Andrea Goldin y la neurociencia aplicada a la educación: “Es bueno aprender algunas cuestiones de memoria”

La autora de “Neurociencia en la escuela”, ensayo con el que obtuvo el premio Isay Klasse al mejor libro de educación, visitó el auditorio de Ticmas y señaló por qué entender cómo funciona el cerebro permiter generar aprendizajes más duraderos

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La neurocientífica Andrea Goldin, autor de "Neurociencia en la escuela" (Siglo XXI), visitó el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro de Buenos Aires (foto: Agustín Brashich)
La neurocientífica Andrea Goldin, autor de "Neurociencia en la escuela" (Siglo XXI), visitó el auditorio de Ticmas en la Feria del Libro de Buenos Aires (foto: Agustín Brashich)

El libro se llama Neurociencia en la escuela y lleva como subtítulo “Guía amigable (sin bla bla) para entender cómo funciona el cerebro durante el aprendizaje”. Es un libro fascinante, que hace unos meses recibió el premio Isay Klasse al mejor libro de educación. Salió publicado por la editorial Siglo XXI y se enmarca en un doble linaje: forma parte de la colección “Educación que aprende”, dirigida por Melina Furman, y de “Ciencia que ladra”, dirigida por Diego Golombek.

La autora es Andrea Goldin, licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Ciencias Fisiológicas por la UBA con un diploma superior en Educación y Nuevas Tecnologías por Flacso. Publicó más de veinte papers científicos en distintas revistas internacionales y recibió el Premio Innovadores Menores de 35 años del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

Goldin da una profunda visión sobre cómo el cerebro se transforma a partir de la experiencia y cómo es posible aprovecharse de esto en el ámbito educativo. Desde la nutrición hasta el sueño, pasando por el juego, la atención y la flexibilidad cognitiva, hay una serie de abordajes que proponen una mirada integral y novedosa.

Goldin es doctora en Ciencias Fisiológicas y recibió el Premio Innovadores Menores de 35 años del Massachusetts Institute of Technology (foto: Agustín Brashich)
Goldin es doctora en Ciencias Fisiológicas y recibió el Premio Innovadores Menores de 35 años del Massachusetts Institute of Technology (foto: Agustín Brashich)

Andrea Goldin visitó el auditorio de Ticmas y habló de Neurociencia en la escuela. “Cuando aprendemos y cuando enseñamos”, dijo, “el que aprende y el que enseña es nuestro cerebro. Entender cómo funciona nos puede permitir generar aprendizajes más duraderos, mejor aprendidos, emociones mejor reguladas”. En relación a la neurociencia aplicada a la educación, suelen darse dos extremos: están quienes la toman como una solución casi mágica de todos los problemas educativos, pero también están los que piensan que una mirada cientificista extrema puede dejar de lado a la función del docente. “Yo entiendo a la neurociencia como una herramienta más para el educador a la hora de tratar de transmitir conocimientos, de ayudar a pensar, de ayudar a entender”, dijo Goldin.

Una discusión actual de la educación tiene que ver con lo memorístico. Por ejemplo: “¿Cuál es el sentido de aprender los ríos de Europa?”. En el libro das una idea sobre la importancia de trabajar la memoria.

—A primera vista, aprender de memoria ya no sirve. Para qué hacer lo que hacíamos antes de tener una computadora en el bolsillo con todo el contenido al alcance de la mano. Pero cuando aprendemos, no es que guardamos cada cosa en una cajita o en un fichero. El cerebro siempre, consciente o inconscientemente, relaciona lo que aprendemos con otras cosas que ya tenemos guardadas, que puede ser algo que conceptualmente tiene que ver o que puede ser la cara de un compañero de la escuela o la hamburguesa que me iba a comer. Es imprescindible ayudar a que se armen esas conexiones, teniendo en cuenta el contenido que uno quiere enseñar. Lo que planteo es que aprender de memoria no sirve por el hecho en sí, sino por la tenacidad, la perseverancia y la ejercitación de esas otras habilidades que son esenciales para la vida. Por eso es bueno seguir aprendiendo algunas cuestiones de memoria.

¿Se aprenden de memoria lengua y matemática?

Es buenísimo aprender de memoria las tablas de multiplicar porque eso libera recursos neurales que podés usar en resolver problemas más complejos. Y cuando aprendés a leer, una vez que sabés decodificar las letras, aprendés a leer cada vez más rápido. Para eso vamos entendiendo las palabras y las vamos guardando en la memoria. Parte del aprender a leer es guardar esas palabras completas en la memoria para después traerlas rápido y entender textos complejos más largos.

Con Google y las apps, ¿estamos ante un momento de pérdida de la memoria?

—Hay un dicho que va más allá de la escuela, que es de los años 90: “ramal que para, ramal que cierra”. Si no usas una habilidad del cerebro, no es que se cierre, pero… Me gusta pensar el ejercicio del pensamiento como ir al gimnasio. No alcanza con ir un día. Necesitás ir mucho y cada vez podés hacer un poco más. Y no pasa nada si dejas de ir un par de días, pero, si no vas por mucho tiempo, se empieza a notar y te va a costar volver a levantar las pesas que levantabas o correr los kilómetros que corrías. Algo que nos está pasando como sociedad es que estamos usando mucho los dispositivos digitales como extensión de nuestra memoria. Está buenísimo, pero a la vez nos achancha la memoria.

"El cerebro tiene plasticidad y cambia toda la vida" (foto: Agustín Brashich)
"El cerebro tiene plasticidad y cambia toda la vida" (foto: Agustín Brashich)

En un momento del libro, decís que, para aprender distintos temas, en lugar de trabajarlos uno a uno, conviene verlos entrelazados. ¿Por qué?

—Justamente por lo que te comentaba: antes no guardamos los aprendizajes por separado, sino relacionados. Hay una maquinaria en nuestra cabeza que, cuando le metes demasiado, se cansa y deja de funcionar. Eso tiene un fundamento fisiológico. Se vio que, si estudiás algo en un tiempo corto, te sirve hasta ahí. El clásico ejemplo es el del estudiante de secundaria que prepara un examen y después no se acuerda de nada. El cerebro necesita tiempo para incorporar la información y una de las cosas con más evidencia en neurociencia educacional es lo que se llama el “aprendizaje espaciado”: aprendo algo nuevo, lo practico, lo repaso, lo aplico, y eso genera un aprendizaje que va a durar mucho más. Idealmente, toda la vida. Si estás en clase de Matemática y querés aprender varios problemas diferentes, no conviene hacer todos los del tipo 1 y después pasar a los del tipo 2 y a los del tipo 3. Lo que conviene es decir hacer unos de tipo 1 y esperar un tiempo antes de seguir con esos, resolviendo en el medio los otros. Usás el mismo tiempo total y hacés la misma cantidad de ejercicios, pero el cerebro tuvo tiempo de incorporarlos y chequear las relaciones para que sean más fuertes y sólidas.

En el libro hablás también de unos “neuromitos”. Uno es, por ejemplo, el mito de que usamos el 10% del cerebro.

—Se los llama “neuromitos” en la comunidad neurocientífica. Hay un montón de estudios que parte de algo que se vio en algún momento, pero que se fue deformando como en un teléfono descompuesto, y terminan llegando a nosotros y nos suena razonable. El 10% del cerebro. O los hemisferios que diferencian la parte creativa y la analítica.

¿Los hemisferios también son un mito?

—No es que sea un mito, pero, de nuevo, como lo del 10%, viene de algo real, que es que había pacientes que tenían los dos hemisferios separados. Nosotros los tenemos juntos; nuestro cerebro funciona como un todo. Una persona que tuvo un ACV en una parte del cerebro puede haber perdido una capacidad cognitiva, pero eso no quiere decir que necesariamente esa capacidad cognitiva esté ahí. Si los cambios son paulatinos, como, por ejemplo, si crece un tumor muy lentamente y ocupa un área, resulta que otra parte del cerebro fue tomando esa funcionalidad. El cerebro cambia toda la vida. Lo que decimos los neurocientíficos y las neurocientíficas es que, por supuesto, hay regiones más o menos relacionadas con distintas habilidades, pero nuestro cerebro funciona como un todo.

Volviendo al 10% del cerebro: usamos el 100.

—Nuestro cerebro tiene una habilidad que se llama plasticidad. Es lo más lindo del cerebro, que cambia como resultado de la experiencia, de las cosas que nos pasan. Y esa plasticidad hace que nuestro 100% de hoy pueda no necesariamente ser el 100% de mañana. Para bien y para mal. Tu 100% podría subir y entonces ese nuevo 100% sería mayor al de hoy.

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