El Día del Maestro, celebrado hoy en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento, puede ser una ocasión para la nostalgia –evocando antiguos esplendores educativos–, pero también una excusa para la esperanza: no la esperanza de las campañas electorales, basada en promesas efímeras; tampoco la de la épica individual, sino la que surge de observar lo que sucede en la mayoría de las aulas en medio de circunstancias hostiles.
Entre esas circunstancias hay que mencionar, en primer lugar, el retroceso del salario: en promedio, los salarios docentes cayeron 10,9% entre diciembre de 2015 y junio de 2023, según un relevamiento del economista Alejandro Morduchowicz a partir de datos oficiales. Esa tendencia se refleja en otra: el aumento de cargos vacantes en varias jurisdicciones del país. Otras variables que completan el panorama: falta de reconocimiento social a la tarea, escasez de recursos, políticas educativas que no respaldan a los educadores.
Infobae entrevistó a cinco maestros, de distintas provincias y en distintas etapas de su carrera, para saber cómo piensan el rol docente y para escuchar qué les preocupa, pero también qué les da esperanza. Todos ellos fueron seleccionados por Fundación Varkey para una campaña que busca, justamente, que la sociedad reconozca la tarea de los maestros y los acompañe.
Desafíos nuevos y viejas deudas del sistema
“El principal desafío de un maestro de hoy es crear puentes para llegar al alumno, ser capaz de motivarlo, de cautivarlo para que encuentre en la escuela motivos para estar, para permanecer y aprender”, define Miguel Ángel Quevedo, docente en una escuela técnica de la ciudad de Córdoba. Miguel Ángel se levanta todos los días a las 5 de la mañana y maneja 30 kilómetros hasta su escuela. Este mes cumple 60 años, le falta poco para jubilarse.
Entre sus preocupaciones, menciona “el desmembramiento del tejido social y de las principales instituciones que en otras épocas sostenían y contenían a los niños y jóvenes”. También “la desvalorización de la escuela y del rol docente en general, la desmotivación y la apatía con la que muchas veces nos encontramos en las aulas”.
Marina Zamora tiene 28 años y enseña en una escuela rural de Mendoza, cerca de Rama Caída, al sur de San Rafael. En su aula conviven estudiantes de 6° y 7° grado. En su testimonio resuena el entusiasmo, pero también un diagnóstico crítico. “El principal obstáculo que enfrentan hoy los docentes tiene que ver con lo desvalorizados que están ante la sociedad”, plantea Marina.
El correlato directo de eso es el salario: “En países donde la educación es de calidad, los docentes están bien remunerados. Si el maestro no alcanza a cubrir las necesidades básicas de su hogar y necesita trabajar más de un turno, desatiende el tiempo necesario para preparar clases y material didáctico en casa, o para la capacitación”. Marina agrega que, a los bajos salarios, se suma que “por los recursos limitados, muchas veces el docente sostiene la educación de sus alumnos con fondos personales”.
Marianela Colantuono empieza su día a las 5.15 de la mañana; trabaja en doble turno. Desde su casa en Liniers viaja en transporte público a su escuela en Belgrano (CABA), donde da clases de Prácticas del Lenguaje y Ciencias Sociales en 4° grado.
“El principal obstáculo es la falta de recursos humanos: no hay suficientes docentes para trabajar en las escuelas”, sostiene. Y agrega que, mientras faltan docentes, sobran opinólogos: “Muchas veces el gran obstáculo son las personas que opinan y hablan de educación sin haber pisado una escuela, sin ver el trabajo que realizamos día a día”. También advierte que “el sistema educativo público tiene muchas falencias, que son cubiertas por los docentes”.
Martín Vera es maestro de tercer y cuarto grado en dos escuelas de Avellaneda, en el conurbano bonaerense. Reconoce que Donato, su hijo con autismo, le cambió la perspectiva sobre la tarea docente: lo llevó a volverse un referente de la educación inclusiva, y a impulsar la organización de familias TGD Padres TEA Avellaneda Red Federal.
“A diario se nos presentan innumerables situaciones que van desde la falta de recursos económicos y materiales, la poca presencia y compromiso de las familias, la situación económica que afecta a los hogares, hasta la falta de capacitación en temas puntuales”, describe Martín.
Como docente y padre, le preocupa especialmente la inclusión y la atención a la diversidad: “No veo en nuestras autoridades –gobernantes y funcionarios– un interés genuino por abordar el tema con la seriedad y la urgencia que requiere. Nos dicen ‘el sistema debe recibirlos’, pero no nos dan herramientas para atenderlos como merecen. Pareciera que la inclusión pasara solamente por la ESI o por la cuestión de género tan en boga actualmente, mientras las capacitaciones sobre inclusión de estudiantes con discapacidad brillan por su ausencia”.
María Cecilia Sas trabaja en un colegio parroquial de Villa Cañas, en la provincia de Santa Fe, donde enseña Matemáticas y Ciencias. Ella explica que los desafíos y los obstáculos varían según el contexto: “Cada escuela se encuentra en un contexto específico y posee una comunidad socioeconómica diferente. El primer desafío de los docentes es educarnos y capacitarnos de manera tal que estemos preparados para trabajar en esa diversidad”.
Motivar a los estudiantes y despertar su interés aparece como un reto crítico. “Las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, los modelos pedagógicos, los cambios sociales y el mundo en el que viven hoy los niños y jóvenes nos traen nuevos desafíos constantemente”, señala Cecilia.
Razones para la esperanza
¿Cuáles son, en el contexto actual, las razones para la esperanza? ¿De dónde surge, para estos maestros, la fuerza que los lleva a poner el cuerpo todos los días en el aula, a enseñar mientras atienden los múltiples problemas que ingresan a la escuela? De acuerdo con las respuestas de los docentes consultados, la esperanza surge desde abajo, de los otros: sus colegas y sus estudiantes.
“Conozco muchos maestros con vocación y profesionalismo, que trabajan para el bienestar de los estudiantes, que saben que siguen siendo maestros aun fuera del ámbito educativo y enseñan con su ejemplo”, afirma Cecilia desde Santa Fe. Y agrega: “Lo que más esperanza me da es la mirada de los niños que buscan en cada maestra la palabra justa, el tono amable y la contención fraternal”.
Marianela coincide: “La esperanza está en los chicos y chicas, en sus juegos, en sus vínculos y en los aprendizajes individuales y grupales. Está en el trabajo con otros, ayudándonos y acompañándonos. Así se van formando los ciudadanos críticos y participativos que nuestro país necesita”.
“Argentina cuenta con muchos docentes que trabajan arduo para brindar una educación de calidad a sus estudiantes: su dedicación es una fuente de esperanza”, explica Marina. También menciona a los estudiantes, “que tienen sed de conocimiento y un gran potencial; con el apoyo y los recursos adecuados, pueden lograr resultados excepcionales para el futuro de nuestro país”. Su confianza está puesta en “la determinación y el compromiso de la comunidad educativa y la sociedad”.
Martín entiende la esperanza como una condición inherente a la profesión: “Los docentes sabemos mucho de esperar. Esperamos que se produzcan aprendizajes, esperamos ver cambios en nuestros estudiantes, esperamos su futuro. Esperamos y celebramos cada pequeño logro. Si no tuviéramos esperanzas nada tendría sentido para nosotros, nuestro trabajo sería en vano. Cada cosecha realizada luego de una siembra austera, lenta y paciente de aprendizajes; cada vida transformada me da esperanzas”.
Mientras se acerca al final de su carrera, Miguel Ángel mira hacia adelante, no busca consuelo en un pasado perdido. Su definición resume por qué el 11 de septiembre es un día para ratificar la confianza en el futuro –y actuar en consecuencia–: “La educación misma es la esperanza. Sin ella, sin la escuela y sin compromiso, no es posible construir una Nación”.