El campus del Tec de Monterrey es una pequeña ciudad. Por momentos, el parque está lleno de estudiantes y los animales —ciervos, patos, pavos reales— caminan entre ellos con la intención no demasiado bien disimulada de conseguir algo que comer. En otros momentos el parque se vacía. Es cuando los estudiantes están en clase o están comiendo o trabajando en la biblioteca o durmiendo. Durmiendo: las jornadas pueden ser muy largas y está bien visto que los chicos respeten el descanso. Hay espacios diseñados especialmente para eso.
En las aulas hay mensajes que hablan de profesores inspiradores, que invitan a tener una mentalidad emprendedora y curiosa, que apuestan por la educación. Dicen que cuando Eugenio Garza Sada fundó el Tec, le dijo a quien sería el primer rector de la institución: “Necesitamos hombres resueltos que crean que la educación lo puede todo, y de esos, aunque no lo crea, existimos algunos, por lo menos en Monterrey”.
Pasaron ocho décadas de aquella frase y la realidad parece darle la razón. Cualquier persona que trabaje o estudie en el Tec se siente el obligado a enumerar los logros: el crecimiento que los llevó a tener campus en casi todo el país, la cantidad de estudiantes, los aportes en el ámbito de la investigación, los desarrollos técnicos, la fundación de preparatorias y los hospitales, los vínculos con la sociedad, la revolución educativa, los ocho millones de trabajos que generaron los exalumnos. Una de esas personas es Mario Adrián Flores Castro, vicepresidente de la Región Monterrey del Tec y director general del Campus de Monterrey.
“Soy el responsable del campus Monterrey”, dice en diálogo con Infobae. “Soy el responsable de la vida académica, de la vida estudiantil, de sus espacios, de todo lo que sucede en esta institución”. De los veintiséis campus del Tec, este es el más grande del país. La función de Flores es no solo garantizar la calidad educativa, sino ocuparse de que los estudiantes vivan una experiencia integral, que encuentren un balance y cuiden su inteligencia emocional, su cuerpo, su mente. “Esa”, dice Flores Castro y subraya la palabra, “es la parte fundamental del Tec”.
Antes de llegar a la Región Monterrey, Flores Castro había ocupado la vicepresidencia de la Región Occidente y había sido director general de los campus Guadalajara, León e Irapuato. Y había tenido un largo paso por el sector industrial, con ocho años en Goodyear y otros tantos como consultor de empresas en las áreas de liderazgo, administración de operaciones, emprendimiento e innovación. De hecho, se lo conoció como “el embajador de la innovación”.
—El Tec es una usina de innovación, pero ¿cómo se administra esa usina? ¿Cómo hacen para no perderse en el sector I+D?
—La innovación y el emprendimiento han estado muy cerca del Tec desde sus orígenes. Fuimos de los primeros que tuvieron profesores de tiempo completo, cuando en su momento no era algo común. Siempre hemos ido un paso adelante. Creamos programas, utilizamos la tecnología más avanzada del momento. Fuimos de los primeros en dar clases con satélite. Es muy nuestra la búsqueda por innovar y emprender. Hace poco tuvimos un evento de innovación abierta por la escasez de agua que hay en la ciudad y juntamos talento para buscar soluciones. En ese tipo de innovaciones estamos ahora: buscamos que la ciencia genere soluciones para la comunidad. Yo no soy el director de Innovación del Tec, pero lo vivo y lo promuevo en cada momento. Y ahora estamos desarrollando un distrito de innovación, que es la evolución del DistritoTec, que empezamos hace 9 años.
—Si bien hoy México tiene una economía pujante, en los países de América Latina nunca desaparece el temor de las crisis económicas. ¿Cómo hace el Tec para evitar depender de la situación económica?
—El Tec de Monterrey nació en 1943. ¿Qué había en 1943? ¡Una guerra mundial! Las crisis y los retos te ponen a prueba, y es cuando las personas que creen en la educación y la innovación son importantes. Las crisis nos fortalecen. Es como tomar una ola grande, ¿no? Da miedo subirse, pero con la ola puedes llegar más lejos.
—¿Cómo evalúa el desarrollo del modelo educativo Tec21?
—Tec21 es un modelo que empezamos en 2013, lo implementamos en el 2019 y acabamos de graduar a la primera generación. Lo que hicimos fue visitar más de cuarenta de las mejores universidades del mundo. Fuimos a buscarlos, les pedimos un espacio y les preguntamos: “Si pudieras crear de nuevo tu universidad desde cero, ¿qué harías?”. No les preguntamos cómo hacer mejor las cosas, sino cómo empezar de cero. Nos trajimos esa información, que era una joya, nos concentramos con todos nuestros profesores y creamos el modelo educativo Tec21. Fue muy retador, ha sido complicado.
—¿Qué características tiene el modelo?
—Tec21 trae competencias muy particulares porque los estudiantes tienen al menos 50% menos clases y más retos reales que solucionar. Entonces, los estudiantes van a estar acostumbrados a resolver problemas que no conocen. Y un estudiante que sale al mundo listo para solucionar un problema que no conoce, está mejor preparado para las situaciones complicadas. Incluso las crisis que se puedan vivir en el mundo.
—Uno de los programas más destacados del Tec es “Líderes del Mañana”, con el que se beca la cuota de estudiantes de zonas vulnerables al 100%. ¿Cómo se integran esos estudiantes? ¿Cómo hacen ustedes para que haya discriminación?
—Es muy importante esto que comentas. También quiero decir que más del 55% de los que estudian aquí tienen algún tipo de beca. Los alumnos del programa “Líderes del Mañana”, además de ser muy brillantes, tienen que haber desarrollado un proyecto social con su comunidad. Por este atributo, ellos ya tienen una habilidad de conexión social importante, lo que les ayuda a conectar con la comunidad.
—¿Qué objetivos persigue el programa?
—Fíjate: pueden pasar veinte generaciones para que un joven de escasos recursos llegue a la clase media; un líder del mañana solo necesita cuatro años. Cuando se gradúa ya está en condiciones de tener un empleo de alguien de clase media. Reducimos la brecha social. Al momento funcionan muy bien, los monitoreamos mucho, los seguimos bastante. Si alguien tiene alguna complicación emocional o económica, vemos cómo ayudarle, cómo arroparlo. No los dejamos solos o solas.
—¿Cómo consiguen el apoyo para Líderes del Mañana?
—Los donantes que nos ayudan con estas becas saben que esta no es una beca para el Tec, sino que es una beca para México y el mundo, porque está rescatando a un joven al que lo mejor que le puede haber pasado es ir a la universidad. Es una oportunidad maravillosa.
—¿Cómo funciona el Tec en cuanto a la creación de patentes? ¿De qué manera el desarrollo de investigación e innovación, que hablábamos al comienzo, puede ser una oportunidad de financiamiento de la propia institución?
—Al ser el Tec una institución privada sin fines de lucro, nos obliga a cuidar muy bien nuestros recursos. A cómo y cuándo invertirlos, en qué y en dónde. Los proyectos que estamos haciendo ahora vienen con donaciones de exalumnos que han tenido buenas oportunidades con sus empresas. Todo esto hace que el Tec tenga una magia única y esto nos permite, por un lado, tener un presupuesto para la investigación. Aun cuando el gobierno federal o estatal no tenga un presupuesto para la investigación —esta es la época de menos apoyo a la ciencia por parte del gobierno federal—, nosotros no podemos justificarnos con que no hay recursos, y buscamos recursos con empresas que nos patrocinen en la investigación.
—¿Qué investigaciones desarrollan?
—Un ejemplo: una investigadora encontró que el hueso del aguacate tiene un aceite que ayuda a que lo orgánico no perezca pronto. Ya se sacó la patente. Con ese aceite se está cubriendo una naranja o un plátano, para que tengan más vida de anaquel. Llegó un empresario cercano al Tec y le dio 150.000 pesos a la investigadora para que su proyecto siga adelante. Ahora la asociación de aguacateros también se interesó en este proyecto. El prestigio y la seriedad de la institución genera confianza.
—¿Cómo es el esquema con las patentes?
—En algunos casos, el profesor tiene un porcentaje de la propiedad intelectual. En otros se lo queda él y le ayudamos a que tenga éxito. Porque teniendo éxito él, eso le puede regresar a la institución seguir apoyando la ciencia.
—El Tec cumple 80 años, ¿cómo se imaginas los próximos 80?
—A mí me gusta mucho el pensamiento a largo plazo. Hay un libro que se llama El buen ancestro, de Roman Krznaric, que promueve el pensamiento de la catedral, que me gusta mucho: aquellos que empezaron las grandes catedrales del mundo no las vieron terminadas; ni siquiera vieron la mitad. El Tecnológico es una catedral que nunca va a terminarse. Les tocó a algunos iniciarlo en 1943, nos toca a nosotros cuidarla en este 2023, y queremos que la catedral siga otros 80, 100 años más. Hay que cuidar el prestigio, a la vez que atreverse a innovar en la educación. Como el modelo Tec 21, que al principio no fue nada fácil ni para los maestros ni para los alumnos. Pero, cuando todo mundo está contento, no estás innovando. Cuando innovas algo rechina, algo duele. Pero preferimos atravesar ese dolor para estar en una condición muy distinta.
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