Sin duda, disfrutar de las vacaciones junto al mar es un placer compartido por muchos, pero también es vital reflexionar sobre nuestras interacciones con la naturaleza en estos momentos de descanso. Como ecóloga, me he dedicado a observar de cerca el comportamiento de los turistas y su relación con el entorno, en este caso el marino.
Cada día, la playa se convierte en testigo de distintas actitudes. Hay quienes buscan la serenidad y llegan temprano para deleitarse con el suave sonido del mar, mientras que otros optan por compartir la música del verano con todos, gracias a parlantes a todo volumen. Algunos son responsables como yo, que regresan a casa con la basura cuidadosamente guardada en el bolso, y lamentablemente, otros abandonan la playa dejando atrás sus residuos en la arena.
Ayer, en un rincón de la costa bonaerense, presencié un episodio que me llevó a plasmar estas reflexiones en el “Día Mundial de la Educación Ambiental”, que hoy 26 de enero estamos celebrando. Un pequeño lobo marino apareció en la playa, cerca del muelle de pesca. La escena se volvió caótica cuando la gente se agrupó alrededor del indefenso animal, ansiosa por capturar la selfie perfecta para compartir en redes sociales. Afortunadamente, la rápida intervención del guardavidas permitió acordonar la zona con cintas, brindando al pequeño lobo la oportunidad de recuperar fuerzas antes de regresar al mar. Su única intención era descansar en esa hermosa playa, tal como muchos de nosotros buscamos hacerlo.
Poco después, noté que la gente se alejaba del pequeño lobo marino, y varios niños se encontraban inmersos en una animada conversación con un joven alto. Este joven, Alan Kaminski, resultó ser un profesional en seguridad y ambiente, especializado en etología y zoología, que trabaja en la dirección de Zoonosis de Villa Gesell.
La curiosidad me llevó hacia él, y rápidamente descubrimos que compartíamos un lenguaje común: el del respeto a la naturaleza, la conservación, el cuidado del ambiente y la imperiosa necesidad de seguir trabajando en la educación ambiental. Su intervención, sus explicaciones y el intercambio de información entre los turistas que se acercaban habían tenido un impacto real en el comportamiento de las personas.
Alan me reveló que su presencia en el lugar respondió a una llamada al 103, la línea de emergencia de la Municipalidad de Villa Gesell, que alertaba sobre la presencia del lobito de mar bajo el muelle. La intervención de Zoonosis era necesaria para verificar que el animal no presentara síntomas de gripe aviar y, de esta manera, atender tanto las necesidades del animal como las de las personas. Al llegar, se encontraron con un pequeño lobo marino en buen estado que simplemente había salido a descansar.
Fue entonces cuando Alan inició su labor. Después de establecer un perímetro se encontró rodeado de turistas de todas las edades. Les explicó que estos mamíferos comparten las costas bonaerenses con nosotros, salen, descansan, mudan el pelaje y luego regresan al mar. Por eso, es fundamental que la gente no los alimente, no los toque ni los moje. Este era su momento para educar a los turistas sobre estos temas y brindar información, ya que el desconocimiento a menudo conduce a comportamientos humanos que pueden complicar la vida de los animales.
Hablamos un largo rato sobre educación ambiental, Alan compartió su mirada sobre la importancia de sostenerla en el tiempo, ya que abarca la salud, el turismo y la conservación de las especies entre otros aspectos. Según él, “sin una educación ambiental sostenida, corremos el riesgo de no poder aprovechar la oportunidad de compartir el espacio natural con estos animales”.
Enfatizó que “profesionales como nosotros tenemos un papel crucial en la educación de la gente, adaptando el contenido para que llegue al público de todas las edades. Desde los más pequeños hasta los adultos, es fundamental que reciban información. Solo así podremos seguir disfrutando de estos espacios naturales a lo largo de las generaciones, asegurando un equilibrio armonioso entre nuestra presencia y el entorno que compartimos con estos animales marinos”. La educación ambiental se convierte, así, en la llave para preservar la magia de estos lugares y promover un respeto duradero hacia la naturaleza.
El 3 de junio de 2021 se publicó en el Boletín Oficial la Ley para la Implementación de la Educación Ambiental Integral en la República Argentina bajo el N°27.621, la cual tiene por objeto establecer el derecho a la educación ambiental integral como una política pública nacional que promueve un proceso educativo continuo con enfoque transversal. Su objetivo principal es desarrollar una conciencia ambiental, contribuyendo a la formación ciudadana y al ejercicio del derecho a un ambiente saludable, digno y diverso.
Que sea integral significa que las estrategias previstas para abordar la ley se llevarán adelante en forma simultánea en los ámbitos formal (el sistema educativo tradicional de escuelas y universidades), no formal (organizaciones de la sociedad civil) e informal (medios de comunicación). Esas estrategias deben estar dirigidas a los ciudadanos de todas las edades, grupos y sectores sociales, con el fin de diseñar proyectos de educación ambiental estableciendo acciones en el corto, mediano y largo plazo.
La falta de educación ambiental ha generado la indiferencia y el desinterés de las generaciones anteriores para abordar las amenazas actuales y proteger nuestro planeta. Hoy, la educación ambiental nos brinda la oportunidad de formar nuevas generaciones de ciudadanos conscientes y comprometidos con la preservación de nuestro medio ambiente, asegurando así una vida sostenible para las generaciones futuras.