Natura es una empresa de cosméticos de origen brasileño con actuación en toda Latinoamérica, que tiene una gran vocación en trabajar por la educación desde hace años. En los últimos tiempos creó una Fundación para canalizar a través de ella la inversión social en educación. Hoy el Instituto Natura, que depende de la Fundación, tiene alcance en Argentina, Chile, Colombia, México y Perú, y atiende a muchísimas personas —de las cuales, casi el 90% son mujeres— que quieren formarse y seguir estudiando. “No hablamos de una capacitación para el trabajo”, decía Karina Stocovaz, gerenta del instituto en el auditorio de Ticmas, “si no del aprendizaje a lo largo de la vida”.
Stocovaz fue una de las participantes en la jornada que Ticmas les dedicó a las mujeres que transforman la educación en la región, y en una entrevista pública moderada por Patricio Zunini recorrió los proyectos con los que Natura acompaña la formación de sus agentes. “El modelo de venta directa”, decía Stocovaz, “tiene la ventaja de armar una red en donde uno, además de hacer negocios, puede desarrollarse como persona”. Con esta idea, la compañía entendió que había que responder a las necesidades de sus vendedoras. Muchas todavía no habían terminado el secundario o, si lo habían hecho, no tenían las competencias desarrolladas en las áreas de Lengua y Matemática. “Si alguien quiere terminarla”, decía Stocovaz, “nosotros estamos ahí. No solamente para preparar las materias, si no también para ayudarlos con los trámites, que son un montón”.
La secundaria no es el único espacio en el que se han desarrollado. Hay varios más. Uno de ellos tiene que ver con la educación financiera: “Es muy importante que las mujeres tengan estas herramientas y estos conocimientos porque genera autonomía y hace a la calidad de vida. Ahí tenemos varios programas: tenemos tutores, tenemos una serie de programas por WhatsApp. Son pequeñas lecciones que uno puede hacer en minutos, y seguir un camino de aprendizaje para cuidar su dinero, para hacer inversiones, para ahorrar, para tener una planificación financiera”.
—También trabajan en la educación digital.
—La pandemia nos puso en la necesidad de transformar los negocios y las relaciones, e incluirlas en el mundo digital. Todavía hay un montón de mujeres que no están acostumbradas a usar las herramientas digitales. Entonces, tenemos un programa de tutorías en donde mujeres que saben un poquito más enseñan a quienes aún no se animaron a sacar una cuenta de mail, a entrar al home banking o a ver de qué se trata una billetera virtual. Esa es también una forma de generar ingresos para las que son tutoras. Creemos que los adultos aprendemos mejor entre pares. Aprendemos cuando los temas nos interesan para la vida cotidiana, y cuando quien nos enseña sabe un poquito más y está en una situación similar a la nuestra. El aprendizaje entre pares es fundamental.
Los hijos de las mujeres que terminan en el colegio tienen mayor probabilidad de terminar el colegio
—¿Cómo deciden los programas? ¿Cómo se da el vínculo para descubrir esa necesidad?
—Nos basamos en las competencias del siglo XXI. Todas estas que mencionamos son necesarias para cualquier ciudadano. Particularmente hablo de las mujeres porque, según dice mucha literatura, no solamente es muy importante la formación para su propio desarrollo, si no que son importantes porque influencian el entorno. Los hijos de las mujeres que terminan en el colegio tienen mayor probabilidad de terminar el colegio. Hay un montón de evidencias que dicen que esta influencia positiva en relación a la educación se da cuando la mujer está en contacto con la educación. Entonces, por un lado, nos apoyamos en lo que dice la literatura sobre lo que necesitamos saber los adultos, pero también estamos cerca de ellas y hay un montón de encuestas y se las escucha en lo que necesitan. ¿Dónde están los dolores? Los dolores están en que “no llego a fin de mes”, “no logro hacer un negocio online”, “estoy aislada”. Todo eso merma la autoestima, las ganas de seguir adelante. Sobre eso necesitamos trabajar.
—¿Cómo miden los resultados de los programas?
—Son fundamentales los resultados de alcance —es decir: queremos alcanzar la mayor cantidad de mujeres posibles— y los de transformación de aprendizaje. Somos obsesivos por los resultados. Tomemos, por ejemplo, el programa de tutorías digitales. El primer contacto se hace por teléfono: un tutor llama a las personas que pidieron la tutoría y hace una pequeña encuesta para definir en qué nivel de conocimiento está. Ya desde el momento en que se empieza cualquier iniciativa de aprendizaje se sabe desde dónde parte y qué necesita aprender. Y al finalizar el programa hay otra pequeña encuesta para detectar los aprendizajes. Además, se hacen encuestas a nivel de la población para entender si, con toda esta oferta educativa, hay mejoras en términos de la población. Todo tiene que estar medido.
—¿Cómo cambia la vida de las mujeres? Podés tomar la pregunta desde el lado financiero.
—Una de las primeras cosas que cambia para las mujeres es el tema de las deudas. Lo primero que dicen es “Voy a guardar en este sobre lo que tengo que pagar sí o sí”. Es un gran indicador cómo manejan sus deudas. Porque, si no se tienen los conocimientos para enfrentarlos, estar endeudados es una cuestión de angustia y de restricción. Claro que no cambia completamente la vida, pero uno aprende a mejorar la gestión de su dinero.
—¿Tenés métricas de participantes?
—El año pasado, solamente en Argentina, Chile, Colombia, México y Perú, participaron 80.000 mujeres. Hay unas 5.000 personas en la Argentina terminando el secundario. Pueden ser madres e hijas, porque también tienen la posibilidad de acceder a las tutorías. Y en Brasil son muchos más. Es inmensa la cantidad de personas que está participando. La oferta educativa llega a 250.000 personas.
—¿Cuánta gente trabaja en tu equipo?
—En América Latina, mi equipo es de 20 personas. No somos tantos, pero siempre tenemos muy buenas alianzas. No podríamos hacerlo solos. Para lo que es educación pública, los principales aliados son los Ministerios a nivel provincial y nacional. A lo largo del tiempo hemos hecho muchos proyectos y, sin embargo, lo que vemos es que por sí solos no logran cambiar el sistema. Y si una escuela mejora y otra no, de alguna manera nos conformamos con la desigualdad. Por eso, trabajar en políticas públicas significa cambiar el sistema y tratar de mejorar toda la red escolar. Es súper difícil, muy complejo. Pero es el camino que elegimos para que una educación de calidad llegue a todos.
Hay muchas políticas del gobierno nacional que son muy positivas, como una hora más de clases y las políticas de libros
—Hace poco estuvieron con el presidente y con el ministro de Educación de la Nación.
—Hay muchas políticas del gobierno nacional que son muy positivas, como una hora más de clases y las políticas de libros. Pero también dejame decirte que no solo somos aliados de los gobiernos, sino también de organizaciones como CIPPEC, Somos Red, Dale!. Hay organizaciones con mucha capacidad técnica, y con ellos apoyamos la implementación de políticas en los gobiernos. En cuanto a la visita al presidente y al ministro de Educación y todo su equipo, la cuestión es poner las necesidades en la mesa. Y, si bien hay muchas cosas que están ocurriendo y que son positivas, faltan otras. Por ejemplo: no tenemos evaluación en tercer grado para saber si los chicos están alfabetizados. Otra cuestión muy importante que salió a la luz con la pandemia es tener sistemas nominales para saber dónde está cada estudiante. Sobre estas cuestiones, entonces, no solo es llevar propuestas, sino también apoyar a que estas propuestas se concreten. A veces hay una distancia muy grande entre lo que se anuncia y lo que pasa en la realidad. Queremos que esa brecha se anule.
—En enero de este año, Natura —junto con Ticmas— acompañó la Red Araucaria que creó la Fundación Varkey y que organizó un congreso en Washington donde se capacitaron los ministros de Educación de toda la región. ¿Por qué se sumaron?
—Desde el Instituto Natura tenemos dos líneas de actuación. La primera es la formación de mujeres a lo largo de la vida, y la otra es trabajar con los gobiernos para mejorar la educación pública. Fue muy interesante reunir a ministros de los diferentes países y hacer una formación para ellos. Todavía hay muchas deudas pendientes en educación. Creemos en darles a los ministros y a sus equipos más herramientas y más conocimientos sobre lo que funciona en el mundo para mejorar la alfabetización, para transformar la escuela secundaria, para trabajar en la formación y en la carrera docente. Todas estas cuestiones tienen que estar en la agenda de quienes trabajamos en Educación y de la población en general. Hay un dato que para mí es muy llamativo, que lo dio el Observatorio de Argentinos por la Educación: de cada 100 niños y niñas que ingresan a la escuela primaria, solamente 16 van a terminar la escuela secundaria con los conocimientos suficientes. Esto es una tragedia. Qué país podemos ser con estos números. Entonces, una acción de formación para ministros es fundamental.
—Desde tu rol en el Instituto Natura ¿cuál es tu objetivo para el futuro?
—Yo soy feliz cuando una mujer termina el secundario. Soy feliz cuando pienso que la escuela secundaria puede ser otra cosa y puede preparar a los jóvenes para salir al mundo del emprendimiento, de seguir los estudios universitarios. Cuando tienen proyecto de vida. Y lo que más me hace doler la panza es pensar que, si la escuela tiene el rol básico de alfabetizar, el 100% de los niños tienen que estar alfabetizados. Es algo que necesitamos conseguir cuanto antes.
—¿Cuántas mujeres terminaron ya el secundario?
—El año pasado, solamente en Colombia terminaron 800. Hoy en Argentina están cursando 5.000. La Argentina es más difícil porque hay que cursar muchas materias, hay que dar los exámenes. En Colombia se rinde un examen con una preparación de seis meses. Fue muy llamativo porque se da presencial y las 800 estaban todas juntas en una sala, haciendo el examen y se apoyaban unas a las otras. Mujeres jóvenes y grandes de diferentes regiones. Se abrazaban cuando salían. Había una que nos decía que por favor no se lo contáramos al esposo.
—¿Por qué?
—Por vergüenza. Por eso, seguir aprendiendo ayuda a mejorar nuestra autoestima, nuestra independencia, nuestra autonomía. Para mí, esa es la clave: seguir aprendiendo. La verdad es que no sabemos qué vamos a tener que aprender después; podríamos preguntarle a ChatGPT a ver qué nos dice. Pero seguramente va a haber algo más que aprender, porque el mundo es increíblemente dinámico y siempre nos pide saber algo más. Tener la capacidad de seguir aprendiendo es un lujo.
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