 años de la educación formal, y después de eso hay muy pocas. El sistema no está lo suficientemente desarrollado como para sostener el aprendizaje continuo, y por eso no vemos una gran proporción de estudiantes en ese espacio. Pero yo pensaría que esa proporción tiene que ser tan grande como el tamaño de la población.
—¿Y en cuanto a la ampliación de la brecha socioeconómica?
—Si el 20% de la población tiene un título, el 80% restante necesita un aprendizaje que no se está abordando. Un estudiante que se ha formado en la universidad, también se ha formado en el proceso de estudio y, por lo tanto, puede seguir estudiando con una educación continua. Sin embargo, quien tuvo un abandono escolar, tiene que volver a aprender a aprender. La mentalidad para el aprendizaje continuo es muy importante. En mi experiencia desarrollando el sistema de educación continua en Singapur, he visto que no es verdad que quien no haya obtenido un título universitario no tiene la mentalidad para el aprendizaje continuo. Hay que dar oportunidades para aprender y para demostrarte a ti mismo que puedes aprender.
—¿Cómo se dan esas oportunidades?
—Es difícil decirle a alguien que aprenda programación e inteligencia artificial; ese no es el camino. Pero si a un técnico que usa las manos, le das a aprender algo con un nivel introductorio, cuando haya pasado por eso y vea que pudo aprender, habrá adquirido confianza. Eso fue lo que hicimos con personas encargadas de la limpieza, trabajadores de seguridad, amas de casa. Si les brindas esa pequeña oportunidad de aprender, darán ese paso y tendrán la confianza para aprender más. Los humanos somos curiosos por naturaleza. Aunque nos decimos a nosotros mismos que ya no podemos aprender más, que ya hemos aprendido lo que necesitamos, queremos aprender más. Hay que contrarrestar mensajes como “Soy demasiado viejo” con pequeñas experiencias de aprendizaje.
—¿La educación continua es responsabilidad del Ministerio de Trabajo o del Ministerio de Educación?
—El problema que discutimos es demasiado grande como para un solo ministerio o un solo instituto. Hablamos de crear una sociedad de aprendizaje en la que cada segmento se diga a sí mismo que puede aprender y que tiene la oportunidad. Tal vez algunas personas digan entonces que también debería ser responsabilidad del Ministerio de Equidad o de Inclusión. En última instancia, la pregunta es cómo construimos una nación que aprende, donde todos se consideren aprendices y tengan la oportunidad y la forma de seguir aprendiendo. Es una tarea muy grande. Necesitamos de los ministerios, de las instituciones, del sector privado, de grupos comunitarios, de todos.
La pregunta de los diez millones de dólares
—Una última pregunta. Si tuviera diez millones de dólares para destinarlos a la educación, ¿en qué dónde los invertiría?
—¿Diez millones de dólares? Ciertamente los invertiría en el aprendizaje digital del segmento más desfavorecido de la sociedad, porque hay mucho contenido y muchas oportunidades para aprender en línea. Las clases altas y los graduados pueden comprar sus propios dispositivos y seguir aprendiendo por su cuenta. Pero las personas que se encuentran en el nivel socioeconómico más bajo puede que ni siquiera tengan un teléfono inteligente. Ahora bien, si les damos el equipo adecuado tendrán acceso a un mayor aprendizaje y, en última instancia, el aprendizaje es el mayor movilizador social. Entonces invertiría los diez millones en adquirir dispositivos para que puedan continuar aprendiendo y mejorando sus vidas.