En por lo menos una ocasión de nuestras vidas, todas las personas hemos sentido que no estamos calificados para algo. Nos subestimamos o tenemos miedo de decepcionar a nuestros seres queridos; y lo hemos sentido por lo menos una vez a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, esto se convierte en un problema cuando normalizamos estos sentimientos en nuestro día a día y se pueden ver reflejados en los ámbitos laborales y académicos de las personas. A esto se le ha llamado: el síndrome del impostor.
Dicho síndrome no discrimina género, estatus socioeconómico, edad, etc., se refiere a aquellas personas “con alta motivación las cuales no reconocen sus logros, dudan de sí mismos constantemente y temen a ser expuestos como fraude en su rol o posición”. Por lo general, esto le sucede a personas exitosas con grandes habilidades y alto rendimiento, los cuales cuentan con las siguientes características:
- Piensan que llegaron a la posición en la que están por suerte y no por sus propios méritos.
- Trabajan o estudian en exceso para compensar “aquello que no sabe” o “que no merece”, sacrificando su bienestar y salud.
- Desconfían y dudan de sus propias habilidades.
- Se aíslan por miedo a ser descubiertos como fraude.
- Están insatisfechos con su desempeño y tienen altas exigencias para sí mismos.
- Minimizan sus logros.
A pesar de no ser considerado un trastorno psicológico clínico, es bastante común. Según un estudio de Asana, 62 % de las personas dentro del ámbito laboral en el mundo sufren de ello. Y mientras que el síndrome del impostor se desarrolla a partir de numerosas razones, la ansiedad y depresión es una de las más relevantes. Adicionalmente, este padecimiento también puede deteriorar aún más la salud mental de la persona, ocasionando burnout o agotamiento extremo.
El mayor temor que engloba este padecimiento es uno: el miedo al fracaso. Normalizarlo puede ser un gran reto para muchas personas que sufren de este trastorno ya que desata sentimientos negativos como la vergüenza, tristeza, decepción, impotencia, etcétera; emociones que una persona con este síndrome desea evitar a toda costa, ya que por lo general buscan la aceptación de los demás.
¿Soy un impostor? ¿Soy una impostora?
Para saber si padeces el síndrome del impostor, basta con platicar con seres queridos sobre cómo te sientes o hacer introspectiva hacia tus propios pensamientos y actitudes. Cabe mencionar que este trastorno tiene algunas variaciones, y se han identificado cinco tipos diferentes:
- Perfeccionista: Es aquella persona que trabaja para alcanzar la perfección, y a pesar de tener éxito, este no los satisface. Usualmente critican su propio trabajo constantemente y para ellos no es opción equivocarse.
- Genio natural: Miden su competencia con respecto a qué tan rápido llegan a comprender o hacer algo en vez de reconocer sus esfuerzos, ya que basan sus logros en sus habilidades. Quieren sobresalir al hacer algo por primera vez y suelen desesperarse y tomarlo como fracaso si no lo hacen bien.
- Superhéroe: Tiene la necesidad de tomar varios roles a la vez y trabajan de más para demostrar que están a la altura de su título. Quieren acaparar todo el trabajo, pero eso solo hace que se agobien y terminan agotándose.
- Solista: Estas personas sienten que deben trabajar solas por miedo a mostrar a los demás sus debilidades. Para ellos, pedir ayuda es un símbolo de debilidad.
- Experto: Temen ser descubiertos como impostores por falta de conocimiento en un tema determinado. Se sienten nerviosos al ser nombrados especialistas y al no saber algo afecta gravemente su autoestima. Estas personas usualmente buscan muchas certificaciones y estudios para asegurar su éxito (a pesar de ya tenerlo).
Adicionalmente, puedes realizar este quiz para evaluarte a ti mismo y conocer en qué parte de la escala te encuentras. Recuerda que esto es un indicador y no es un diagnóstico médico.
El impostor en la docencia
La docencia es un sector que no se escapa del síndrome del impostor, y tanto docentes como estudiantes lo padecen. Por parte del personal docente, pueden paralizarse al sentir que no están capacitados para responsabilizarse por el aprendizaje de sus estudiantes o compararse con otros colegas. También, un ejemplo que pasa muy a menudo es cuando un docente no sabe algo o es corregido por un estudiante, lo cual puede amplificar los sentimientos de este trastorno; pero basta con admitir que se desconoce esta información. Sin embargo, esto puede tornarse en algo sumamente positivo, ya que se podrá apreciar la sinceridad del docente y los estudiantes se sentirán con más confianza para compartir sus conocimientos.
Por otro lado, está la comunidad estudiantil. Los docentes al conocer este trastorno podrán identificar las conductas de su alumnado y planear estrategias para mitigar su impacto: esto puede lograrse al impulsar el diálogo y la participación, proveer comentarios alentadores, y creando espacios inclusivos para que no dejen a nadie fuera. Empero, pueden existir situaciones donde dependiendo de la severidad del caso, sería mejor alentar al alumno a buscar alternativas de apoyo dedicado.
Combatiendo al enemigo
Nuestra mente es muy poderosa y puede ser nuestro primer obstáculo para lograr nuestras metas. Los pensamientos que nacen a partir de esto crean miles escenarios negativos irreales y nos hacen creer que no somos suficientes. Para contrarrestar el síndrome del impostor es imperativo navegar a través de dichos pensamientos y cambiar nuestra mentalidad:
- Reconoce: Toma conciencia de los pensamientos disruptivos que son ocasionados por el síndrome del impostor, de esta manera podrás identificarlos y reafirmarte que no son verdad y evitar bloquearte a ti mismo.
- Aprende: Es imposible que todos sepamos todo. Al no saber algo, ve esto con humildad ya que es una gran oportunidad para aprender algo nuevo y desarrollarte en un nuevo ámbito.
- Pide ayuda: Tus compañeros de trabajo, familiares y amigos no dudarán en apoyarte en lo que necesites, no debes castigarte por no saber, es imposible que seamos especialistas en todo.
- Confía: Reconoce que son tus propios talentos y habilidades los que han hecho que estés donde estés, y que estas mismas capacidades te ayudarán a salir adelante ante cualquier obstáculo.
- No te compares: Nunca es bueno compararte con otros. Todos tenemos habilidades y caminos que llevan diferentes ritmos, sé paciente, todo va a su tiempo.
- Disfruta tus logros: Podemos llegar a minimizar tanto nuestros propios logros que rápidamente pasamos a la siguiente tarea. Es importante tomar nuestro tiempo para celebrarlos y asimilarlos. Además, puedes documentar tus logros en un archivo en tu computadora o escribirlos, grandes y pequeños (logros son logros, al final de todo) y tenerlos a la mano al momento de dudar de tus capacidades.
- Acepta el fracaso: La mejor manera de crecer es a través de la experiencia, y cometer errores a lo largo de nuestras vidas será una constante. No debemos verlo como algo negativo, sino como etapas en el ciclo de aprendizaje, y escalones que nos ayudarán a encontrar el éxito eventualmente.
- Sé bueno contigo mismo: Podemos llegar a ser muy exigentes con nosotros mismos. La clave está en tratarte y entenderte como lo harías con un amigo o familiar. La compasión y comprensión también puede aplicarse para uno mismo.
No podemos hacer todo ni complacer a todos, es suficiente cuidar de ti mismo, cambiar nuestros pensamientos y estar conforme con todo lo que hemos logrado y lo que está por venir. Recuerda que el camino que recorremos es diferente para todos y todas, y no debemos forzarnos para complacer a otros. Quedan muchas metas por cumplir en un futuro no muy lejano, todo llega a su debido tiempo y lo más importante: tus logros, talentos y experiencias han hecho que estés donde te encuentras. No eres un impostor.
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