La educación financiera desempeña un papel fundamental en la búsqueda de una vida más plena para los estudiantes, al fomentar una relación saludable con el dinero y la economía personal.
En ese sentido, Junior Achievement se destaca como un agente clave para dotar a los jóvenes de las herramientas que necesitan para ser protagonistas de su propio futuro. Como una ONG con una trayectoria centenaria, Junior Achievement se enfoca en el aprendizaje activo en educación financiera, la preparación para el mundo laboral y el fomento del espíritu emprendedor.
María Itatí Cabral, directora de operaciones de Junior Achievement, visitó el auditorio de Ticmas, y compartió las perspectivas sobre los programas y objetivos desarrollados por la organización.
—¿Qué buscan con las propuestas que les dan a los estudiantes?
—Les proponemos un montón de cosas que los van a preparar para una autonomía. Que empiecen a ser conscientes de algunas decisiones que tienen que ver con su vida, ya que la vida de los chicos, como la de todos nosotros, está atravesada por los recursos económicos, por el dinero, las finanzas. Si no sabemos cómo movernos con eso quedamos un poco entrampados y ahí es donde somos menos libres. La educación financiera tiene que ver con la posibilidad de tomar mejores decisiones y ser más conscientes de lo que tenemos entre manos.
—¿Cómo son los programas que desarrollan desde Junior Achievement?
—Tenemos varios ejes de trabajo que tienen que ver con el emprendedorismo, con las habilidades para el mundo del trabajo, con la transición entre la escuela y el trabajo. Es necesario educarse, porque, si no, el trabajo puede ser simplemente aquello que tenemos que hacer porque de algo hay que vivir, y, en cambio, puede ser la gran posibilidad de desarrollarnos. Ese es otro de nuestros ejes de trabajo.
—¿A partir de qué edad comienzan a tomar los programas?
—En Argentina, trabajamos con chicos desde los once hasta los veintipico. Pensando en el sistema educativo, nos enfocamos en todo el nivel secundario. Nuestros programas se dirigen a los chicos que están en la escuela, y también a los que están fuera de la escuela. Afuera en todos los sentidos: el chico que está en la escuela y que quiere hacer una programación financiera pero en la escuela no se lo propusieron, el chico que está afuera de la escuela porque terminó, el chico que está afuera porque no va. Todos pueden ser estudiantes de nuestros programas de educación financiera
—¿Qué tan complejo es que los chicos aprendan el sentido del dinero?
—Hay niveles de discurso muy diferentes. Para cada edad hay una propuesta diferente. No se habla igual con un chico de 11 o 12 que con un joven de 18, y hay otra distinción si hablamos de alguien que trabaja o de quien no. Cuando hablamos de los grados menores, los que tienen entre 11 y 13 años, hablamos de nociones básicas como ingresos, egresos, cómo se genera la plata. Con los chicos de 14, 15 años se empieza a complejizar un poco más y se puede hablar también de cómo se arma un presupuesto, cómo planificar los ingresos y egresos. Y cuando ya tienen 17 o 18 años, sobre todo en países como el nuestro, hay que manejar conceptos más sofisticados que tienen que ver con la inflación, con inversiones y crédito, con la gestión de nuestros recursos. En Junior Achievement hablamos de la educación económica y financiera desde el proyecto de vida; siempre se asocia a cómo esos recursos sirven para anclar mejor y desde ahí a dónde queremos llegar.
—Mencionaste la inflación. ¿Cómo impacta ese tema en la educación financiera?
—Nos obliga a usar más matemáticas. En cada en cada país, en cada lugar hay un desafío propio. En Argentina tenemos este. Tenemos que ser más dúctiles y estar sintonizados con esta problemática. Está bueno que desde chicos entendamos por qué suben los precios, por qué el dinero que tenemos hoy no va a ser el mismo que en tres meses. Hay cuestiones súper básicas. “Qué hago con la plata del Ratón Pérez: ¿la guardo hasta los 18?”. A veces me encuentro con personas que me dicen: “Ustedes enseñan educación financiera, pero eso es para los que tienen plata”. ¡No! Eso es para todos los que vivimos en este mundo, que está atravesado por el dinero y que requiere que seamos buenos manejando nuestros recursos. La inflación es un desafío para todos.
—¿Cómo es el programa “Aprender a Emprender”?
—Es un programa que tiene que ver con la posibilidad de que los chicos aprendan a hacer un emprendimiento y presentar un plan de negocios. Para eso tienen que calcular un montón de cosas: el punto de equilibrio, la rentabilidad, el precio de ventas, el tiempo de producción, etc. Lo que nosotros medimos es que los chicos adquieran habilidades emprendedoras para la vida, que tienen que ver con proyectar, planificar, trabajar, comunicar, etc., y con hacer un montón de cálculos. A través de mediciones de impacto, evaluamos que los chicos que pasan por una experiencia como esta —que es uno de nuestros programas más robustos— es muy superadora y se graba en la memoria. Yo me sorprendo en reuniones con personas que me dicen: “Yo hice ese programa en el colegio”, y me cuentan cómo les impactó y les ayudó a entender la realidad de sus familias y sus primeros trabajos.
—¿Tienen métricas de cómo impactan los diferentes programas?
—Hace varios años nos empezamos a focalizar en medir impacto: ¿cuál es el aporte de lo que hacemos en la vida de los chicos?, ¿sirve?, ¿para qué?, ¿qué cambia? Podemos decir claramente que los jóvenes que pasan por estos programas tienen mayor propensión a emprender y aumentan significativamente su autoconfianza, pero nos faltaba información sobre los programas de educación financiera en sí. El año pasado, junto con la Universidad Di Tella, hicimos una investigación en base a 3.700 encuestas de chicos que pasan por nuestros programas, y encontramos datos muy interesantes. Por ejemplo: sólo el 4% de los chicos dijo que no le interesaba la relación con el dinero.
—Es un dato significativo.
—Es un gran dato. Otro más: les preguntamos cuáles eran las materias de la escuela más relevantes de cara a su futuro, les presentamos una lista de once opciones —incluyendo “otros”— y siete de cada diez chicos puso como primera a Economía y Finanzas. Hay que decir que eran chicos que se habían inscriptos a un programa de Educación Financiera, pero no habían sido ellos los que eligieron inscribirse, sino que se los había propuesto un docente. Otro dato interesante fue cuando les preguntamos de dónde se informan en cuestiones de economía y finanzas: cerca del 80% dijo de sus padres.
—Yo hubiera arriesgado: “redes sociales”.
—Menos de un 40% dijo “internet” o “aprendo solo” —lo que básicamente quiere que busca en internet—, y un porcentaje menor pero igualmente significativo es que lo hacen a través de los docentes. Hay muchas conclusiones que se pueden obtener, pero lo que seguro nos dice es que hay espacio para trabajar en el aula y que hay mucha responsabilidad, como creo que ya todos lo sabíamos, en casa.
—¿De qué forma se involucran los padres?
—Todos los chicos tenían entre 14 y 19 años, y les preguntamos si recibían dinero con cierta periodicidad o sólo cuando lo necesitaban. Está probado que recibir un dinero en forma periódica con un monto sabido de antemano nos prepara mejor y nos educa a gestionar el dinero. En la encuesta, menos de la mitad de los chicos recibía dinero en forma periódica.
—Eso habla mal de nosotros como padres.
—En todo caso, podemos decir que hay una gran área de mejora.
—Fuiste por la positiva.
—Es que muchas veces nosotros, como padres, tampoco tenemos tan claro cómo educar a nuestros hijos en el uso del dinero. Pero, si en lugar de darte 100 pesos todos los días, te doy todo junto el fin de semana y proyectamos cómo gastarlos, es más educativo y empieza a generar autonomía.
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