El Tec de Monterrey es un organismo vivo. Con 29 campus en 23 de los 32 estados de México, el Tec funciona como sinécdoque de un país que mira al futuro de frente. Quien haya estado el año pasado —o en enero de este— en alguno de los múltiples eventos y congresos que se realizan en el campus de Monterrey notará evidentes diferencias: nuevos edificios, salas remozadas, mejoras en las comodidades para estudiantes y docentes; también la actualización de los planes de estudio y los contenidos educativos.
“Una de las características del Tecnológico de Monterrey es su espíritu emprendedor”, dice en diálogo con Infobae Alejandro Poiré, vicepresidente de Relaciones y Desarrollo, y uno de los máximos responsables de que este organismo que cumple 80 años de vida siga evolucionando sin dar señales de detenerse. Ese espíritu que comparten todos los hacedores de la institución se refleja en diferentes aspectos, pero que puede sintetizarse en uno: una mentalidad exponencial. Es tan grande el campus de Monterrey —es el más grande del país, sí, pero los demás no son chicos— que nadie puede decir con precisión cuántos edificios hay.
Poiré tiene 52 años y lleva una década trabajando en el Tec. Antes de llegar a la vicepresidencia de Relaciones y Desarrollo, fue decano de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública y luego de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno. En su currículum, además, se destaca un paso como profesor e investigador visitante en la Harvard Kennedy School of Government y en el Hoover Institute de Stanford University.
—Por el tamaño, la cantidad de campus, por el personal y la cantidad de estudiantes, el Tec parece un ministerio. ¿Cómo se administra un lugar así?
—En efecto, el Tec es una institución muy grande, con muchas ubicaciones geográficas, con distintos espacios, instituciones e instancias. Pero creo que desde hace 80 años, el corazón del Tecnológico está muy claro, y es la certeza de que podemos tener una institución educativa de clase mundial que cree firmemente que la educación es un instrumento para la transformación. En todas las instituciones del Tecnológico de Monterrey —me refiero no solo a la universidad, sino a TecSalud, TecMilenio y las demás áreas—, nos motiva la pasión por el conocimiento, por el aprendizaje, por la formación y la transformación. La gestión en una institución con esta escala tiene sus retos, pero, cuando el propósito está claro, es más fácil que salgan las cosas.
—Como decano de la Escuela de Gobierno, ¿qué transformaciones implementó?
—Llegué como decano de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública, que este año cumple veinte años. Esa escuela pasó de estar muy centrada en la profesionalización de las personas que estaban activas en el servicio público, a ser un instrumento de incidencia apalancado en los atributos más importantes del Tec de Monterrey: manejo, dominio y aprovechamiento de toda la transformación tecnológica. Hoy tenemos una Escuela de Gobierno con programas de posgrado centrados en el uso de ciencia de datos, del learning machine, de la inteligencia artificial para ofrecer soluciones públicas. Y, por otro lado, es una plataforma de emprendimiento público. No nos acercamos a los problemas públicos solo con la idea de administrarlos, sino que buscamos dar con una solución transformadora.
—¿Cómo es la articulación con las áreas de gobierno?
—Tenemos una relación directa con las autoridades federales, con las autoridades estatales, con las municipales. Es una relación basada en el respeto y en las oportunidades de colaboración. Quizá el ejemplo más importante fue la colaboración que se dio alrededor de la pandemia. El Tecnológico de Monterrey, a través de TecSalud, tuvo una participación muy importante en el diseño de pruebas diagnósticas rápidas y en el diseño de mecanismos para acelerar el proceso de vacunación. El Tec es una institución de la sociedad para la sociedad, y eso implica buscar espacios de colaboración con las instancias gubernamentales.
Los egresados del Tec de Monterrey tienen una reputación extraordinaria y, honestamente, creo que está bien ganada.
—¿Y con los privados? ¿Cómo se da ese vínculo?
—Desde el origen del Tec hubo una vinculación muy cercana con el mundo de las empresas. Fue Eugenio Garza Sada junto con un grupo de empresarios quien echó a andar el Tecnológico, y esto se ha reproducido en los distintos campus y a lo largo de la historia. Nosotros somos una institución sin fines de lucro; ninguna empresa es dueña del Tecnológico de Monterrey. Pero la vinculación con las empresas es muy importante en varios ámbitos. Un ejemplo, es el modelo educativo: tenemos alianzas con 2.000 socios formadores, que pueden ser tanto empresas privadas, como organizaciones de la sociedad civil, gobiernos, organismos multilaterales, organismos multinacionales.
—¿Qué objetivos tiene ese vínculo?
—Junto con los socios formadores buscamos resolver un reto específico a través de una unidad en la que participan profesores, estudiantes e integrantes de las empresas. Los egresados del Tec de Monterrey tienen una reputación extraordinaria y, honestamente, creo que está bien ganada. Somos una gran universidad para los empleadores. A muchos de nuestros egresados les va muy bien, no solamente en México, sino en los distintos lugares del mundo donde se conectan.
—Los rankings universitarios los ubican dentro de los diez primeros en América Latina y de los 30 a nivel mundial.
—Sí, en el ranking de QS somos la universidad número 29 del mundo. El Tec es un espacio de alianza y de solución de retos.
—¿Su área también está encargada de conseguir financiamiento?
—Así es. El reto de la educación superior es asegurarse que puede seguir financiándose. Ofrecer la formación que requieren nuestros estudiantes, y que a la vez sea compatible con un modelo en el cual lograr el mejor talento no tenga como limitante el nivel socioeconómico. Aunque esto ha sido una tradición a lo largo de toda nuestra historia, en los últimos diez años este esfuerzo se ha potenciado gracias a proyectos como “Líderes del Mañana”, un programa de apoyo financiero con una beca del 100% para estudiantes que, de otra manera, no hubieran podido acceder al Tecnológico de Monterrey ni a ninguna otra universidad privada. Este programa se funda en la contribución de más de 10.000 personas.
—Tradicionalmente, las universidades se dividen en aquellas que desarrollan una carrera académica y aquellas que se plantean como educación para la empleabilidad. ¿En cuál de estas dos patas se posiciona el Tec?
—Yo creo que somos muy exitosos en la formación para el empleo. Pero también somos una casa de investigación que hace un esfuerzo sistemático en la profundización y ampliación de las fronteras del conocimiento. Somos la universidad privada del país con más integrantes de nuestra planta docente dedicados a la investigación. Vivimos en un mundo que, si pensamos en los retos de sostenibilidad e igualdad, si pensamos en el ejercicio de pleno derecho y la contribución a la sociedad, requiere de mucha transformación. Entonces no puede ser solamente un esfuerzo de empleabilidad. Es un esfuerzo mucho más amplio.
“Un buen estudiante del Tecnológico de Monterrey es una persona que se conoce a sí misma”
—De todas las personas a las que le pregunté, nadie pudo responder con precisión cuántos edificios hay en este campus. Indudablemente eso es una señal de crecimiento continuo. ¿Cómo es su trabajo en cuanto al desarrollo de la infraestructura?
—En cada ámbito, tanto en la infraestructura como en el académico, hay un proceso de identificación de las oportunidades de desarrollo. El enfoque está puesto en tres áreas específicamente: cómo fortalecemos la experiencia y la vivencia, y eso en parte tiene que ver con los espacios físicos; otro es cómo transformamos las capacidades de investigación y docencia, y eso está más centrado en lo académico; y un tercero es el apoyo a los estudiantes, y ahí están los proyectos como “Líderes del Mañana”. Cada escuela y cada campus desarrolla estas oportunidades en un proceso sistemático que revisa cuáles son las más asequibles.
—¿Cómo es el plan de crecimiento del Tec? No solo a nivel edilicio, sino también curricular.
—Tenemos un proceso de planeación deliberado y puntual. Hace cinco años lanzamos una visión hacia el 2030. En ese proceso definimos una idea de liderazgo, de innovación y de emprendimiento para el florecimiento humano; una serie de proyectos estratégicos y de programas concretos. En función de eso, algunos avances implican oportunidades de inversión en infraestructura. Pero sobre todo en capital humano, en investigación y en apoyo para los estudiantes. Este proceso se va revisando, cada año y cada cinco años.
—¿Cómo se da la articulación con otras universidades e instituciones educativas?
—Tenemos convenios con muchas universidades. Con la UNAM, por ejemplo, tenemos un acuerdo en proyectos de investigación. También con la Autónoma de Nuevo León y muchas otras universidades en el ámbito local. Tenemos alianzas y convenios con veinte de las universidades top 200 del mundo. En los últimos años hicimos una triada con la Universidad de los Andes, en Colombia, y con la Universidad Católica de Chile, para asegurar que nuestros profesores e investigadores se conozcan, se vinculen, hagan proyectos juntos, y que también haya movilidad entre los estudiantes de profesional y de posgrado.
—México es un país en el conviven en su interior muchos países. Un estudiante de Nuevo León tal vez no sea igual a uno de Oaxaca o de Querétaro, pero en todos esos lugares hay campus del Tec. ¿Cómo es el perfil del estudiante?
—El perfil del estudiante es muy diverso. Uno de nuestros estudiantes del campus Estado de México nos dijo que un buen estudiante del Tecnológico de Monterrey es una persona que se conoce a sí misma, y que en ese proceso de conocimiento está dispuesto a dar más. Yo creo que eso es una parte de la magia del Tec.
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