Tal vez el directivo de una institución educativa sea una de las personas que está más sola en su trabajo porque, a diferencia de los docentes, no tiene en quién apoyarse, no tiene con quién hablar de sus problemas. En algunos casos —como pasa en las escuelas públicas— ni siquiera contrata a los maestros. Entonces, ¿qué hace cuando tiene un problema, un interrogante? ¿Qué hace cuando tiene una idea que le gustaría explorar o un proyecto para llevar a cabo?
Alfredo Da Costa es el creador de REDIE, una red de directivos escolares, que viene a dar respuesta a esas y otras preguntas. Hoy REDIE es un instrumento que va contra la soledad de los directivos, un espacio que busca armar vínculos, compartir experiencias, hacerse fuerte en comunidad. Con más de 8500 integrantes, la red no sólo funciona en la Argentina, sino que tiene, además, capítulos en toda América Latina, España e Italia.
“La única manera de romper con esa soledad”, decía Da Costa en el auditorio de Ticmas, “es cuando nos transformamos en quienes construimos con otros. Si cocreamos con nuestros colegas, seguramente el proceso va a ser mucho mejor y el resultado final al que lleguemos, que es precisamente el protagonismo de nuestros estudiantes, va a ser mucho más fructífero”.
—¿Cómo se logra?
—Hay que salir de la idea del individualismo que muchas veces caracteriza las formas de gestionar. Nosotros queremos unirnos para hacer catarsis —la catarsis siempre viene bien, permite el desahogo—, pero luego, a partir de la unión de un montón de voluntades y profesionales con experiencias diferentes, se pueden construir cosas muy poderosas. El objetivo de la red es unir a los equipos de conducción escolar en pos de generar acciones que tengan impacto en las prácticas de gestión y en las prácticas escolares.
—¿Cuáles son los puntos de dolor que tiene un directivo o los que tiene una escuela?
—Uno, que me parece que es el más importante de todos, tiene que ver con el cambio en las estrategias de enseñanza, y, por lo tanto, con el cambio de la evaluación educativa. Ahí, el rol pedagógico del directivo y de sus propios equipos tiene un nivel de incidencia muy alto. El segundo tema tiene que ver con la relación escuela-familia. Si hablás con muchos directivos vas a escuchar una queja constante. Tenemos que trabajar en la construcción de una relación saludable entre las escuelas y las familias. La escuela y la familia tenemos un mismo objetivo, que es darle la mejor educación posible a nuestros chicos. ¿Por qué no trabajamos en conjunto y les mostramos a nuestros estudiantes que los adultos se pueden poner de acuerdo y pueden generar cosas positivas?
—Hoy educación y dinero, o cómo se sostiene la educación, es un tema de debate. Me imagino que ustedes deben hablar de los problemas de financiamiento.
—Hablamos de financiamiento. Y una de las cosas que más nos preocupa tiene que ver con que a veces existe el fondo y el problema es el uso o la falta de uso. Si te ingresan fondos y no hacés que eso impacte en las prácticas áulicas, no tiene sentido. Por eso, el financiamiento lo analizamos desde distintos puntos. En la red hay directores de escuelas gestionadas por el Estado y de gestión privada. Son vertientes muy marcadas. El tema, entonces, es qué pasa cuando yo, como directivo, tengo la tecnología que pagó la entidad propietaria o que pagó el gobierno a través de algún plan o que pagó alguna ONG que, haciendo filantropía, me acerca los dispositivos. El directivo y su equipo tienen la obligación de que la usabilidad se produzca. Porque, si no, esa inversión termina siendo un gasto.
—Todos tenemos un imaginario de cómo debería ser un aula, y todo el mundo dice que cambió la educación. Entonces, tal vez los padres reclaman evidencias de los cambios en la educación con la inclusión de la tecnología. Pero ¿cómo opera ese pedido para que la incorporación de tecnología en el aula no sea un gasto?
—Si la pensamos en pos de la transformación de los núcleos duros de la gramática escolar, nada de lo que hagamos va a ser un gasto. ¿Por qué? Porque vamos a transformar espacios, tiempos, prácticas de enseñanza y de evaluación. Y vamos a transformar los vínculos dentro de la institución escolar. En los años 90 se incorporaban computadoras y se armaban laboratorios, pero, en realidad, nunca transformaron las prácticas. El chico salía del laboratorio y volvía al mundo tradicional. Hoy, si pensamos la incorporación de robótica, de pensamiento computacional y demás desde un punto de vista pedagógico, podríamos hacer grandes transformaciones que nos permitan romper con el núcleo duro de la gramática escolar. Por lo tanto, la inversión que las familias nos demandan y que nosotros también sentimos que tiene que darse, va a tener sentido. Cuando se piensa la inversión en sentido pedagógico, tiene sentido; si no, es gasto.
—Voy a insistir con la pregunta de la tecnología: ¿cómo entra en la dinámica con los padres?
—Cuando el papá ve a su hijo interesado en algo, cambia la actitud. Tu hijo sale al mediodía y, cuando le preguntás qué hizo en la escuela, te dice “Nada”. Es típico. Pero qué distinto sería que te cuente que aprendió, que estuvo practicando, que estuvo haciendo cosas. Tu mirada sobre la escuela cambiaría muchísimo. ¿En quién está la responsabilidad de hacer que eso cambie? En los equipos docentes, en los equipos que lideran las escuelas. Es muy importante que tengamos en claro que nuestro rol es pedagógico. Es el de alcanzarle a la comunidad educativa las mejores prácticas posibles. Si tenemos en claro eso, seguramente todas las cosas que hoy se ven como dolores, van a cambiar. Y, por lo tanto, nuestro peso al terminar la labor diaria va a disminuir. Y también nos vamos a sentir más realizados, ¿no?
—Cuando parecía que el uso del teléfono en el aula ya estaba resuelto, apareció ChatGPT. ¿Se preguntan entre ustedes qué actitudes tomar frente a la inteligencia artificial?
—Sí, sin dudas. Incluso en la revista estamos permanentemente hablando del tema. Es algo que nos preocupa, y mucho. Vos podés ser apocalíptico o integrado, como decía Umberto Eco en su momento cuando analizaba la cultura de masa. Yo creo que tenemos que tomar lo mejor de esta disrupción tecnológica y utilizarla a nuestro favor. Hace falta un recorrido, hace falta mucha reflexión, pero es algo que sí o sí debemos abordar. Nosotros lo estamos haciendo en la red y las ideas son muy dispares todavía. Hay escuelas que lo prohíben, por una cuestión de miedo. Es natural el miedo ante algo desconocido. Hay otras que tratan de sacarle el mejor de los provechos. Todavía no hay un rumbo uniforme. Es muy heterogénea la reacción ante esta disrupción del ChatGPT.
—REDIE ya tiene capítulos en distintos países. ¿Se puede ver una identidad del conjunto?
—Nosotros arrancamos en 2018. Éramos muy pocos; yo estoy en Hurlingham, que es uno de los municipios más chiquititos que hay en el Conurbano bonaerense. No sé si llegábamos a 50. Éramos pocos en relación con lo que somos hoy. En febrero del 2020 abrimos una revista de construcción colaborativa y en marzo del 2020 explotó la situación pandémica, y eso hizo que todos sintiéramos la necesidad de juntarnos, de hacer catarsis como te decía al principio, y después de generar cosas. Cuando sentís que no sos el único que está pasando por tal o cual situación, empezás a sentirte un poquito más reconfortado. No quiere decir que mal de muchos, consuelo de tontos, pero ver que hay otros que están pasando por la misma situación, te permite analizar qué hacer.
—Y hoy llegaron a ser 8.500 miembros
—La red creció de manera exponencial y se empezaron a sumar a nuestros eventos gente de otros países. Entonces abrimos el juego y se abrieron redes en Guatemala, España, Italia, México, Ecuador, Perú, Chile, Paraguay, y estamos con ganas de abrir Uruguay y Colombia —que tiene una red muy chiquitita en Bogotá— y República Dominicana. Hay cuestiones particulares de cada sistema educativo, pero hay aspectos que tienen que ver con lo pedagógico, con el liderazgo, con la innovación educativa, con la formación permanente dentro de una visión de carrera directiva profesional. También trabajamos en la generación de proyectos interinstitucionales, tanto nacionales como internacionales.
—¿Hay reuniones locales? ¿Qué acciones se están realizando?
—Sí, es clave. Están los responsables de cada país, y la idea es que cada red tiene su espacio de intercambio. En Paraguay vamos a hacer una acción con los directores de las 300 escuelas de jornada extendida, en pos de la generación de proyectos. Uno de los temas que nos interesaba era la usabilidad tecnológica y vamos a ir por ese lado: qué se puede hacer como gestión del cambio para que en esas escuelas de jornada extendida se utilice la tecnología que tienen disponible.
—¿Qué aprendiste en REDIE?
—Aprendí que no estoy solo. Aprendí que cuando construís con otros, disfrutás lo que haces, empezás a ver resultados concretos, y ves el impacto que produce en tus estudiantes. Esa es la clave de todo lo que nosotros hacemos. Si pensamos nuestras instituciones educativas en clave de coconstruir, la soledad del cargo desaparece.
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