Una facultad en la que nunca te gradúas: el Tec de Monterrey y el paradigma de la educación para toda la vida

Jorge Blando, vicerrector de Educación Continua en el Tec, revela las claves para comprender por qué la educación a lo largo de la vida se ha vuelto un proceso fundamental en la institución, al punto que se ocupa del 8% de las actividades

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Jorge Blando, vicerrector de Educación
Jorge Blando, vicerrector de Educación Continua del Tec de Monterrey y presidente de RECLA (Red de Educación Continua de Latinoamérica y Europa)

En el ideario del Tec de Monterrey aparece como propósito la formación que transforma vidas: crear las condiciones para que las personas que se acercan a la institución puedan tener recursos y elementos que les permitan transformar su vida e impactar en la sociedad. Y hay cuatro procesos de valor en la formación. Los primeros tres son históricos o tradicionales: la educación media superior —la Prepa Tec—, la educación superior o universitaria, los posgrados; desde hace unos siete años se sumó a ellos la educación continua.

“La mirada del Tec sobre este cuarto proceso es la de convertirlo y transformarlo en un modelo de acompañamiento a lo largo, a lo ancho y en lo profundo de la vida”, dice Jorge Blando, vicerrector de Educación Continua. No es tan frecuente encontrar en las estructuras universitarias de Latinoamérica una vicerrectoría dedicada al “lifelong learning”. Pero el Tec, que se caracteriza por su concepción vanguardista, entendió muy prontamente que esta era una tendencia del aprendizaje actual y que había que dedicar recursos especializados. “El adulto aprende de manera muy distinta a como aprende el joven”, sigue Blando, “y necesita cosas urgentes para la vida profesional”.

¿Cuánta es la inversión del Tec en términos de recursos, equipamientos, dinero, esfuerzos, para asegurar la calidad del aprendizaje de los estudiantes de Educación Continua?

—Yo diría que representa cerca del 8% de la actividad total. Ha ido creciendo paulatinamente. Tenemos alrededor de 400 colaboradores dedicados de tiempo completo, más unos 1.200 o 1.300 profesores que participan en las actividades. Algunos de ellos son profesores de tiempo completo, otros son de cátedra y otros son practitioners, gente que está en la industria y que sólo participan en estas actividades de educación continua..

Por lo general, el aprendizaje continuo suele hacerse online. ¿Cuáles son las propuestas del Tec?

—Primero quiero decir que evidentemente hemos tenido que identificar qué habilitadores tecnológicos requiere este proceso de valor, porque no necesariamente el que se utiliza en pregrado y posgrado nos hace el fit perfecto. En pregrado tienes a un joven durante cuatro años; en un posgrado tienes a un adulto dos años y medio. En educación continua, a veces tienes cursos de ocho horas, de cuarenta, de ciento veinte. Eso requiere habilitadores con una user experience más potente e intuitiva, porque no tienes mucho tiempo para que entienda tu plataforma. Con respecto a la modalidad, gracias a la pandemia tuvimos la oportunidad de explorar y de experimentar diferentes modelos. El Tec tiene más de treinta años haciendo educación en línea. En la pandemia capitalizamos esa experiencia y desarrollamos diferentes alternativas.

El campus del Tec en
El campus del Tec en Monterrey

¿Cómo es la relación entre presencialidad y en línea?

—Antes de la pandemia, el 95% de la actividad era presencial y el 5% en línea. Y eso que teníamos muchos años de educación en línea. Luego de la pandemia cambió radicalmente. Hoy tenemos prácticamente un 90% de actividad digital y un 10% presencial o híbrido. Los adultos tenemos el tiempo dedicado a nuestro trabajo, a nuestro emprendimiento, a nuestra actividad profesional, y también compite con nuestras familias, con el entretenimiento y descanso. Entonces buscas soluciones más flexibles que puedas tomar desde el trabajo o la casa. Eso ha detonado mucho el crecimiento de lo digital. Ahora, en el portafolio tenemos diferentes formas de entregar lo digital: tenemos programas en línea en los que te vas moviendo a tu propio ritmo y luego tenemos actividades sincrónicas y asincrónicas, pero en contacto con un profesor. Y tenemos también “Outlive Experiences” donde hay momentos de trabajo en el campus, porque lo que van a vivir ahí no lo pueden vivir digitalmente. Este portafolio nos ha permitido llegar a otros mercados; la actividad internacional del Tecnológico de Monterrey ha crecido cinco veces en los últimos cinco años.

El Tec tiene un departamento de Innovación Educativa muy de vanguardia: pienso en el profesor holograma, pero también en las pulseras que les toman el pulso a los estudiantes para saber si están interesados en una clase. ¿Cuántas innovaciones son insights de los cursos de Educación Continua?

—Trabajamos muy de cerca. Probamos y piloteamos las tecnologías que se están utilizando. Por ejemplo, dimos clase y hemos realizado networking a través de metaverso. Los aprendizajes del laboratorio de innovación se experimentan en Educación Continua. Y a partir de ahí decidimos qué puede servir y dónde se justifica utilizar el metaverso, la realidad aumentada, la inteligencia artificial. Ahora, por ejemplo, tenemos veinte casos de uso de inteligencia artificial solo en educación continua. Tomemos, por ejemplo, la necesidad de los recién egresados para aspirar a un puesto determinado: con la inteligencia artificial se verifican cientos de miles de posiciones de trabajo como la que están buscando y analizamos las competencias que se necesitan y las que ellos ya tienen y a cada uno le proponemos un curso para desarrollar las que hacen falta. Ayudamos a acelerar la curva de desarrollo en la vida profesional de nuestros propios egresados.

¿Cómo se relaciona el departamento de educación continua con el programa de microcredenciales que acaba de desarrollar el Tec?

—Fue muy natural la incorporación de microcredenciales, porque la educación continua precisamente se puede construir de manera de esa manera siempre y cuando no se caiga en el error de pensar que son cursos cortos.

¿Podría decirse que la educación continua se ha vuelto necesaria porque el programa universitario de grado no da respuestas a todo lo que debería dar?

—No, definitivamente yo creo que es complementario. El mundo va evolucionando y va cambiando y a los cinco o siete años ya tienes que aprender algo adicional, y todo lo que aprendiste en la universidad te sirve como fundamento, pero hay que agregar elementos nuevos. La educación continua es un complemento a la formación profesional. El posgrado es una forma de educación continua mucho más profunda y especializada. Y hay veces que requieres elementos más cortos y más ágiles, y ahí está la respuesta a la educación continua. Yo creo que a futuro vamos a conocer una educación de pregrado mucho más innovadora a la que conocemos hoy, pero, como vamos a vivir cien años, vamos a necesitar estar constantemente regresando a aprender nuevas cosas. No solo para la vida profesional, sino también para la vida personal. Uno no deja de aprender y las universidades son un lugar idóneo para darle estructura y calidad a la formación a lo largo de la vida.

Una estatua en honor a
Una estatua en honor a los maestros inspiradores del Tec

En una entrevista que le hice hace unos días a Fernando Valenzuela, él decía que el estado que necesita la educación es el de enamorarse de aprender.

—Es un estado de sensibilidad y de conciencia. De reconocer que hay cosas que no sabes. Si tomas agua, te sacias. Pero aquí, cuando aprendes algo y no te sacias: entre más aprendes, más quieres aprender. Eso es lo que lo que sucede. Esa es la actitud. Es una curiosidad intelectual que puede hacernos relevantes y competitivos en un mundo tan complejo.

¿Cómo trabajan con las habilidades socioemocionales?

—El modelo educativo de educación continua se llama “Inspira” y es un acrónimo. La primera letra, la I, significa que tienes que despertar en el adulto el interés de aprender. Luego está la N de nutrir: vas nutriendo al adulto de contenidos cortos. Luego la S, de darle significado: conecta ese conocimiento que nutriste con lo que ya tiene de experiencia anterior. La P es de practicar: lo practico en un ambiente controlado. Y cuando ya tengo varios este elementos, I —integro mi conocimiento adquirido—, y cae la R de reto: en el reto es donde verdaderamente se desarrollan las habilidades emocionales, porque una cosa es tomar un curso en la plataforma y otra llevarlo a la vida diaria. Y ahí el experto está cerca para acompañarte con su experiencia. Entonces, la A justamente es de acompañamiento. El modelo Inspira está diseñado para que no te quedes con tu conocimiento, sino para que lo apliques. Y en la aplicación es justamente donde se tienen que desarrollar las competencias que, como las llama Pepe Escamilla, son las power skills. Aproximadamente un 30% de la formación continua que hacemos está llevada hacia esas competencias.

¿Qué cambio de paradigma propone la educación continua?

—Tenemos que cambiar la mirada de las universidades. Hacer universidades que acompañen a los alumnos a lo largo de toda la vida. El mensaje que les damos a nuestros estudiantes el día de su graduación es que este es un gran primer paso, pero no es el último. Terminas un programa de formación, pero sigues conectado en la comunidad, sigues nutriéndote y sigues relacionándote con otros. La mirada de las universidades va a ser que nunca te gradúas.

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