El Instituto Nuestra Señora de las Nieves forma parte de la identidad del barrio de Liniers. Y, cuando uno habla del barrio de Liniers, habla, finalmente, de Buenos Aires. Tiene más de cincuenta años de antigüedad y actualmente recibe a 3.200 estudiantes. Tiene 500 empleados; hay 25 salas de jardín de infantes, 42 de primaria, 30 en el secundario y tiene cuatro carreras terciarias más un campus cultural que inicialmente respondía a las necesidades de los estudiantes y hoy atiende a toda la comunidad.
Es una pequeña ciudad que está liderada por el padre Adolfo Granillo Campo, rector del instituto desde hace más de una década. “Es una alta responsabilidad y, al mismo tiempo, es la lindísima oportunidad de soñar con la mejor educación que uno puede ofrecer”, decía el padre Adolfo en el auditorio de Ticmas. Y seguía: “La educación nos preocupa a todos y hacemos bien porque queremos una sociedad con valores. En estos tiempos tan complejos, poder brindar la educación del mejor modo que uno entiende posible, es un desafío y una oportunidad”.
—Cuando nos visitó el año pasado, nos contaba que muchos estudiantes de Las Nieves habían hecho intercambios y viajes al extranjero, y que, además, había chicos de otros países que venían a estudiar a la Argentina. Por ejemplo, de China.
—Exacto. Para mí, la interculturalidad es algo muy importante. Yo quiero y especialmente intento que mis alumnos se abran al mundo, a un mundo que ya es globalizado en el buen sentido. Por ese motivo promuevo altamente las experiencias de intercambio. Llevo acercando a los Estados Unidos a unos 500 alumnos de mi escuela y a China continental unos 50. Es una experiencia enriquecedora en múltiples aspectos, y abre al joven que realiza este tipo de experiencias un mundo muy interesante. Le da herramientas que le van a ser muy útiles para su vida profesional.
—¿Cómo son los desafíos para la enseñanza curricular y la pastoral?
—Para nosotros es una sola enseñanza. Todo está lleno de la realidad pastoral. Nuestra razón de ser como escuela tiene que ver con la búsqueda de la excelencia académica y de llevar adelante todos los contenidos curriculares que estos desafíos tienen, pero, al mismo tiempo, están atravesados por una cosmovisión en que los alumnos, los docentes y todos los que forman parte de la comunidad educativa estén acompañados y puedan crecer en los valores humanos y cristianos que promovemos y que son parte de nuestra alma.
—¿Cuántos años lleva como rector del instituto?
—Este es mi undécimo año. Comencé en el año 2013. El entonces cardenal Bergoglio me designó allí como cura párroco y como rector académico y representante legal del lugar. Desde entonces ya pasaron once años.
—¿Se puede ver un cambio en el perfil de los estudiantes de aquel año a este?
—Cada uno de los rectores fuimos poniendo a lo largo de los años nuestros carismas al servicio. No es de un modo disruptivo como uno va tomando las postas, sino que va complementando, de alguna manera. Entiendo que, en mi caso, le he aportado la parte de la interculturalidad y al mismo tiempo le sumé mucha tecnología. Estoy muy feliz de haberlo hecho y creo que todavía tenemos un camino grande por delante.
—¿Cómo fue el “pascuamento” de este año?
—El “pascuamento” es una locura linda que tenemos allí. Es un espacio más pascual que cuaresmal, que hacemos con los niños desde el cuarto grado hasta el séptimo, haciéndolos vivir unos días de la Semana Santa en la escuela. Es una especie de campamento con todo lo que eso significa: durmiendo, haciendo juegos, haciendo juegos nocturnos, explorando y demás. Nos permite generar una movida muy interesante. Participaron 500 niños y jóvenes este año. Es una oportunidad lindísima de hacer una experiencia que a los chicos les queda grabada para siempre.
—Con tantos estudiantes, ¿cómo se trabaja la individualidad, la identidad de cada uno?
—Es un desafío, claramente. Tenemos un staff bastante importante y apostamos fuertemente al acompañamiento no solamente grupal, sino también personal. Entonces, acompañamos a los chicos a través de tutores. Por supuesto, los sacerdotes que estamos, el cuerpo directivo y los docentes tienen un training bastante importante en cuanto al acompañamiento personal. Al ser una comunidad muy grande, todo tiene que ser llevado con la lógica de una gran comunidad. Por lo tanto, los eventos que atraviesan nuestro año escolar sirven para acompañar pastoralmente al conjunto de las familias, que, sumados a sus hijos, parecemos un pueblo realmente.
—¿Cómo se acompaña la formación de los docentes?
—Los desafíos que hoy tenemos para acompañar a los docentes están saliendo de nuestra misma institución. Nosotros tenemos un Profesorado en Educación para el Nivel Inicial, un Profesorado para la Educación en el Nivel Primario, un Profesorado en Ciencias Sagradas y una Tecnicatura Superior en Análisis de Sistemas. Todo el acompañamiento posterior a la graduación de esos jóvenes docentes es un desafío, porque están inmersos en una cultura tan compleja y muchas veces necesitan ser fortalecidos en las herramientas y los instrumentos que uno les provee para que puedan desarrollar adecuadamente esa vocación, que es más que una profesión en el aula.
—¿Cómo hace para prestarle atención a los chicos? ¿Qué mira en ellos?
—Yo disfruto mucho. La verdad que me llenan de una alegría profundísima los chicos. Recorrer los pasillos, las aulas. Lidero, por ejemplo, la movida de los intercambios y participo en los viajes culturales que se desarrollan en otros ámbitos de la escuela. Yo creo que esa vinculación personal me permite tener un muy buen feedback. Hay una vinculación profunda, hay un respeto y hay también una alegría de caminar juntos en este desafío de aprender y educar.
—¿Cómo es la experiencia del campus cultural?
—Es una experiencia muy interesante. Lo armé buscando desplegar y proponer áreas de aprendizaje que no formaban parte de la currícula y que yo entiendo que son saberes importantísimos de adquirir para abrirse camino en el mundo. Teniendo en cuenta eso, sectoricé el campus en tres áreas: el área de los idiomas, a través de la cual brindo la educación en idiomas vinculado con las mejores academias que existen en el mercado. Hice convenios con el Goethe-Institut para dar el alemán, con la Dante Alighieri para dar italiano, con Verdeamarello para dar el portugués, con el CUI para dar el chino y también inglés. La segunda área tiene que ver con las artes y por ese motivo promuevo el teatro, la comedia musical, los instrumentos musicales más variados, la pintura, la escultura. Las artes son lo que nos hace abrir la cabeza y hacer uso de esos dones que Dios nos puso en nuestro interior, para desplegar y hacer más colorido el mundo en todos los aspectos. Y la tercera área tiene una variedad importante, que permite brindar capacitaciones en Community Manager, todas las áreas informáticas, programación y tantas otras que puede uno abrir porque justamente no está limitada por nada. De ese modo tratamos de brindar oportunidades para que nuestros jóvenes y sus familias también puedan aprender.
—Le iba a preguntar eso, porque el campus no es solamente para la escuela, sino también para la comunidad, el barrio.
—Comenzó siendo especialmente destinado a nuestros alumnos, luego en una segunda etapa abrimos a las familias y la tercera etapa a la comunidad. Es decir, pueden participar del campus cultural las personas que no solamente son de nuestra institución —que ya son parte por ser alumnos o docentes—, sino también la gente del barrio. Y más allá también porque incluimos una versión virtual y llega gente de diferentes lugares, no solamente de la Argentina.
—Para llevar adelante toda esa comunidad, todos estos proyectos, se necesita un equipo. ¿Cómo es su equipo?
—Mi equipo es muy interesante. Tengo una parte sacerdotal, que está formada por un vicario parroquial, un diácono y dos seminaristas. Es mi núcleo clerical. Y después tengo un equipo directivo importante que está integrado por una directora de nivel inicial más dos vicedirectoras, una directora de nivel primario más tres vicedirectores, tres directivos del nivel medio, y una directora de carrera y cuatro coordinadores del nivel superior. Más una directora del campus cultural y un director del ámbito pastoral que atraviesa todo. Es un equipo directivo muy grande que realmente está integrado por personas muy calificadas y que tienen un training bastante interesante. Y al mismo tiempo se capacitan y tienen una vasta experiencia para llevar adelante sus roles.
—¿Cómo se definen los lineamientos educativos del instituto? Cuando tienen que articular, por ejemplo, entre primaria y secundaria, o entre la secundaria y el terciario, o cuando llega una nueva bajada curricular y hay que ajustar el programa, ¿cómo son esos debates?
—Por una parte, tenemos como eje nuestro ideario, que hace unos años trajimos a personas de afuera de nuestra institución para que nos ayudasen a discernir qué era y cómo definíamos nuestra propia realidad. Luego integramos lo que nos van haciendo llegar los organismos del Estado, de los cuales también dependemos. Por otra parte, tenemos claramente la impronta de la Iglesia y el desarrollo a través de la Vicaría de la Educación y, en nuestro caso, la Arquidiócesis de Buenos Aires. Nos van transmitiendo cuestiones que hacen también al bagaje que manejamos para la educación. Todo eso interactuando como una realidad única pero de múltiples facetas hace que se vaya impregnando nuestra actividad con todos los aspectos que he mencionado. Y, de ese modo, vamos desarrollando nuestra educación.
—¿Cómo interviene el Instituto de las Nieves en el nuevo pacto educativo y en la idea de pensar la educación y la tecnología, la educación y el trabajo, la educación y la familia?
—Son desafíos que se hacen cada vez más necesarios afrontar con solvencia. Hacemos todo lo que está a nuestro alcance para llevarlo del mejor modo posible. Siempre estamos con la vara alta. A mí me gusta mucho observar lo que se hace, no solamente en el ámbito propio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sino también en la Nación y más allá de sus fronteras, para ver cómo llevar esto que me has mencionado del modo más ambicioso en el buen sentido, para brindar a esos alumnos las posibilidades y las herramientas que necesitan para desplegar sus talentos y dones.
—¿Cuántos estudiantes del colegio después siguen una carrera universitaria o siguen en el terciario del instituto?
—Me animaría a decir que un alto porcentaje: el 95% de los alumnos emprenden estudios superiores. Incluso ahora tengo la alegría de tener varios chicos, fruto del intercambio, que están haciendo experiencias no solamente a nivel nacional, sino también más allá de nuestras fronteras. Tengo varios chicos haciendo experiencias en los Estados Unidos, estudiando carreras de grado y de posgrado, y también trabajando en diferentes lugares. Al mismo tiempo, la interculturalidad, que también es un desafío hacia dentro de nuestra patria, hace que muchos de nuestros alumnos sean expuestos a realidades interesantísimas de la Argentina. Me enorgullece decir que, así como llevo muchos chicos a los Estados Unidos y a China, también llevo muchos chicos al Chaco Impenetrable, les doy la posibilidad a nuestros alumnos de hacer una experiencia de síntesis. Viendo no solamente la realidad que los rodea en la ciudad de Buenos Aires, sino también la realidad de una gran necesidad en la Argentina profunda. Al mismo tiempo que aquellos que hacen la experiencia en el exterior, pueden hacer su propia síntesis y volcar todo lo que han vivido y aprendido para ayudar a mejorar nuestra sociedad.
—La pandemia tuvo un quiebre en el aprendizaje y hubo formas de dar clase que ya no van a volver. Apareció la tecnología, el teléfono en el aula, etc. Pero le quiero preguntar por aquellas cosas que son innegociables y que, no importa que haya habido una pandemia, la educación las tiene que sostener.
—Hay cuestiones profundas que hacen a los valores, a los principios, a la identidad. Todo eso tiene que permanecer, y ahondar sus raíces mucho más. Lo que varía son los formatos de educación, que son fascinantes. El aula tradicional con el profesor, los alumnos sentados, el pizarrón, está en crisis. Uno va explorando experiencias fascinantes de otros modos de aprender y enseñar. A mí me encanta escuchar a los jóvenes, que tienen una manera distinta de asimilar. Creo que hay que seguir ahondando en los valores, los principios, la identidad, pero después hay que ver de cuál es la manera de los chicos para incorporar los saberes que uno les propone. Me doy cuenta de que ellos son autodidactas en muchos de sus aspectos. Exploran a través de las redes, de la tecnología, y se van formando. Se van especializando de un modo impactante. A mí me resulta siempre importante acudir a una fuente sólida: hablar con un docente, leer tal libro o tal tratado. Los chicos tienen un modo distinto. Exploran, van de un lado al otro a través de la tecnología y las redes. Hacen su propia síntesis. Tienen su propia manera de verificar contenidos.
—El viejo chiste dice que el sacerdote sólo trabaja el domingo nada más, pero en su caso ¿qué día no trabaja?
—Supuestamente, mi día de descanso es el martes, pero... Mi madre, que me mima en ese día de descanso que voy a mi casa, trata de despejarme para que pueda descansar del mejor modo posible, pero reniega conmigo porque naturalmente yo tengo una manera de ser que me retroalimento y siempre estoy maquinando alguna cosa nueva. Eso unido a que de alguna manera me requieren permanentemente por las cuestiones escolares hace que no tenga mucho descanso. Tengo que regular un poco eso; no tengo mucho descanso, pero disfruto lo que hago y todavía la osamenta me da. Por supuesto, es tan fascinante la actividad educativa que uno nunca termina de seguir viendo posibilidades. Yo siempre estoy proyectando. Siempre estoy viendo lo que se hace aquí, allá, tratando de hacer mis propias síntesis, trayendo lo más innovador que puedo a Las Nieves.
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