¿Qué pasaría si pudiéramos detectar el abandono escolar antes de que suceda? Eso es exactamente lo que hacen los sistemas de alerta temprana (SAT), herramientas informáticas que, a partir de la información que las escuelas cargan todos los días (como inasistencias y calificaciones), pueden predecir qué estudiantes están en riesgo de dejar sus estudios, y en consecuencia poner en marcha acciones que permitan evitar la deserción. Aunque los países desarrollados cuentan con ellos desde hace décadas, en América Latina fue la pandemia el motor para que empezaran a usarse.
En Argentina el abandono escolar es uno de los problemas más críticos de la secundaria. A nivel nacional, solo 53 de cada 100 estudiantes llegan al último año escolar en el tiempo esperado (es decir, 12 años después), según datos del Observatorio de Argentinos por la Educación. Entre los jóvenes de 20 a 22 años, 7 de cada 10 terminaron la escuela, de acuerdo con la Encuesta Permanente de Hogares: en otras palabras, el 30% se queda en el camino. La mayoría de las provincias argentinas tienen estrategias para salir a buscar a los chicos que dejan la escuela, pero solo dos cuentan con sistemas de alerta temprana que les permiten predecir –y evitar– la deserción: Mendoza y, en una prueba piloto, Entre Ríos.
“El SAT está diseñado principalmente para prevenir el abandono. Es un sistema que no solo genera alertas a partir de los datos disponibles en el sistema de gestión escolar, sino que también prevé el diseño de guías de intervención para que las escuelas sepan cómo actuar ante esa situación”, explicó Juan Cruz Perusia, investigador principal de Educación de CIPPEC, organización que está acompañando a Mendoza y Entre Ríos en la implementación de estas iniciativas. Frente a la alerta generada por el SAT, las escuelas pueden generar estrategias específicas para el caso individual del alumno, o intervenciones focalizadas en un grupo de estudiantes, si son varios los que están en riesgo de abandonar.
Este año, por primera vez, dos provincias argentinas están implementando sistemas de alerta temprana. En Mendoza la herramienta está disponible en todas las escuelas secundarias: a partir de los datos del sistema de gestión escolar, un algoritmo calcula la probabilidad de abandono para cada alumno. El desarrollo fue posible gracias a un trabajo articulado entre la Dirección General de Escuelas de la provincia, el Laboratorio de Inteligencia Artificial de la UBA, CIPPEC y CAF (Banco de Desarrollo de América Latina), que financió el proyecto.
La implementación de la herramienta requiere de un piso de condiciones técnicas que aún no están garantizadas en todo el país, a diferencia de lo que pasa en Colombia, Chile, Perú, Uruguay, Costa Rica o Guatemala, que ya cuentan con sistemas de alerta temprana. “Nuestro SAT se basa en que tenemos, desde 2018, una base nominal muy sólida de los datos de cada estudiante. Sobre esa base usamos un modelo predictivo de inteligencia artificial para que aprenda sobre las trayectorias pasadas y presentes”, describió José Thomas, director general de Escuelas de Mendoza, en diálogo con Infobae.
Aunque se creó en 2012, el Sistema Integral de Información Digital Educativa (SInIDE) aún no cuenta con un sistema nacional de información educativa nominal, es decir, que permita hacer un seguimiento individual de la trayectoria de cada estudiante. En este sentido, nuestro país está atrasado en comparación con otros de la región. Esa limitación tecnológica, que marca una barrera clara para el desarrollo de un SAT a nivel nacional, se explica por “la falta de continuidad política y de convicción sobre la utilidad de la herramienta”, estimó Perusia.
Inasistencias reiteradas, malas calificaciones, bajo nivel educativo de la familia, maternidad o paternidad adolescente, ingreso prematuro al mercado laboral son algunos de los factores que suelen asociarse a la deserción en la escuela secundaria. Los sistemas de alerta temprana analizan ese tipo de indicadores para calcular qué estudiantes están en riesgo de abandonar sus estudios.
Las experiencias de Mendoza y Entre Ríos
“Armamos un semáforo: verde, amarillo y rojo, según el nivel de riesgo de cada alumno. Los directores ya recibieron un primer informe. Para aquellos estudiantes que están en rojo, el director tiene que informar en el sistema nominal de gestión –en consulta con su equipo– cuál cree que es la causa del riesgo de abandono. Y, acto seguido, indicar qué va a hacer para prevenirlo. Para eso contamos con un financiamiento específico, el programa Mendoza Educa, orientado a que las escuelas diseñen proyectos focalizados en los estudiantes con trayectorias más débiles”, señaló Thomas sobre la experiencia de Mendoza.
El SAT “permite ordenar mejor los recursos”, sostuvo el ministro, y aclaró: “Determinar el riesgo de una trayectoria escolar no quiere decir que el sistema educativo pueda eliminar ese riesgo. Los esfuerzos se dirigen a que el chico no abandone, pero lamentablemente hay estudiantes que siempre van a aparecer en rojo”. También contó que el SAT detectó 16 escuelas en la provincia que tienen más estudiantes en situación de riesgo: “Con ellas estamos haciendo un seguimiento más profundo para ver cómo funciona el sistema y seguir aprendiendo”.
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Entre Ríos también está implementando, por primera vez, una prueba piloto de sistema de alerta temprana en 80 escuelas secundarias. Allí la herramienta se basa en un conjunto de datos que las escuelas cargan en el sistema de gestión escolar: inasistencias, desempeño (medido por las notas de Lengua y Matemática), sobreedad y nivel educativo de los padres. A nivel centralizado, esos datos se procesan y se ponderan para construir un índice de riesgo de abandono (alto, medio o bajo) para cada estudiante. La nominalización de toda la matrícula en el sistema de gestión escolar –impulsada entre 2020 y 2021– fue un paso previo fundamental para poder contar con esta herramienta.
“Hemos trabajado con las escuelas para que no sientan que este proceso es de arriba hacia abajo, es decir solo una exigencia del Estado, sino que entiendan que, al cargar la información, obtienen un insumo valioso para su trabajo diario, para mejorar la práctica docente. Logramos que lo vean como una herramienta que construye una mejor escuela”, indicó Martín Müller, presidente del Consejo General de Educación de Entre Ríos.
Si una escuela recibe una alerta, puede rectificarla –si se produjo un error– o, en caso de que se ratifique, el equipo directivo debe establecer cuál es el problema y armar un plan de trabajo en función de la necesidad de ese estudiante. El Consejo General de Educación desarrolló una guía con orientaciones sobre cómo atender las alertas, un proceso que muchas veces requiere de la articulación entre actores de distintos niveles (escuela, supervisión, municipio y provincia).
Este punto es clave: la alerta solo es útil en la medida en que genere una respuesta que permita actuar a tiempo. “No se trata solo de tener la alerta para identificar al chico, sino de crear una cultura institucional para comprender y priorizar la problemática del abandono escolar en la secundaria. El gran desafío es la apropiación y uso de la información”, explicó Müller.
Digitalizar la información escolar, un requisito clave
A nivel nacional, el Ministerio de Educación presentó el año pasado el Sistema Integral de Información Digital Educativa (SInIDE Gestión Escolar), que prevé la posibilidad de generar alertas a partir de las inasistencias de los alumnos. Contar con un sistema informatizado de gestión escolar resulta imprescindible para que las alertas se activen a tiempo, pero –a pesar del avance de la conectividad en los últimos años– en Argentina 1 de cada 3 estudiantes asiste a una escuela que no cuenta con esa herramienta, según un informe reciente del Observatorio de Argentinos por la Educación.
Una institución en la que los datos se siguen cargando en papel está lejos, por ahora, de contar con esta posibilidad. “Cuanto más se desarrollan, los sistemas de gestión escolar permiten generar información no solo para la escuela sino también para equipos territoriales, supervisiones y equipos ministeriales para tomar decisiones, distribuir recursos o definir los alcances de un programa, además de identificar a estudiantes en situación de vulnerabilidad”, explicó Nancy Montes, socióloga especialista en estadísticas sociales y educativas de Flacso y la OEI.
Un sistema de gestión escolar permite coordinar esfuerzos, señaló Daniel Pinkasz, investigador y docente de Flacso y la UNGS. Y analizó: “Las escuelas tienen planillas, registros de asistencia, actas de examen, registros personales de los docentes sobre sus estudiantes, información sobre las familias, sobre su personal. Dependiendo de los directivos y de la supervisión, esta información puede ser más o menos utilizada de forma sistemática. Disponer de un sistema de gestión permite a las escuelas tener un tablero con la información disponible y común a todos quienes tengan que tomar decisiones”.
Garantizar que todas las escuelas cuenten con sistemas digitales de gestión resulta un primer paso necesario para avanzar en el desarrollo de sistemas de alerta temprana. Sobre las ventajas que implicaría un uso más generalizado de esta herramienta, Perusia indicó: “El SAT pone a los sistemas escolares en el centro de uso de la información educativa, facilita la lectura de los indicadores, ordena las acciones escolares y alinea a distintos actores –escuela, supervisores, ministerio– en función de un objetivo claro: prevenir el abandono”.
Otra ventaja, según el especialista, es que les brinda a las escuelas un sentido para la carga y uso de la información. “En Argentina viene costando mucho tener una base nominal con los datos de todos los estudiantes. Este sistema funciona como un gran incentivo para la carga de datos: las escuelas entienden que puede tener un objetivo útil para ellas”, agregó Perusia. Y definió: “Hoy la existencia de datos nominales por alumno es un requisito sine qua non para una buena planificación y gestión educativa”.
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