La universidad podría dejar de representar una “etapa” en la vida de las personas y pasar a acompañarlas en el aprendizaje durante toda la vida. Los jóvenes que terminan la secundaria dejarían entonces de ser los principales destinatarios de la educación superior: habrá más opciones de trayectos cortos, enfocados en habilidades específicas en función de las demandas del contexto local. Flexibilidad, velocidad y colaboración se perfilan como atributos clave de las instituciones universitarias en este escenario.
¿Cómo serán las universidades en 2030? Esa pregunta reunió esta semana a más de 200 líderes universitarios de América Latina y otros países en el campus principal del TEC de Monterrey, en el norte de México. Allí se realizó la Cumbre sobre el futuro de la educación superior y el trabajo, organizada por el Instituto para el Futuro de la Educación del TEC y HolonIQ.
La brecha entre las habilidades que brinda la formación universitaria y las que demanda el mercado laboral, la transformación pedagógica de la enseñanza universitaria, el impacto de la tecnología –tanto en las aulas como en la gestión– y los modelos futuros para la educación superior fueron los principales temas de discusión durante las dos jornadas del evento.
Brecha de habilidades y aprendizaje durante toda la vida
El fin del “bono demográfico” y el envejecimiento de la población en América Latina implicará que cada vez más personas necesiten actualizar sus habilidades a los 40, 50 o 60 años para poder seguir trabajando. En ese sentido, los especialistas enfatizaron que las universidades deben prepararse para recibir estudiantes que aprenden durante toda su vida, y ampliar su oferta de “microcredenciales” o trayectos formativos más cortos, que pueden durar desde semanas hasta un par de años.
José Escamilla, director del Instituto para el Futuro de la Educación del TEC, trazó algunos puntos acerca de la relación entre educación y trabajo. “La gente vive más tiempo, se posterga la edad de retiro: necesitaremos actualizarnos constantemente”, describió.
“América Latina es la región con la mayor brecha de habilidades: hay desfases persistentes entre la demanda del mercado laboral y la formación que brindan las universidades”, planteó Escamilla. Este escenario implica que las instituciones de la región deban priorizar “la integración entre educación y trabajo, adaptándose a las necesidades locales de su entorno”, agregó.
El envejecimiento de la población y la brecha de habilidades requieren también “pensar en un aprendizaje a lo largo de la vida, ofreciendo distintos trayectos: un currículum ya no de 4 años, sino de 60, entendiendo a las universidades como aliadas del estudiante en su aprendizaje durante toda la vida”, explicó Escamilla a Infobae. Y consideró que, cada vez más, será necesario “poner los programas de aprendizaje a lo largo de la vida al mismo nivel que las carreras tradicionales”.
Maria Spies, co-CEO de HolonIQ, coincidió con esta proyección: “Las universidades estiman que en el futuro próximo las microcredenciales van a ser más demandadas que las carreras”, aseguró a partir de los resultados de una encuesta a instituciones de todo el mundo. En ese sentido, resaltó que para las universidades se vuelve más relevante que nunca el seguimiento de sus graduados: saber dónde están y qué necesitan en términos de formación.
Cursos cortos y “microcredenciales”
Este escenario ya está implicando un cambio de prioridades en muchas instituciones, sobre todo en países como Singapur, Malasia y Australia, pero también en la Unión Europea, dijo Spies a Infobae: “La mayoría de las universidades ha tenido siempre un departamento de formación continua, que ofrecía cursos cortos y solía tener un rol bastante marginal. En los últimos dos o tres años, estos departamentos empezaron a cobrar más relevancia, ya que conocen esta lógica de las microcredenciales orientadas a la salida laboral”.
Para Spies, el proceso de adaptarse a estas nuevas demandas requiere por un lado “entender qué es lo que ya estamos haciendo, para escalarlo”, pero también “empezar a articular esos departamentos que ofrecen cursos cortos con las facultades, para que dentro de las carreras también haya microcredenciales que certifiquen distintas etapas de la formación de los estudiantes que están cursando sus licenciaturas”.
El Instituto para el Futuro de la Educación presentó en el evento un informe titulado “Programas de ciclo corto: respuestas efectivas a las necesidades de las empresas a través de la innovación educativa” (por ahora, disponible solo en inglés), que resalta justamente el valor de las microcredenciales como una forma de dar respuesta a las necesidades de la industria –que cambian rápidamente–, actualizando las competencias de quienes ya terminaron su formación universitaria.
Estas alternativas también permiten brindar acceso a la educación superior a segmentos de la población que en muchos casos no han podido cursar una carrera tradicional. Así, los programas cortos permitirían “reducir rápidamente la brecha de habilidades y brindar una especialización rápida para favorecer el empleo y promover la movilidad social”, aseguró Escamilla.
“Más del 50% de los trabajos actuales no serán necesarios en 2055″, indicó Ignacio de la Vega, vicerrector de Asuntos Académicos, Facultad e Internacionalización del Tecnológico de Monterrey. Por lo tanto, los cambios acelerados en el mercado laboral exigirán respuestas rápidas. Según De la Vega, estamos viviendo tiempos de cambio exponencial, especialmente a partir de factores como los avances tecnológicos, la reconfiguración del talento, la crisis de la confianza en las instituciones, la incertidumbre geopolítica y el cambio climático.
El reto de la formación continua es también el foco de trabajo de Tec Prize, un concurso de esta universidad que convoca anualmente a emprendedores de todo el mundo en torno a un desafío. La convocatoria está abierta hasta el 5 de octubre; el ganador se llevará 100.000 dólares. “La pregunta clave de este año es cómo hacemos que los adultos –desde jóvenes hasta personas de avanzada edad– puedan seguir aprendiendo y adquiriendo habilidades que les permitan tener una mejor calidad de vida. Las soluciones propuestas serán evaluadas por un jurado internacional”, explicó Sara Segundo, coordinadora de la iniciativa.
Mejor formación, más desarrollo
También participaron del encuentro en Monterrey algunos referentes del sector público de México. Iván Rivas Rodríguez, secretario de Economía del estado de Nuevo León, enfatizó la urgencia de resolver la brecha de habilidades en la región, y planteó que la educación es clave para atraer capitales productivos. La inversión en ciencia fue otro punto de consenso, con reiteradas referencias a los modelos de Corea del Sur, China e India.
“Las empresas invierten por el capital humano. Para cerrar la brecha, diseñar programas de especialización y reskilling (recapacitación) es más fácil que cambiar el plan de estudios de una carrera, un proceso que lleva tiempo y requiere la aprobación del ministerio o la secretaría de Educación. En este sentido, las universidades son aliadas fundamentales del desarrollo económico”, dijo Rivas Rodríguez.
El economista también sugirió revalorizar las carreras terciarias no universitarias: “En Nuevo León necesitamos más ingenieros y más técnicos. Hay que enaltecer la figura del técnico: a veces son más demandados e incluso pueden ganar más que los ingenieros, pero no hay un orgullo por ser técnico”.
Alfonso Pompa Padilla, secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología del estado de Jalisco, ofreció una mirada similar: “No todos los jóvenes quieren estudiar una carrera completa, hay muchísima deserción en las universidades. La cuestión clave es darles una formación que les permita llevarse alguna certificación si cursan uno o dos años. Las universidades tienen que estar más abiertas a las realidades de los alumnos actuales. Los reglamentos conducen a que haya mucha inercia: no hace falta transformar todo, pero sí ser más flexibles”.
Digitalización y desafíos de la inteligencia artificial
Los expositores coincidieron en que la pandemia de COVID-19 marcó un punto de inflexión en los procesos de digitalización de las universidades. Lo que comenzó como una “enseñanza remota de emergencia” llegó para quedarse. “Antes de la pandemia solíamos escuchar a profesores que decían ‘Mi materia no se puede enseñar online’. Ahora esa actitud cambió, y la inquietud es cómo avanzar más rápidamente en el entorno digital”, aseguró César Chávez, responsable de la consultora AP LATAM.
Chávez señaló que la digitalización va mucho más allá de reformular la modalidad de enseñanza: implica cambios fundamentales en la gestión diaria. “Ahora todo sucede muy rápido: si un estudiante te encuentra online, va a querer anotarse y empezar a cursar de inmediato. Si vas a estar online, es imprescindible acelerar los procesos de inscripción y admisión”, graficó.
Los desafíos actuales requieren también nuevas formas de cooperación. “El futuro es colaborativo. Es clave que las universidades colaboren con otras instituciones y trabajar en red”, señaló Maria Spies. Y agregó: “El primer paso es la colaboración interna: a veces las personas no se conocen entre sí al interior de la misma institución. Siempre se habla del aprendizaje colaborativo en el aula, pero también debe haber una cultura de la colaboración entre quienes trabajan en la universidad”.
Frente a la irrupción de nuevas tecnologías, las habilidades “blandas” –como la colaboración, la comunicación o la empatía– se vuelven más importantes que nunca, coincidieron los expertos. También hubo reflexiones sobre las habilidades necesarias para aprovechar la inteligencia artificial, tanto en el aula como en los procesos de gestión, por ejemplo en el diseño de sistemas de alerta temprana que permitan detectar a los alumnos en riesgo de abandonar sus estudios y ofrecerles el acompañamiento necesario para que continúen.
Desde el punto de vista pedagógico, “la alfabetización informacional –poder evaluar de manera crítica la información, contrastar fuentes, medir la credibilidad de un texto– seguirá siendo muy importante. Pero las herramientas más recientes de IA generativa ya explicitan las fuentes de sus respuestas. Entonces lo más importante hoy es saber hacer buenas preguntas”, consideró Spies.
¿Qué implica saber hacer la pregunta justa? Spies explicó: “Es una habilidad que supone que podés descomponer un asunto en sus partes, analizarlo en sus diferentes dimensiones. Saber preguntar implica poder mirar las cosas desde diferentes perspectivas; en definitiva, es una muestra de algo que la universidad conoce muy bien porque lo ha enseñado desde siempre: el pensamiento crítico”.