Desde hace bastante tiempo, el concepto del multiverso ha capturado la atención de muchos. Puede que ya nos hayamos olvidado cuándo fue la primera vez que lo escuchamos. Tal vez haya sido con el legendario video “Amazing” de Aerosmith. O quizás cuando el comienzo complejo del siglo XXI nos empujaba a vivir una “Second Life”. Julieta Schulkin es autora de Vuelta por el metaverso (Ed. Galerna), un libro que se embarca en el desafío de desvelar este concepto que no termina de ser resbaladizo.
Con este trabajo, Schulkin explora cómo el metaverso impacta en el empleo, en la vida cotidiana, en la educación, y también cómo se relaciona con otras tecnologías como la inteligencia artificial. Ella no se calza la guitarra de Gustavo Cerati, pero, como él, nos invita a dar una vuelta: alto, cada vez más alto.
Schulkin visitó el auditorio de Ticmas y dejó una serie de ideas muy productivas para pensar el futuro.
—Cuando pensamos en el metaverso, en lo primero que pensamos es en Meta, la compañía de Mark Zuckerberg. Pero también podríamos hablar de Second Life y tantas otras cosas.
—Y de la novela Snow Crash, de Neal Stephenson, que es 92 y donde, supuestamente se mencionó por primera vez el concepto de metaverso, como un universo paralelo dentro de la virtualidad. El personaje de esta novela necesita escapar de su rutina y de su vida de repartidor de pizzas, y se sumerge en este mundo paralelo. Ready Player One lo piensa también. La novela, y después la película de Steven Spielberg. Pero también es correcto que venga el metaverso de Mark Zuckerberg, cuando hace ya dos años que cambiaron el nombre de la casa matriz, Facebook, por Meta —con la gran ambición de crear un universo paralelo en donde podamos tener experiencias de compra e interacción social— generando mucha controversia, muchas dudas y mucha polémica en relación a eso. Conozco a personas de la industria de la tecnología que no estaban de acuerdo con que ahora empecemos a llamar metaverso a la realidad virtual o a una especie de internet 3D más inmersiva. Hoy, en el metaverso, hay una grieta.
—Te propongo que hagamos una desambiguación del término. ¿A qué debería hacer referencia el “metaverso”?
—Metaverso refiere a meta, más allá, del universo. Bajemos el concepto a una experiencia virtual, que va más allá de dar la “vuelta al perro”, que es lo que hacemos en la web 2.0 cuando consultamos siempre las mismas aplicaciones. La idea del metaverso plantea que puede existir un nuevo tipo de inmersión. Probablemente a las personas que tenemos más de 40 años nos cueste un poco pensarlo, porque nuestras infancias fueron sin internet; pero estoy muy segura de que, para las personas sub-20, que nacieron jugando videojuegos, nacieron con internet, es más claro. Juan Ruocco, un filósofo y periodista, me dijo que el metaverso es el videojuego definitivo. Y es que el metaverso tiene la lógica de los videojuegos. Muchos videojuegos son llamados metaverso, como Fornite, por ejemplo. Lo que tienen estos juegos es que muchos niños, niñas, preadolescentes y adolescentes entran y jugar es una excusa. En realidad, quieren hablar con sus amigos, quieren tener alguna experiencia distinta, quieren chatear. Es como estar en un club en el mundo virtual. Así todo, probablemente no pueda responder al 100% qué es el metaverso porque es un bebé en pañales. Estamos como en el principio de la tecnología móvil. O como cuando se pensaban las plataformas de e-commerce como MercadoLibre. Conociendo a los creadores y habiendo tenido muchas charlas inclusive para este libro, me decían que a fines de los 90, cuando planteaban una plataforma en donde las personas podríamos comprar y vender productos, a todos les parecía una locura. Nadie apostaba a eso: eran unos locos. Y mirá hoy lo que es esta esta plataforma. Creo que algo similar va a pasar con el metaverso.
—¿Por qué hay compañías que se van del metaverso? Por ejemplo, Disney. Y creo que también Fox. Y hay otras compañías que decidieron irse del metaverso. Pero ¿cómo es irse de una realidad que, en realidad, es una tecnología?
—Es muy difícil explicarlo. Estas compañías hicieron una gran apuesta para desarrollar algo desde cero que no estaba desarrollado. El año pasado, por ejemplo, me llegaban muchas gacetillas de prensa diciendo que tal empresa “está desarrollando su propio metaverso”. Me parecía muy ambicioso. Fue muy ambicioso el anhelo de estas empresas para querer sumarse al metaverso creando unidades que iban a desarrollar desde cero experiencias de realidad virtual. Y el metaverso no es solamente una realidad virtual que podés vivir con las gafas; al contrario. Yo creo que, de acá a 2030, la virtualidad va a seguir en la pestaña de un navegador, aunque seguramente las interfaces y las formas de relacionarnos serán diferentes. Volviendo a la pregunta, me parece que fue demasiado ambicioso querer armar desde cero una propuesta para el metaverso cuando todo se está gestando.
—Cuando en 2005, 2006 existía Second Life, que fue un precursor de…
—¿Lo usaste?
—No, no me enganché con eso.
—Yo tampoco.
—Pero, digo, era el precursor del metaverso. Muchas universidades se metieron y daban una especie de clase presencial, pero a distancia. ¿Cuáles son las posibilidades del metaverso hoy para las universidades y las escuelas?
—A diferencia de un Zoom o una videollamada, en el metaverso podemos tener avatares —aunque también podés interactuar a través de tu imagen “real”— a través de una pantalla virtual. Lo que lo que te ofrece el metaverso es la posibilidad de tener la infraestructura que quieras. Por ejemplo, hace poco se hizo una audiencia en Colombia dentro del metaverso de Meta, donde algunos participantes estaban conectados en una videollamada y otros tenían gafas de realidad virtual. El cuerpo puede tener algún tipo de presencia más activa dentro del metaverso. La gran ambición de Mark Zuckerberg ha sido poder trasladar los movimientos de las manos o de las piernas al metaverso. Una gran ambición. Lo que nos brinda es un poco de “jugabilidad” un poco de entretenimiento a la experiencia. También, por ejemplo, hay recitales que se pueden lograr en el metaverso.
—Hubo festivales de música auspiciados por grandes corporaciones
—Bueno, Decentraland es uno de los metaversos precursores. Desde 2020, hizo un montón de acciones por la Semana del Orgullo, hizo la fashion week. Podemos imaginar que entrás a una plataforma y, a través de un mapa abierto, te ponés tus auriculares, generas tu avatar y vas caminando y elegís una dirección de ese metaverso para ir a un evento. Estás caminando y, de pronto, sentís que la música empieza a sonar más fuerte y entonces entrás a un evento o a un dj set. Es todo muy lúdico, muy experimental. Desde la experiencia de haber escrito el libro y de estar muchas noches en metaversos e interactuar con personas, te puedo decir que hay gente joven, hay gente que le gusta jugar videojuegos, hay gente muy vinculada con la web 3.0. Algo que estudié es el tema de blockchain, los nfts, los activos digitales. También quería entender quién está en contra del metaverso.
—Hablás de los nfts y pienso que eran una burbuja y no la nueva movida del arte.
—Fueron una burbuja, y, cuando aparecieron, era el furor cripto, pleno bullmarket, pleno mercado en alza de las criptomonedas. Fue cuando Bitcoin había alcanzado los 60 mil dólares. El mundo cripto es una burbuja que se expande. Cuando los ntfs eran la tecnología de moda, vendían una obra por millones de dólares, después te enterabas —la primera fue la de Beeple— que eran las mismas personas que ya estaban dentro del ecosistema cripto las que las compraban, que tenían Bitcoin y hacían mover el circuito. Eso sí fue una burbuja. Fueron los caramelos ácidos de la web. Lo que quedó sigue siendo una burbuja y la verdad es que perdió mucha reputación, pero me parece que es una tecnología que ayuda muchos artistas que vienen de diferentes palos como la música, el arte más clásico, la escultura, los artistas digitales, multimediales. Hay una movida con la que yo me vinculo, también, en donde esas personas ven una manera distinta para monetizar su arte de una manera bastante transparente, porque está bajo la blockchain, que es una tecnología en donde se ven las transacciones.
—¿Cómo se relaciona el metaverso con la inteligencia artificial?
—Se relacionan profundamente. Este año, la tecnología de moda es la inteligencia artificial. El año, a finales de noviembre, liberaron ChatGPT, y empezamos a hablar de inteligencia artificial por eso. Hay otras grandes compañías, como Google, que tienen sus propias herramientas, y que las tenían guardadas. La inteligencia artificial compone la próxima etapa evolutiva de internet. Está cambiando la forma de componer contenidos en internet. A la industria, por las conversaciones que tengo, le llama la atención qué estemos hablando de esto ahora, si hace décadas que existe la inteligencia artificial en nuestras vidas, ¿no? Lo pienso de la web 2.0. Desde el discurso que nos vendieron, de que somos el centro, somos creadores de contenidos, tenemos el control de nuestra información.
—Los prosumidores de los que hablaba Alvin Toffler.
—Exactamente. Ahora bien, volviendo a esto de ser el centro, me parece que lo que propone el metaverso es algo parecido a la web de principios de los 2000, que vino después de la burbuja de las puntocom. Es una internet que nos demanda estar un poco más presentes. A mí, que la inteligencia artificial sea la tecnología de moda me pone muy contenta. Me parece que es momento. Hay un paper de OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, donde analizaba los posibles trabajos que tenían más porcentajes de ser reemplazados, y, en realidad, en este paper también dicen que estas tecnologías les van a permitir a las personas saber más de tecnología. Me parece que hay un miedo a la tecnología y a la inteligencia artificial, y creo que lo que nos demanda esta situación es que hay que leer más, hay que involucrarse más. Te lo digo también como madre de hijas de ocho años. Me involucro mucho con su virtualidad tratando de no ser una entrometida. Hoy estaban editando su primer video y querían poner subtítulos a un contenido. Ellas van a naturalizar muy bien el metaverso, como un montón de nuevas generaciones.
—Como especialista, ¿hacia dónde vamos en diez… —por ahí diez años es un montón en tecnología—; hacia dónde vamos en cinco años?
—Hacia un cambio drástico en nuestros trabajos y en nuestras tareas diarias. Muy pronto, en unos meses, cuando Google libere una de sus herramientas de Workspace, es probable que podamos tener la casilla vacía porque una inteligencia artificial responde los mails. Yo creo que el gran desafío es en la educación. Porque junto con la noticia de ChatGPT está el mensaje de que los chicos y las chicas se pueden machetear o pueden hacer las tareas con un asistente que piensa por ellos.
—Ese es el debate: cómo aplicar la inteligencia artificial con una lógica que renueve la educación y no cómo limitarla para que los estudiantes “no se copien”.
—Propone una nueva forma de enseñanza también. Esto ya está sucediendo en algunas universidades de Estados Unidos. Muchas veces se propone el ejercicio inverso: hagamos trabajar al ChatGPT o a la inteligencia artificial generativa que sea, y veamos cuál es el error. Veamos cómo se puede hacer mejor. Es difícil dar una respuesta definitiva respecto de qué va a pasar de acá a cinco años, pero sí creo que nuestras formas de relacionarnos, de trabajar y de aprender van a cambiar a niveles que todavía no los podemos imaginar. Por eso hay que estar atentos, leer y tratar de no tener miedo al avance tecnológico.
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