El libro que señala cómo acompañar a los niños a que desarrollen las habilidades de su vida futura

En “Un ratito más” (Grijalbo), Maritchu Seitún y Sofía Chas proponen una guía para sostener el juego y la lectura en la infancia

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Sofía Chas y Maritchu Seitún,
Sofía Chas y Maritchu Seitún, autoras de "Un ratito más" (Ed. Grijalbo)

Mirar a los hijos a los ojos. Darse tiempo para compartir. Hablar, leer, jugar. Un ratito más (Ed. Grijalbo), de Maritchu Seitún y Sofía Chas —madre e hija— propone revalorar la intimidad de la relación familiar y (re)descubrir la importancia y el valor del juego y los cuentos en la vida de sus hijos.

El libro se convierte así en una guía con capítulos breves y muy claros, una suerte de pista de despegue en la que se reflexiona sobre temas distintos: para qué jugar, cómo se favorece el juego, cómo se doman las pantallas, de qué manera se participa en rituales familiares como cumpleaños y fiestas, qué valor tienen las historias cocreadas con los niños. Todo lo que puede determinarse en un corolario: cuáles son las habilidades que los niños necesitan desarrollar para su vida futura.

En esta entrevista Maritchu y Sofía hablan de su libro y de las ideas que pusieron en juego al escribir a cuatro manos.

En los últimos tiempos hay varios libros de pedagogos, de psicólogos, de mediadores, que abordan la relación de padres e hijos, y cómo se elabora ese tiempo. En el libro, ustedes recuperan ciertas ideas que, si bien están más dirigidas a los padres, podrían vincularse a los educadores. Quería comenzar por una reflexión por ese tiempo.

Maritchu Seitún: Estamos muy enamorados de la tecnología y las pantallas, y no nos damos cuenta de que eso hace que baje mucho la calidad de los encuentros de intimidad. Por eso nos pareció importante alertar a la gente que seguimos siendo nativos vinculares, y que tenemos que seguir trabajando el vínculo. El vínculo con el chico chiquito ocurre a través del juego y con el más grande, a través de la conversación. Hay que trabajar el espacio del vínculo; no podemos dejar que nos arrastre el teléfono que se lleva hasta a la mesa. Porque incluso puede ser que nuestros padres no hablaran con nosotros, pero nos hablaba la sociedad y nos decía cosas que valían la pena. Aprendíamos de todos: de los profesores o de la señora que nos ayudaba en casa, de las películas y los libros que leíamos. Y hoy, el mundo externo se ha vuelto muy tóxico. Entonces, o recargamos a los chicos con esto que nosotros les podemos dar, o los va a recargar la sociedad. Y yo no quiero que los niños sean recargados por la sociedad.

Sofía Chas: Sí, pero también es tóxico para los adultos. Uno no puede mirarse para adentro si todo el tiempo está mirando para afuera con el teléfono. Eso genera que nosotros tampoco nos conectemos y que no nos vinculemos con nosotros mismos como adultos, como personas.

Es evidente que el libro está escrito con una biblioteca detrás, pero evitaron las citas. O, en todo caso, hay más testimonios de chicos que citas de libros. ¿Por qué?

Maritchu Seitún: Es mi estilo. Yo soy psicóloga y, si tengo una capacidad, es hablar fácil lo difícil. Lo cual no quiere decir que, cuando un concepto es de alguien yo no lo cite. Cito un montón a Winnicott, en este sentido. También a Valeros. Como no estamos hablando para profesionales, sino padres, trato de no cansar con las citas. Si estuviera escribiendo para profesionales, pondría toda la pila. Y, además, en los libros anteriores sí puse un montón de libros y de citas. En este eligimos no hacerlo.

Sofía Chas: Este libro tiene un trabajo doble, que es que también el adulto reflexione y trabaje sobre sí mismo. Y eso hace que no necesites la cita, porque nosotros queremos que revises tu infancia y tu vida, y puedas entender qué pasó y por qué tiene tanto valor. Es un trabajo que va más para adentro.

"Un ratito más", de Maritchu
"Un ratito más", de Maritchu Seitún y Sofía Chas (Ed. Grijalbo)

¿Qué características se deben desarrollar para un juego sano con los chicos?

Maritchu Seitún: Tiene que ser flexible. En lo posible, tiene que ser imaginativo o creativo. Tiene que saciar: cuando uno juega, el juego se agota. Jugué a la mamá, jugué a la maestra y ya basta, ya está, ya jugué lo suficiente. A diferencia de las pantallas, que son mucho más estereotipadas y mucho más adictivas. El juego no es adictivo. Lo hago porque me divierte, porque me interesa, porque quiero.

Sofía Chas: Agregaría: que todos se diviertan. Que todos los que estén jugando la pasen bien y no estén incómodos en el rol que están jugando. Y, no importa la edad, que todos estén a la par.

Marichu, mencionaste dos veces el tema de las pantallas y hay un capítulo completo dedicado al tema. Ustedes dicen que no hay que prohibir el uso, pero ¿cómo se gradúa el uso, cómo se pone el límite?

Sofía Chas: Y… se pone poniendo. Depende mucho de cada familia y de cada dinámica familiar. Pero la idea es que cada uno pueda distinguir cuánto tiempo le hace bien. La pantalla no es buena en sí, entonces hay que regularla diciendo cuántas horas se van a usar por día, eligiendo horarios. Poniendo límites. O sea, usando la paternidad como se debe.

Maritchu Seitún: La pantalla es una herramienta. No los podemos privar de la herramienta, pero tenemos que enseñarles a usarla. Y para eso, el primero que tiene que aprender a usarla es uno, Los chicos tampoco se pueden pasar todo el día dibujando o andando en bicicleta. Lo que pasa que dibujar no es adictivo, porque es un juego. La pantalla sí. Por eso hay que hacer un trabajo activo y ritualizar el uso de la pantalla.

¿Qué significa que el juego sea un trabajo?

Maritchu Seitún: Freud decía que el juego es el trabajo de los niños. ¿Qué hacen los niños? Jugar. Pero en realidad, no es un trabajo; al revés. A través del juego se curan, se divierten, aprenden, hacen un montón de cosas. Se convierte en trabajo cuando te ponés a competir.

Sofía Chas: Además, el cerebro sí trabaja. El cerebro del niño evoluciona a través del juego. Todas las habilidades que necesitan para ser adultos se trabajan a través del juego. Por ese lado, sí es un trabajo. Necesitan horas de hacerlo.

Hay un capítulo dedicado a la creación de cuentos: ¿cómo pensaron ese capítulo, cómo es el vínculo de las palabras y cómo se arma un objeto libro a partir de eso?

Sofía Chas: Yo tengo todo un programa para autores. Hace diez años que escribimos juntas con mamá. Escribimos y después yo diseño y los ilustro. Tenemos muy afinado ese proceso, y nos dimos cuenta de que el cuento sencillito, de dos paginitas, es fantástico. La idea, entonces, era cómo plasmar ese programa en el que venimos trabajando para que cada papá pueda hacer su propio libro y para que cada chico pueda tener su propia historia.

Maritchu Seitún: Agregaría algo que tiene que ver con la teoría del apego, y con lo que aprendí con muchos pero especialmente con Inés Di Bártolo. Y es que, cuando uno procesó bien su historia, la puede contar. Con cierto dolor, pero sin quedarse pegado a lo que pasó. Y sin negar. Si digo que mi infancia fue maravillosa, estoy negando un montón de cosas. Si digo que todavía estoy enojado con mi papá, porque a los ocho años me dio un sopapo, tampoco estoy procesando bien. Pero si puedo armar mi historia, reconstruirla, pesar las circunstancias de la vida, y puedo recordar con dolor, voy a poder estar bien y sano. Los cuentos habilitan a eso. La gente que escribe cuentos, de alguna manera, está restaurando algo o está tratando de aprender algo.

Si bien en el libro no hablan de cuentos clásicos, quería preguntarles cómo se trabaja con esos cuentos y cómo se hace en este momento en que varios fueron reescritos o cancelados.

Sofía Chas: Los clásicos son clásicos. Son parte de nuestra historia y está bueno saberlos. Y está bueno también tenerlos. Hay personajes raros, personajes malos, por ahí truculentos, pero la verdad que aportan a la cultura. Son valiosos; no queremos tachar nada. Lo importante es que cada uno arme su propia impronta.

Maritchu Seitún: A mí me da mucha pena que intenten modificar algo que, en su momento y en su contexto, fue como fue. Tenemos que aprender a leerlos con lo que eran. No ayuda para nada cambiarles las palabras o las situaciones. Hay un montón de cosas que uno aprende en esas historias. ¿Por qué no seguir leyéndolas de esa manera, entendiéndolas dentro de su contexto y sin ofendernos porque eran machistas o porque la madre tenía envidia de la hija? No tiene sentido evaluar con la mirada de hoy.

Algo muy interesante del libro son los espacios de intervención que proponen sobre el propio libro: páginas en blanco o con renglones para completar, para hacer listas, para pensar una respuesta sobre el tema que se discute. ¿Qué buscaban con eso?

Sofía Chas: Esa fue mi idea. La idea era apropiarse del libro. Que no quede todo en la teoría, porque, en un libro bastante corto, dijimos un montón de cosas, muchos conceptos uno tras otro. Está bueno que todo eso vaya decantando y, para mí, la manera de decantar es trabajarlo, meterlo en papel, hacer un dibujo, escribir. La idea era esa: que quien lo lea haga el ejercicio de mirar una película o leer una novela y revisar los conceptos. Con eso queríamos interpelar todavía más al que está del otro lado.

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