Graciela Bialet y la formación de los lectores: “Hay que poner en acción el espacio de lectura en la escuela”

Escritora, docente y una importante figura en la promoción de la lectura, Bialet visitó el auditorio de Ticmas para hablar de su nuevo ensayo “Lectores rebeldes”, publicado por Ed. La Crujía.

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Graciela Bialet en el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro (foto: Agustín Brashich)
Graciela Bialet en el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro (foto: Agustín Brashich)

Graciela tenía pocos años, era una nenita, cuando alguien le regaló Tutú Marambá. María Elena Walsh decía que le había puesto ese título al libro por el nombre de un duende brasileño feo y malo que no tenía nada que ver con lo que había escrito, pero que le gustaba cómo sonaba. Y porque, tal vez, el Gato Confite, la Vaca Estudiosa y las demás personas del libro podían convertirlo en un duende juguetón. Graciela abrió el libro y se puso a leer hasta que no pudo más de la risa. Una risa que la provocaba a seguir leyendo, pero que a la vez le daba miedo. “Escondí el libro porque en mi casa solo se leían libros serios y religiosos y escolares”, decía Graciela, “y, si mi mamá veía que yo me estaba riendo de esa manera, seguro que era porque estaba cometiendo un pecado”.

La anécdota sirve de marco para presentar la forma en que Graciela Bialet considera a la lectura. Con más de veinticinco libros publicados —cuentos, ensayos, textos educativos—, Bialet es profesora de enseñanza primaria, licenciada en Educación y tiene un máster en Promoción de la Lectura. Es una participante habitual del Foro de Fomento del Libro y la Lectura de la Fundación Mempo Giardinelli. Su trabajo más reciente es Lectores Rebeldes (Ed. La Crujía, 2023), donde propone una serie de preguntas que no sólo son sobre la lectura, sino también sobre lo que uno podría como las políticas del compromiso la lectura: una manera de ser y estar en el mundo.

Bialet participó en una entrevista pública en el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro, donde habló de su nuevo trabajo delante de un público entusiasta y numeroso. Entre los presentes estaban Natalia Porta López, coordinadora del Plan Nacional de Lecturas, y Margarita Eggers Lan, ex directora del Plan, también Cecilia Malem, del Plan Provincial de Lecturas de Córdoba, y los escritores Daniel Castillo, Sandra Comino, María Cristina Ramos, etc.

"Lectores rebeldes y razones por las que leer vale la pena", de Graciela Bialet (Ed. La Crujía)
"Lectores rebeldes y razones por las que leer vale la pena", de Graciela Bialet (Ed. La Crujía)

¿Quiénes son los “lectores rebeldes”?

—El título fue todo un desafío. Le dimos muchas vueltas, pero finalmente nos conquistó Lectores Rebeldes porque siempre existe la hipótesis de que a los chicos y a los jóvenes no les gusta leer. Nos parecía que “lectores rebeldes” reunía la posibilidad de hablar sobre las razones de si vale la pena leer o no, y que, en realidad, los chicos no leen porque nadie nace siendo lector, como nadie nace sabiendo andar en bicicleta. Todas las preguntas que nos hacemos en torno a la bici —¿tenés bicicleta?, ¿tenés ganas de ir a algún lado con la bicicleta?, ¿tenés alguien que te acompañe para ayudarte a hacer el equilibrio?— son las tendríamos que hacer antes de poner el rótulo de que los chicos no leer.

Una de las preguntas del libro, que la mencionaste en la primera respuesta, es si vale la pena leer. Y otra es si no leer trae un déficit educativo. No quiero quedarme sólo con la idea utilitaria de la lectura, pero sí te propongo ponerlas en relación.

—Como dijimos recién, leer es un comportamiento cultural. Y todos los comportamientos culturales se realizan en sistemas culturales. En ese sentido, la escuela es el lugar de la lectura, porque para muchos —yo diría que el setenta y pico por ciento de la población— el acceso al libro y la lectura se realiza únicamente en las escuelas. Y para qué se creó la escuela. A cualquiera que le preguntes te va a decir: “Para leer y escribir”. Nadie dice para escribir y leer, o para aprender matemática. Y si ahondamos en el criterio de leer antes que escribir, nosotros leemos antes de saber los signos del abecedario: leemos las historias del mundo, leemos la realidad. Si no, no entenderíamos. De ahí que cuando —y no quiero ofender a ningún docente— se dice que se va a aplicar la lectura comprensiva, yo digo: si la lectura no es comprensiva, qué es. Otra cosa es leer en voz alta, en silencio. Otra cosa es intentar algunas técnicas de estudio sobre la lectura.

Otra pregunta del libro es si se puede construir un lector. Evidentemente sí, pero la pregunta sería cómo. ¿Qué características deberían acompañar a todo lector?

—La escuela ejecuta distintas políticas educativas para formar ciudadanos. En uno de los capítulos, hago una investigación larga sobre los programas escolares en Argentina y cómo se fue desdibujando el espacio donde se enseña a ser lector. Por qué desapareció la hora asignada para leer. Aunque parezca loco, no hay espacio para la lectura. Se dice que la lectura transversaliza y, como transversaliza todo, no sucede en la escuela. La lectura es una práctica de abrir el libro y leer. De nuevo: la bicicleta, vos podés hablar y describirla, pero si nunca andás en ella te caés. Con la lectura pasa lo mismo.

Graciela Bialet entrevistada por Patricio Zunini (foto: Agustín Brashich)
Graciela Bialet entrevistada por Patricio Zunini (foto: Agustín Brashich)

¿Qué hay que hacer?

—La escuela tiene que tener un espacio curricular llamado Lectura que vaya a las maravillosas bibliotecas con las que está dotado de libros y lean. Hay que leer gratis: o sea que, que después de eso no haya una prueba. Siempre recuerdo esta anécdota: una vez, a una vecina le habían hecho 26 preguntas sobre una novela mía que se llama Los sapos de la memoria. Me preguntó si la podía ayudar y había una pregunta que decía: “¿Cuál es la estructura atávica del texto?”. Ahí paré y le dije: “Mira, le voy a escribir a la profesora y le mando una fotocopia del DNI que yo soy la autora y que no sé lo que quiso preguntar”. Basta de toda esa tontera, ¿entendés? Eso hace salir corriendo disparado a los lectores.

Pero ¿cómo hace la escuela, que transmite contenidos pensando de manera utilitaria, para transmitir el placer de la lectura?

—Hay que poner en acción el espacio de lectura. Daniel Castillo, por ejemplo, es profe de un colegio y me sabe mandar videos con los chicos leyendo. Están en la escuela y leen y toman mate. Leer es una práctica que se ejecuta, no que se enuncia. Es como la diferencia entre que te cuenten una serie y verla. ¿Lleva tiempo? Lleva tiempo. ¿Da trabajo? Da trabajo. ¿Va a servir para el futuro? Qué sé yo.

¿Qué tiene que ver la lectura con el inodoro?

—¡Es muy escatológica esa parte del libro! Yo quería que estuvieran la mirada del niño sobre algunas cosas que los adultos creemos que deben ser de una manera y son de otra. Entonces, hay anécdotas, que son mini historias con los niños. Y una de ellas es la del inodoro. Fede y Ceci no se podían explicar, por más que la maestra les explicara cien veces cómo era el tema de la genética, que, si tenían la misma edad y pesaban lo mismo, uno era más alto que el otro. Y entonces Fede llegó a la conclusión de que Ceci seguramente hacía más caca y por eso se quedaba más petisa. Esa es la lógica con que los niños nos devuelven algunas cosas que son absolutamente ridículas de la escuela, que cree que enseña para el futuro. El mañana llegará cuando el chico comprenda que el mundo es mucho más amplio. En ese momento va a empezar a entender otras realidades. Eso es lo que aporta la lectura. En libro, en tablet, en teléfono.

Vos le das mucha importancia a la voz de los estudiantes.

—Es que es vital. Si me pusieran pedagoga, diría que San Piaget ya lo había dicho mucho antes. Nadie aprende sobre la certeza: uno aprende sobre los déficits, sobre los errores, sobre las dudas. Y esas dudas se generan porque vos no tenés la mente en blanco, porque tenés hipótesis que pueden estar confundidas, pero que tienen que ver con tu propia realidad. Entonces, eso es lo que agiliza la lectura. A mí me gusta pensar que la lectura es como una gimnasia de la inteligencia, ¿no? Cuanto más leemos, más posibilidades de almacenar una mayor cantidad de información. Cuanto más leemos literatura de más calidad, tenemos más posibilidades de almacenar información emocional. En definitiva, de eso va la vida, ¿no?

Graciela Bialet (foto: Agustín Brashich)
Graciela Bialet (foto: Agustín Brashich)

Otro tema que aborda el libro es de aquello que la literatura se está perdiendo de contar.

—Todos los que circulan en la vida. Si aún hay temas tabúes, siempre están relacionados a los temas de las violencias, del abuso sexual. Esto sucede mucho más de lo que nos gusta pensar. Ahora bien, ¿la literatura está obligada a hablar de eso? Los creadores escriben lo que transita dentro de sus idearios, de sus emociones. Pero hay temas de los que se habla muy poco. En una investigación que hice, porque soy profe universitaria, analicé los libros editados en Latinoamérica entre el 2000 y el 2018 y encontré que sólo 12 libros de entre 13.000 hablaban de.

Es el 0.1%.

—Y si te pusieras a indagar sobre otros temas... Antonio Malpica, un escritor mexicano, escribió un libro, que creo que es el único, sobre el secuestro extorsivo de un niño. Que en una etapa era casi una noticia de todos los días en México. Les pasaban a los niños y no se escribía sobre eso; yo no conozco otro libro que hable de eso. Los libros tienen temas con los que se quiere envolver a los chicos, como dijo Graciela Montes. Como si todo fuera una pátina de felicidad. Y la vida está compuesta por el cosmos y por el caos.

Maurice Sendack también decía que los libros de chicos ya no hablan de miedos ni peligros.

—Con el agravante de que, después, en los jueguitos pueden matar a media humanidad. Es una polaridad moralista que la escuela y los libros para los niños deben tener solo temas edulcorados. Pero después te doy el teléfono y matá a quien quieras, violá a quien quieras, no respetes los derechos humanos de nadie, porque total es un juego. Y el juego es una historia atrás del juego. El que juega lo sabe.

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