Cada vez hay más intelectuales que piden, ya no sólo prestar atención a la insensibilidad que puede venir acompañada de la profusión de la tecnología, sino también estar atentos a que no perdamos la condición de las personas. Esto es: no olvidarnos que somos humanos.
Hoy, en ámbitos como la educación y el trabajo, aparecen tanto las posturas apocalípticas acerca de las consecuencias que podría traer la inteligencia artificial, como las que señalan que es el ritmo vertiginoso lo que relega las aspiraciones, vocaciones, sentimientos, intereses de cada uno de nosotros.
Pero ¿si, en lugar de profundizar la deshumanización, la tecnología fuera una herramienta para desarrollar las habilidades socioemocionales? Ese interrogante fue la clave de entrada al diálogo que mantuvieron Melania Ottaviano y Susel Jacquet en el FIIA2023, el Foro Internacional de Inteligencia Artificial que desde ayer se realiza en el auditorio de la Facultad Regional Córdoba de la Universidad Tecnológica Nacional.
Susel Jacquet, en tanto, es licenciada en Psicología, miembro de la red Teach for All y actualmente es Soft Skills Manager en Ticmas. Ticmas ha desarrollado diferentes módulos sobre la enseñanza curricular, aprendizaje basado en proyectos, robótica, etc., y en el área de habilidades para el siglo XXI han diseñado una funcionalidad llamada “Huella emocional”, a través de la cual los estudiantes tienen que marcar una serie de señales donde reflejar sus emociones. Esa información le llega automáticamente a los docentes: “La tecnología, entonces, se presenta como una gran aliada”, dijo Jacquet. “Es una ayuda al docente, ya que, al recopilar la información da una foto general del aula. Pero también es una función que ayuda a los estudiantes porque promueve las competencias emocionales, el autoconocimiento y la autoregulación de emociones”. Y continuó: “Además actúa como una herramienta de prevención antes de determinadas problemáticas, porque si un estudiante contesta que está triste en tres clases seguidas, se dispara una serie de alarmas y el sistema entrega un protocolo al colegio para hacer el seguimiento”.
Melania Ottaviano es directora de la Diplomatura en Innovación Educativa de la Universidad Siglo 21 y parte del equipo académico de la Especialización en Entornos Virtuales del Aprendizaje de la Universidad Católica Argentina. Trabaja como asesora de HumanAI, una compañía que se dedica al diseño y desarrollo de aplicaciones humanas con inteligencia artificial. Con una propuesta novedosa, a partir de un texto escrito de mil palabras escrito por un estudiante, HumanAI es capaz de un diagnóstico sobre la situación de más de treinta habilidades socioemocionales de esa persona y diseñar un plan de trabajo para avanzar en la mejora de cada una. El programa de HumanAI tiene, además, un estricto control de datos para preservar la identidad y la información sensible de cada participante. El anonimato está en el corazón ético de la compañía.
Las dos especialistas destacaron la importancia del aprendizaje socioemocional. “Es cada vez más importante que la inteligencia emocional esté incluida de manera orgánica en la currícula”, dijo Ottaviano, y continuó: “Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que no acompañemos una evolución, que es clave. Porque si bien sabemos si nuestros estudiantes son buenos en Matemática, en Lógica, en Lengua, poco sabemos de su nivel de liderazgo, de empatía, de tolerancia a la frustración”. Y ese, señaló, es uno de los grandes desafíos de la educación.
¿Por qué el aprendizaje socioemocional es crucial? Para responder esta pregunta, Jacquet partió de un informe que entregó Argentinos por la Educación hace unos días, según el cual sólo trece de cada cien estudiantes terminan la secundaria en tiempo y forma. La deserción es multicausal por lo que habría que atacarla en conjunto, pero una de las claves en la permanencia de los estudiantes está en el aprendizaje socioemocional. “Existe evidencia de que esto fomenta y promueve el sentimiento de pertenencia de los estudiantes hacia las instituciones educativas”, dijo Jacquet.
“Es importante que los estudiantes puedan sentirse valorados, respetados, escuchados”, dijo Ottaviano. “Lo mismo ocurre con los docentes”, sumó Jacquet, “es importante que puedan sentirse apoyados por sus instituciones educativas, ya que, a partir de un clima emocional positivo, se ha comprobado que existe mayor efectividad al momento de aplicar este tipo de programas”. El entorno, aclaró, debe incluir también un trabajo articulado, una alianza con padres y cuidadores para que exista una cierta continuidad de lo que sucede en la escuela. Pero, señaló Ottaviano, hay que tener paciencia: “A veces estamos muy acostumbrados a querer tener resultados rápidamente, pero esta clase de proyectos tiene que sostenerse a largo plazo”.
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