“Ashoka” es una palabra en sánscrito, un antiguo idioma de la India, que significa ausencia activa de tristeza. Esa palabra, que en sí misma encierra una acción y una decisión, fue la que eligió Bill Dryton a mediados de los años 80 para fundar una organización que impulsara a las personas que tuvieran una mentalidad emprendedora para solucionar problemáticas muy profundas a nivel social y ambiental. “Todos podemos cambiar el mundo”, es el lema de Ashoka. Hoy opera en más de noventa países: desde Estados Unidos a la Argentina, desde México a Bangladesh. La propuesta de Ashoka es proporcionar herramientas y recursos a todas aquellas personas que tengan la decisión de convertirse en agentes de cambio.
María Merola es la directora ejecutiva de la Ashoka Cono Sur, que incluye Argentina, Uruguay y Paraguay. Tiene un gran carisma. Es una de esas personas que derrochan energía. Habla mirando a los ojos, y tanto su voz como su gestualidad hablan de un convencimiento profundo de lo que dice. Quizá todas las personas que participan en Ashoka deben ser así: quizá la manera de cambiar el mundo sea con la prepotencia del optimismo.
Merola visitó el auditorio de Ticmas y habló de cómo es la organización que lidera y de qué manera la educación necesita revisar las preguntas que hace en cuanto a la enseñanza y los objetivos de aprendizaje. “El mundo necesita de muchísima más innovación social”, empezó diciendo Merola, “necesita de muchísimas personas que todo el día ponen su capacidad emprendedora y su creatividad en función de solucionar los grandes problemas. A esas personas las llamamos emprendedores sociales. Hoy tenemos una red global con más de 4.000 miembros. Es algo fantástico y, a la vez, inabarcable”.
—¿Cómo son los miembros?
—Cada fellow Ashoka es una organización, es una manera de ver la vida y una inspiración infinita. Son gente existe que piensa el mundo y emprende con impacto. Al mismo tiempo, algo que aprendimos es que el mundo necesita algo más que emprendedores sociales, y es que todas las personas nos veamos capaces de cambiar el mundo. Por eso nuestro foco en educación necesita que todas las personas se vean como agentes de cambio: de Change Makers, como hablamos en inglés. Qué pasaría si cada uno —no importa qué hagamos, dónde estemos, qué responsabilidades tenemos— supiera que está en sus manos cambiar el mundo. Que no es responsabilidad del gobierno ni de quienes toman las decisiones por nosotros, sino que todos tenemos la capacidad de cambiar la realidad, identificar problemas en nuestro entorno y ponernos en acción.
Qué pasaría si en todas las escuelas, en vez de preguntarnos: “¿Qué querés ser cuando seas grande?”, nos preguntarán “¿Qué problema querés solucionar, qué problema te desvela?”
—¿Cómo es la capacidad de ser agente de cambio?
—Yo lo veo, en mi equipo, lo veo en los emprendedores, lo veo en los más de 65 fellows Ashoka de Argentina. Pero esa capacidad de ser agentes de cambio está en muchísimas personas, sólo que a veces los sistemas —y también ahí hablamos del sistema educativo— no necesariamente lo ponen en valor, lo celebran, lo promueven y lo ponen en práctica. Por suerte, cada vez más la educación está mirando la resolución de problemas como una habilidad clave. Qué pasaría si en todas las escuelas, en vez de preguntarnos: “¿Qué querés ser cuando seas grande?”, nos preguntarán “¿Qué problema querés solucionar, qué problema te desvela? ¿Cuál es el problema del mundo que te duele y para el que vas a poner todas tus habilidades y todos tus conocimientos y vas a formarte para solucionarlo?”.
—Lo que cambia es la pregunta.
—Lo que cambia es la pregunta y lo que cambia es el foco de ver a las personas como agentes y no como parte de un sistema. Ese foco es el gran cambio que Ashoka quiere traer al mundo: ver al mundo como un sistema de agentes de cambio. En eso, el sistema educativo es clave. Y en eso estamos trabajando.
—¿Con quiénes?
—Nosotros trabajamos en dos sentidos. Por un lado, trabajamos con ministerios de Educación a nivel de provincias para formar a los docentes en la perspectiva de llevar la misión de agentes de cambio e innovación social al aula. En ese sentido, trabajamos muy fuerte con el Ministerio de Educación de Salta, con la provincia de Buenos Aires y con la ciudad. Al mismo tiempo impulsamos que esto sea una realidad, no sólo en el aula y en la escuela, sino también en la educación no formal. Hay muchísimos espacios educativos que los y las jóvenes recorren y que no tienen que ver solamente con la escuela. Tenemos varios programas que reúnen a organizaciones sociales que trabajan con esta perspectiva de verse como agentes de cambio.
—¿Cómo es un día habitual en Ashoka?
—Somos más de 15 personas hoy en Argentina y unas 400 personas en todo el mundo. Nuestro trabajo principal es estar conectados con la innovación social y llevar eso a otros ámbitos. ¿Qué pasaría si quienes hoy trabajan en educación estuvieran más vinculados con las soluciones creativas que hay para los problemas del mundo? Nuestro rol es ser un puente de la enorme creatividad que hay dando vueltas en torno a los problemas del mundo para llevarlas más cerca de la realidad del día a día. A veces, los recorridos educativos más formales no están tan cerca de esta visión emprendedora y empática.
—¿Qué ejemplos de agentes de cambio podés contarnos?
—Hay un emprendedor de Ashoka que a mí me encanta. Es un belga que se llama Bart Weetjens. Bart, desde chico, era un apasionado de los roedores. De esos chicos que tienen hamsters y miran cómo es la anatomía de las ratas y conocen su funcionamiento. En un momento conoció el problema de los de países donde hubo conflictos bélicos, que quedan minas antipersonales enterradas y eso es un problema enorme. Y a él se le ocurrió que las ratas con su olfato podían identificar donde había minas enterradas y creó una organización enorme que se llama Rat Hero y entrena ratas para que puedan identificar el punto exacto donde está enterrada la mina antipersonal. Ha hecho el desminado de países enteros. Ese es un ejemplo de un emprendedor social que une su pasión a un problema del mundo.
—Es un innovador, que seguramente tuvo que haber estudiado muchísimo.
—Es súper importante: no hay innovación y no hay solución a problemas sistémicos si no hay un conocimiento profundo de la realidad. La innovación no es despertarse un día con una buena idea, sino que es dedicar la vida. Hay muchísimos emprendedores de nuestra red cuya pasión y su foco es la educación. Un ejemplo que me encanta es el de Wendy Kopp, de Estados Unidos, que es la fundadora de la red de Teach for All —que en Argentina es Enseñá por Argentina—, y es una organización espectacular. A ella le preocupaba la calidad educativa y pensó cómo unir la capacidad de estudiantes recién graduados con un programa que los acompañe a pasar un tiempo de formación en escuelas de bajos recursos. Wendy podría haber hecho un programa para diez estudiantes, pero creó una red global que tiene más de 40 sedes en distintos países y logra discutir el futuro de la educación a nivel global.
Les hicimos una encuesta a nuestros 4.000 miembros y el 87% dijo que el momento en que se habían permitido pensar en grande había sido a partir una experiencia de la adolescencia
—Es la mentalidad 10x.
—Totalmente. Y esa mentalidad, en el mundo social, todavía no la tienen todos. Es parte de nuestro trabajo promover que esto se vea en mayor escala para que más personas puedan pensar en grande.
—Pero en América Latina, la mentalidad 10x no está del todo desarrollada. ¿Cómo hacen desde Ashoka para alentar la idea de que el cambio es posible?
—Yo diría que no creemos que está desarrollada, pero que muchas personas la tienen. Todos los años seleccionamos cuatro o cinco nuevos fellows Ashoka en Argentina, y todos tienen clarísimo que van a cambiar el mundo y nunca dudaron de su capacidad del 10x. A veces, es el pensamiento general el que dice que no esto no existe. Pero existe. Y parte de nuestro trabajo es celebrarlo, visibilizarlo y animar a más personas a pensar de esa manera. Y, de nuevo, que esté presente en las aulas. Hace poco les hicimos una encuesta a nuestros fellows, a los 4.000 miembros emprendedores de Ashoka, y el 87% nos dijo que el momento en que se habían permitido pensar en grande había sido a partir una experiencia de la adolescencia. ¡Es fantástico! La manera en que vemos el mundo cuando somos chicos moldea cómo nos pensamos en todo el recorrido. Si cuando somos adolescentes pensamos que podemos pensar en grande y actuar en grande, es muy probable que lo hagamos. No importan los obstáculos y las barreras más típicas. Ya las conocemos. Podemos cambiar el mundo.
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