“Cuando no venís, la escuela se siente incompleta. Es como si al equipo le faltara un jugador. Sos importante para este partido: ¡vení!”. La docente se grabó diciendo esas palabras a cámara, y envió por Whatsapp el video a Martín, que había faltado ese día, y que ya venía acumulando varias inasistencias. Sus compañeros también le mandaron un mensaje diciéndole que lo extrañaban. En su casa, Martín sintió que no daba lo mismo ir o no ir a clases: lo estaban esperando.
La escuela rural Maestro Luis Ponce 1140, ubicada en General Alvear, al sur de la provincia de Mendoza, tiene una matrícula de 140 alumnos, entre nivel inicial y primaria. Alrededor de un 10% de la matrícula tiene niveles críticos de inasistencia: acumularon más de 30 faltas en un año, equivalentes a un mes y medio de clases.
El ausentismo de los estudiantes no es un problema exclusivo de esta escuela, sino estructural, y se agudizó tras la pandemia. Para abordarlo, en Mendoza crearon este año la función de “Líder de Asistencia”: docentes que, con una dedicación específica de 10 horas semanales, se ocupan de monitorear la asistencia de los alumnos y de pensar estrategias con el equipo docente y directivo para reducir los niveles de ausentismo.
Mariela Vera es líder de asistencia en la escuela Maestro Luis Ponce. Tomó el cargo a principios de abril; el nombramiento es por un ciclo lectivo. Ella conoce bien la comunidad porque vive cerca de la escuela. Allí la mayoría de las familias viven del trabajo rural o del empleo municipal.
“Este año estuve a cargo de hacer el seguimiento de los alumnos que no asisten a clase. Siempre decimos que la escuela es obligatoria, pero hay chicos que no van, o van poco. En nuestra escuela, un 10% de los estudiantes tiene un nivel crítico de inasistencias, con 30 o 40 faltas, pero hay muchos otros con porcentajes altos de ausentismo. Vemos que quienes faltan mucho tienen trayectorias más débiles, se desconectan del aprendizaje y se van quedando atrás”, contó Mariela a Infobae.
Ese trabajo de monitoreo se hace a nivel escolar y a nivel provincial por medio del sistema Gestión Educativa Mendoza (GEM), que registra la asistencia y las calificaciones de cada estudiante. Según explicaron desde la Dirección General de Escuelas, el programa Líderes de Asistencia se implementa en 184 escuelas primarias con altos niveles de ausentismo y trayectorias débiles, según los datos de 2020-2022 que surgen del GEM y del Censo de Fluidez Lectora.
“Como este cargo es nuevo, empezamos a analizar las trayectorias de años anteriores. Notamos una relación directa entre ausentismo y repitencia: faltar mucho a la escuela a veces repercute en que el alumno termina repitiendo”, describió Mariela.
La suspensión de clases presenciales a partir de la irrupción del COVID-19 marcó un punto de inflexión: “Después de la pandemia el ausentismo se acentuó. La escuela llegaba a las casas a través del Whatsapp y las cartillas que preparábamos para los estudiantes. Ahora nos pasa que, si un alumno falta, muchas familias nos piden que les mandemos la tarea por WhatsApp, como lo hacíamos en 2020. Pero esa fue una situación excepcional, el aprendizaje no sucede así”.
Estrategias para reconstruir el hábito de ir a clases
La función principal del Líder de Asistencia es colaborar con los directivos y docentes de grado en la implementación de acciones que mejoren los niveles de presentismo de los estudiantes. En ese sentido, Mariela resaltó que el trabajo principal se orienta a las familias.
“Necesitamos el compromiso de los padres. En Mendoza tenemos 190 días de clase. Si un maestro falta, los chicos tienen clases igual, la escuela está siempre”, aseguró Mariela. Parte de la tarea consiste en reunirse con las familias, en grupo o de manera particular, para explicarles la necesidad de la asistencia continua para el aprendizaje y subrayar la responsabilidad de los adultos.
También se las convoca para hacerles tomar conciencia de la situación de sus hijos y para enfatizar el potencial de cada estudiante: “Les decimos: Tu hijo puede, es muy capaz, pero tenemos que sacarlo adelante. O sacamos el cálculo y les mostramos: Si tu hijo sigue faltando así, al final de la primaria habrá tenido un año menos de clase”.
“El desafío es regenerar un hábito que se ha perdido y construir acuerdos con las familias. Cuando yo era chica, faltar a la escuela era algo que estaba mal, si te rateabas en secundaria te sentías un rebelde. Hoy vemos que no hay conciencia del valor de la presencialidad, vemos una asistencia mucho más interrumpida”, planteó Mariela.
El ausentismo es multicausal, lo que requiere un abordaje “artesanal”, a la medida de cada estudiante, que a la vez contribuya a la prevención. La docente mencionó algunas de las estrategias que implementan en su escuela: “Al final de cada mes les damos un reconocimiento a los alumnos que tienen asistencia perfecta. En octubre fueron 35 chicos: el 25% de la matrícula. Además, cada mes mandamos una notificación a las familias con las faltas acumuladas. Si bien los padres tienen acceso al GEM, no todos cuentan con la alfabetización digital necesaria para poder consultarlo”.
“Cuando un alumno falta mucho, le mandamos un audio o un video. Si está enfermo, le enviamos un mensaje diciéndole que lo estamos esperando, que queremos que se recupere. Si sabemos que el jueves se va a reincorporar después de varios días de ausencia, el miércoles le mandamos un mensaje para que sepa que lo esperamos y se sienta bienvenido”, describió Mariela.
También remarcó la importancia de que todos los docentes estén en la misma sintonía: “Si el alumno se reincorpora y la maestra le reprocha ‘Por fin te dignaste a venir’, eso no contribuye a que el chico quiera volver. Trabajamos para que los estudiantes sientan que la escuela los recibe”.
Otras estrategias implican el trabajo en red con otros actores, como la Secretaría de Familia del municipio o los referentes de Salud de la zona. A veces, el reto puede ser conseguir una bicicleta para que el alumno tenga cómo llegar hasta la escuela. “Gran parte del trabajo es conectar esfuerzos para que los chicos vengan a la escuela”, explicó la docente.
En muchos casos, el equipo de la escuela Maestro Luis Ponce ya está viendo resultados. En otros, el proceso es más lento. Mariela sintetizó: “Cuando hay situaciones familiares más complejas, los tiempos son largos y aún no vemos los frutos. Pero sí notamos un cambio de mentalidad: hay más familias que avisan si el chico va a faltar, que se preocupan por recuperar lo que pasó en clase. Se fortaleció la conexión entre la escuela y las familias”.