Adrián Álvarez es presidente del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec), una institución oficial de la Iglesia Católica a nivel nacional que se encarga de representar y coordinar la educación católica organizada en juntas diocesanas, desempeñando diversas actividades que incluyen dar clases y cursos. Consudec, además, lleva a cabo la gestión de una bolsa de trabajo y hasta publica regularmente una revista. Sus principales objetivos se centran en orientar la pastoral educativa, fomentar la misión de evangelizar la cultura y actualizar la identidad de la escuela.
Enrique García es el director ejecutivo de la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de Argentina (FAERA), un proyecto que se inició en 2014 y que actualmente cuenta con la participación de 73 instituciones asociadas. FAERA tiene una amplia gama de objetivos, que van desde la promoción y defensa de los derechos civiles, religiosos, pedagógicos y laborales de los actores del ámbito educativo, hasta la representación y protección de los intereses de las instituciones. Con una destacada presencia, FAERA se esfuerza por brindar una atención integral a todas las personas involucradas en el proceso educativo de las instituciones católicas.
Ambos líderes visitaron el auditorio de Ticmas, donde participaron en el diálogo “Hacia un pacto educativo argentino”, moderado por Patricio Zunini. Transcribimos aquí las partes más salientes del encuentro.
Quería comenzar por definir el universo al que miran desde cada institución.
Adrián Alvarez: Consudec es una institución casi centenaria. Este año cumplimos noventa y ocho años, y es la institución que ha sido la representación de la educación católica en la Argentina. Depende fundamentalmente de la Conferencia Episcopal, de la Comisión de Educación, y tratamos de nuclear y representar a toda la educación católica en el país. Básicamente, nuestra responsabilidad primaria son los colegios de los obispados, pero esto no quita a todas las instituciones educativas del ámbito católico.
Enrique García: Somos un poquito más jóvenes; la verdad es que somos primos hermanos. Estamos en el mismo barco. Adrián y yo nos conocemos de la escuela secundaria. Compartíamos el banco en el Otto Krause, en la escuela técnica, y nos propusimos trabajar en conjunto Consudec y FAERA. Por eso, no quiero marcar las diferencias, más allá de algunas particularidades que son específicas de las congregaciones que pertenecen a la Federación. La característica distintiva, lo cual no significa que sea antagónico, es que las congregaciones religiosas que pertenecen a la Federación tienen como carisma particular la educación. Esto nace como un desprendimiento de la Confar, que es la confederación que agrupa a todas las congregaciones religiosas. Nació como una comisión de educación y, como pasa en la Argentina, a medida que la gestión educativa se fue complejizando, se decidió apuntar específicamente y tener un organismo que se dedique al tema educativo.
Me imagino que uno de los desafíos más grandes es orientar la currícula educativa sin olvidarse de la pastoral. ¿Cómo hacen para equilibrar ese doble objetivo de la educación?
Enrique García: En realidad, no es doble: es el único. Acá podría poner varios ejemplos. Hay un hermano lasallano, Pedro Gil, y también podría citar al padre Lorenzo Milani de Barbiana, cerca de Florencia, que decían que la escuela es como el octavo sacramento. Ahí te das cuenta de que no hay una hora de catequesis, y el resto de las disciplinas. La pastoral educativa atraviesa todo el currículum. Nosotros estábamos acostumbrados a que, en la escuela, en el aula, el contenido estuviera en el centro. Y no está mal. Ahora, para que ese contenido se transforme en un saber, tiene que ser atravesado por el alumno, por el contexto del alumno. Quiere decir que, para nosotros, la pastoral no está escindida de las disciplinas científicas, sino que es el tono en que se desarrolla la vida dentro de la escuela. En las relaciones interpersonales, en relación con la trascendencia, con las otras personas y el planeta.
Adrián Álvarez: Podemos ser críticos de nosotros mismos; estamos entre amigos. A veces pensamos la pastoral como una pastoral de eventos. Hay un documento de febrero del año pasado, que habla de la identidad católica, y, cuando habla de ser católico, lo pone como un punto crítico. Dice: “¿Qué entendemos por ser católico?”. Y es bastante crítico sobre eso. Yo creo que a veces el tema de la pastoral nos pasa así. Pensamos que la pastoral tiene que ver con lo sacramental, con el evento tal, con la cuestión tal. Y en nuestras escuelas, la pastoral tiene que ser el modo de gestión.
¿Qué significa?
Adrián Álvarez: Pastoral no solo es hacer un campamento, sino también conocer a las familias de mi comunidad. Si yo sé que una familia está pasando un mal momento, no espero que la persona venga a decirme: “No te puedo pagar” y yo dadivosamente le diga: “Está bien, quedate tranquilo”. ¡No! Yo salgo al encuentro y le digo: “Sé que estás pasando por un problema, despreocupate, sos parte de nuestra familia, sos parte de esta escuela, vamos a trabajar juntos, te vamos a acompañar”. Eso es pastoral y de eso estoy hablando, de una pastoral que es la gestión. El Arzobispado de Buenos Aires hizo una encuesta a los alumnos del último año de nuestras escuelas. Y los resultados son muy duros, porque le preguntaron cuánto impacta Jesús en sus vidas y un 40% dice que nada. Pasaron 13 años y un 40% dice que nada. Todos dicen que aprendieron valores, pero los valores que también se aprenden en la escuela estatal que está a tres cuadras. Entonces ¿cuál es la diferencia entre esa escuela y nosotros?
El título de la charla es “Hacia un pacto educativo argentino”. Cuando se presenta un pacto, ¿desde qué puntos de encuentro se parte?
Adrián Álvarez: El primer punto de encuentro es la escucha. No se puede partir desde la proclamación: “El pacto es esto y vamos a hacer tal”. Lo primero que hacés es escuchar al otro. Y escuchar es escuchar a todos, no al que piensa igual que yo. Porque esos son pequeños monólogos. La escucha y el diálogo se dan con quien piensa distinto. Nosotros fuimos formados en el debate y éramos expertos en debatir. Mi señora dice que yo discuto por deporte. En el debate, uno escucha para hacer eje en la debilidad del otro y así ganar. En el diálogo, uno escucha para ver cuál es el punto en común y hacer eje en eso. Esto es clave. No hay pacto cuando uno gana y el otro pierde. Hay un pacto cuando hay un diálogo, cuando hay un acuerdo.
Enrique García: En el pacto educativo argentino quisimos unir dos experiencias significativas. Por un lado, en la peor crisis de la argentina, hace un poquito más de veinte años, se abrió la mesa del diálogo en donde la Conferencia Episcopal tuvo un papel destacado. En ese momento, Monseñor Casaretto, con la pastoral social, invitó a participar a los distintos actores de la sociedad para tratar de acordar pautas de una organización nacional y salir de esa crisis. Y la otra cuestión es la convocatoria del Papa con el pacto educativo global. Quisimos juntar ambas ideas y concretarlas en un camino en común. Y, sobre todo, con un sentido de abajo para arriba, y no de arriba para abajo. En el último tiempo, hemos visto que el tema educativo da rating.
¿Rating político?
Enrique García: Sí, y es bueno que el tema educativo esté en la discusión de la esfera pública. El tema es quién lo discute. Nuestra vocación es que esa discusión esté sostenida por la comunidad de la sociedad civil. Es la única forma de que se sostenga en el tiempo, porque, si no, pasa a ser una cuestión de coyuntura política. La iniciativa que convocó la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal busca el diálogo entre todos los actores del quehacer educativo: las autoridades políticas, docentes, alumnos, familias, académicos, representantes de los trabajadores docentes y no docentes. Todas esas áreas en una mesa común en donde somos iguales. Pero es fundamental esta cuestión: es la comunidad la que demanda y no es una imposición desde una organización institucional. Para llegar a eso, hay que hacer un cambio de racionalidad. Hoy no se discute tanto qué bienes o servicios se tienen que producir, sino más bien quiénes son los que lo tienen que llevar adelante. Esto implica, desde el punto de vista de la organización, una organización subsidiaria. Donde la comunidad, con sus propios recursos —y no hablo solamente recursos económicos—, gestione sus necesidades y, en todo caso, el Estado subsidiariamente cubre esa necesidad cuando la propia comunidad no puede alcanzar los objetivos. En ese marco es que nace esta mesa de diálogo. Hasta ahora hemos tenido siete encuentros, seis presenciales y uno virtual.
Adrián Álvarez: Hicimos uno con las diócesis del sur del país. Ahí la realidad educativa es dura. Muchos de los chicos no tienen casi clases y entonces estamos hipotecando la realidad y el futuro de esos chicos. Y no solamente de esos chicos; también el nuestro. Analizamos y pusimos en común la situación de la Patagonia, y ahora estamos promoviendo otras regiones donde queremos seguir escuchando lo que las personas tienen para decir sobre la educación. Enrique decía algo que es clave: el diálogo está basado sobre la realidad. No es un diálogo de los académicos diciéndole al docente lo que tiene que hacer, sino que es un diálogo basado a partir de la experiencia de los docentes en el aula y sus problemas, sobre cómo hay que salir adelante.
Un informe de Argentinos por la Educación —creo que todos estamos hablando de ese informe— señala que uno de cada dos chicos de tercer grado no comprende lo que lee. La encuesta que mencionaba Adrián señalaba que, en uno de cada dos chicos de escuelas religiosas, la religión no impacta en su vida. ¿Cómo toman las escuelas católicas ese otro dato, tan relevante?
Adrián Álvarez: La clave es la centralidad de la persona. ¿Por qué el 60% dijo que sí y el 40% dijo que no? ¿Dónde “fallamos”? Creo que la clave está en que nosotros fallamos en lograr que ese chico tuviese un encuentro personal y comunitario con Jesús. Porque ahí es donde le cambia la vida. El Papa tiene una catequesis, que habla de los discípulos de Emaús; muchos conocerán el relato. Después de que crucifican a Jesús, ellos huyen de Jerusalén y en el camino Jesús los encuentra en el camino y los acompaña. Podría haber hecho muchas cosas: cambiarle las señales, hacerlos volver, pero los acompaña en el camino equivocado. Y entonces les hace reflexionar, a la luz de la fe, su propia experiencia de vida. Cuando ellos se iban, lo hacían de día porque el camino era muy peligroso. Era un camino de montaña de noche, te robaban. Pero cuando se encuentran a Jesús, la vida les cambia de tal forma que vuelven a Jerusalén de noche. El encuentro con Jesús les cambió la vida. Bueno, ese es nuestro trabajo.
Enrique García: ¿Puedo hacer un planteo disruptivo? Yuval Harari en 21 lecciones para el siglo XXI, apenas comienza el libro plantea que las personas nos interesamos más por los relatos, los discursos, las historias. Esto tiene que ver con nuestra genética. En la historia contemporánea hay tres discursos que acapararon toda la atención: el primer discurso fue el que se derrumbó después de la Segunda Guerra Mundial, que es el discurso fascista; el segundo discurso, que se derrumba a finales de los 80, es el comunismo; y, después de la crisis financiera de 2008, se dice que también se derrumba el discurso capitalista. Y la consecuencia de no tener ningún discurso es esta gran confusión. La confusión, además, rompe el patrón interpretativo para verificar qué es verdad y qué no. Un poco es lo que ha entrado en debate con la famosa inteligencia artificial. Qué quiero decir con todo esto. Que, con el diálogo, a lo que estamos aspirando, es a volver a reconstruir ese capital narrativo que necesitamos para ponernos de acuerdo y trabajar sobre una necesidad concreta: los chicos sepan leer y escribir, construir ciudadanía, construir un país más justo y más igualitario.
Con respecto al pacto educativo, ¿cuáles son las ideas nuevas que, por ahí, no siempre son bien recibidas, pero que ustedes tienen confianza en que pueden salir adelante?
Enrique García: Acabamos de decir que, en cuarto, quinto grado hay chicos que no saben leer y escribir. Tenemos montado un dispositivo llamado escuela, donde se supone que esos chicos debían haber aprendido a leer y a escribir mucho antes, tal vez en la salida del nivel inicial. Hoy la alfabetización se da inclusive en ese nivel. Entonces me parece evidentemente que no tenemos que hablar tanto de ideas novedosas. Tenemos que volver casi a los palotes, para recuperar esa infancia perdida. Lo novedoso, a veces, no tiene que ver con lo último, sino con capturar aquellas cosas que nos fueron útiles en el pasado y reescribirlas. Y volverlas a utilizar. Se van a colar cosas nuevas seguramente, pero no es descartar todo lo pasado por el solo hecho de que es pasado.
Adrián Álvarez: No aferrarse a los pasos que tengo que hacer, si no a que la pedagogía vuelva a estar en el centro. ¿Por qué nuestras maestras y maestros fueron exitosos en la alfabetización de la población en Argentina? Porque aplicaban una pedagogía para un contexto. El tema es que nos cambiaron el contexto. Lo que hay que hacer es volver a aplicar la pedagogía.
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