Los titulares hablan con frecuencia de problemas de aprendizaje, de falta de presupuesto, de deudas pendientes acumuladas desde hace años. En las redes sociales el tono sube: desprecio a los maestros, insultos a los funcionarios, críticas a los adolescentes, sentencias de defunción para la escuela (“es una institución del siglo XIX…”). Sin embargo, 8 de cada 10 estudiantes argentinos se sienten parte de la escuela a la que asisten: para ellos, algo valioso sigue sucediendo ahí.
El 78,4% de los alumnos argentinos tienen “sentido de pertenencia” a su escuela, según surge de la encuesta que respondieron los chicos de 15 años que participaron en la prueba PISA 2022. La cifra es superior al promedio de la OCDE (74,6%) y, si bien no es de las más altas del mundo, sí se ubica en la parte superior de la lista de 81 países que participaron de la prueba. El indicador se refiere al bienestar de los alumnos en la escuela, más allá de los aprendizajes.
El 73% de los estudiantes argentinos informaron que hacen amigos fácilmente en el colegio. Por otro lado, el 22% reportó sentirse solo y el 26% se siente “extraño” o excluido de las cosas en la escuela.
El informe PISA 20222 señala que el bienestar escolar no está necesariamente asociado al desempeño: más sentido de pertenencia no se traduce en mayores aprendizajes, ni viceversa. Sin embargo, plantea que esas dos dimensiones –junto con una tercera: la equidad– resultan fundamentales para evaluar la solidez de un sistema educativo, especialmente para medir cuán preparado está para una disrupción como la que representó el COVID-19.
Tras la pandemia, y en línea con la preocupación global por la salud mental de los adolescentes, la encuesta de PISA 2022 encontró que en la mayoría de los países –incluida Argentina– disminuyó la satisfacción de los estudiantes con su vida en términos generales en comparación con 2018.
El 22% de los estudiantes argentinos de 15 años informaron que no estaban satisfechos con sus vidas: 7 puntos más que en 2018 (15%), y 4 puntos más que el promedio de la OCDE (18%). A pesar de eso, el sentido de pertenencia escolar se mantiene relativamente alto.
Una trama de vínculos y esfuerzos
¿Por qué –a pesar de las críticas que recibe a diario, de la invasión de pantallas y del desinterés de las dirigencias– la mayoría de los chicos siguen sintiendo que la escuela es su lugar?
Para Manuel Villalba, recién egresado del CET N° 2 “Jorge Newbery”, una secundaria técnica de doble turno en San Carlos de Bariloche, la respuesta tiene que ver con los vínculos que se tejen allí. Pero también con el esfuerzo personal y la perseverancia que se ponen en juego al enfrentar los desafíos de aprendizaje que la escuela propone.
“Cuando uno está terminando el último ciclo lectivo, es difícil explicar el sentido de pertenencia a la escuela. Son seis años en los que han pasado muchísimas personas –docentes, preceptores, porteros–, y uno siempre se lleva algo de los demás. La escuela te acompaña en todo, en nuestro caso se volvió una segunda casa. La cantidad de tiempo, esfuerzo, logros, altos y bajos hacen que uno se sienta parte de la escuela, y que también sienta mucha nostalgia cuando esta etapa se termina”, explica Manuel a Infobae.
Algo parecido planteaba su compañero Valentino Lemes en el discurso que dio ante los profesores y estudiantes en el acto de egreso. “La escuela es como una familia. Es casi mi primer hogar, porque estoy más tiempo acá que en mi casa”, dijo Valentino, y desató la risa de quienes lo escuchaban. Luego agregó: “No caigo en que no voy a estar más acá. Eso me parte el alma”.
Si el sistema educativo funciona tan mal como dicen algunos, si está condenado a la extinción inminente, ¿por qué, después de seis años allí, un adolescente dice que le parte el alma terminar la escuela?
Bruno Guillén, profesor del CET N° 2, responde: “La adolescencia conlleva una carga emocional muy grande. Los chicos buscan sentirse seguros y acompañados, buscan pertenecer a un grupo junto a sus pares. Muchas veces las amistades que forjan en la escuela durarán para toda la vida. Todo el tiempo que comparten juntos, sumado a las experiencias que viven día a día, genera en los estudiantes un sentido de pertenencia y un cariño muy grande por la escuela”.
Sigue Bruno: “No es igual para un niño del Norte del país que para uno que vive en el Sur, ni siquiera podemos encontrar escuelas parecidas dentro de una misma ciudad; cada escuela es un mundo. Pero estén donde estén, las escuelas comparten un denominador común: cada una será testigo de ese gran cambio en los estudiantes, que poco a poco irán dejando su lugar de niños para asumir cada vez más responsabilidades”.
Desde los primeros años empieza a construirse esa pertenencia. Silvia Vilches, directora de la Escuela Primaria N° 7 de Villa Devoto, conocida como “La Banderita”, describe el entusiasmo y el orgullo de los alumnos cuando tienen que crear la bandera de su grado, cuando les toca actuar delante de toda la comunidad, cuando escriben un cuento en equipo o cuando participan de una celebración escolar.
“Cada niño es feliz en la escuela porque encuentra ahí un lugar para ser. Un lugar donde recibe todo el tiempo la mirada atenta no solo de sus maestros, sino de sus compañeros. Donde puede jugar, compartir, desplegar su creatividad, exponer sus ideas. La escuela es un lugar de creación con otros, un espacio donde se vive y se disfruta, de manera individual y colectiva”, afirma Silvia.
Un punto de partida para construir aprendizajes
“En un mundo donde todos corren y el tiempo pasa rapidísimo entre las noticias y las redes sociales, en la escuela sigue habiendo un lugar fundamental para la palabra, para las ideas, para expresar los sentimientos. Cuando un niño comparte algo, hay todo un grado que lo escucha: muchas personas que buscan la manera de ayudarlo. Eso solo pasa en la escuela”, agrega la directora.
Su colega Gabriela Salvadores, vicedirectora de “La Banderita”, coincide: “A pesar de la mirada crítica del adulto, los chicos miran la escuela precisamente con ojos de infancia. Es el lugar al que quieren llegar porque comparten, opinan y deciden con otros chicos que sienten parecido. Se divierten, hacen en equipo, aprenden y se comunican lo aprendido. Y encuentran en los docentes la escucha atenta y la palabra urgente, quizás la guía en un mundo con pocos referentes a seguir”.
A Viviana Postay, docente de nivel superior, formadora de docentes y referente de Argentinos por la Educación, no la sorprende que la encuesta de PISA muestre un alto sentido de pertenencia escolar entre los estudiantes: “Cuando estuvimos en pandemia y se interrumpieron las clases presenciales, los chicos decían que extrañaban la escuela. Creo que este dato es una alerta para todas las teorías que hablan de la obsolescencia del dispositivo escolar y dicen que ya no sirve. Parece, por el contrario, que el dispositivo escolar está vivito y coleando y sigue produciendo sentido”.
Para Postay, que los chicos se sientan bien en la escuela es un punto de partida que debe aprovecharse para encontrar las maneras de fortalecer los aprendizajes: “Este sentido de pertenencia de los estudiantes es un hilito desde donde empezar a tirar del ovillo. A partir de la pertenencia a la institución escolar, podemos construir otras pertenencias que tengan que ver con el conocimiento y el aprendizaje”.
Con más de diez años de experiencia como directora de escuela en Córdoba, Postay señala que el bienestar escolar de los alumnos es, en gran medida, el resultado del trabajo de los docentes: “La escuela es un lugar potente, donde el maestro argentino lo deja todo. Son los trabajadores de la educación quienes hacen que la escuela siga siendo valiosa para los chicos, a pesar de los bajos salarios, de los problemas de infraestructura y de la mala prensa sobre la profesión. Ellos construyen la pertenencia institucional y le dan sentido a esa escuela donde los chicos se sienten bien”.
Contra los discursos derrotistas, Postay valora: “La escuela es todavía un lugar querido, un lugar deseado, que nos hace bien. Eso nos están diciendo los chicos de la escuela secundaria. Hay un sentido de pertenencia, hay una mística. Creo que es una luz de esperanza, porque a partir de ahí podemos construir”.
No alcanza, claro; el sistema educativo tiene deudas severas con el derecho al aprendizaje de los estudiantes, como lo mostró de manera contundente la propia prueba PISA. Pese a todo, los estudiantes quieren estar ahí.
Mientras otras instituciones se siguen desintegrando, la trama escolar resiste y ofrece una esperanza. Justamente hoy, domingo 24 de diciembre, muchos argentinos celebran una esperanza que nació a la intemperie. La escuela, ese lugar donde 8 de cada 10 chicos dicen sentirse bien, puede ser también, en tiempos de intemperie, el lugar hacia donde mirar en busca de una luz para nuestro país.