Por qué es tan importante aprender a jugar en la escuela

Inés Moreno, especialista en didáctica y autora de una decena de libros, visitó el auditorio de Ticmas y reveló las claves para entender el juego como una oportunidad de aprendizaje

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El juego como espacio de intercambio, de aprendizaje, de análisis de riesgo. “Cuando juegas al juego de tronos”, le dijo Cersei Lannister a Ned Stark, “o ganas o mueres”. El juego entró en la escuela, en las instituciones, en las organizaciones. Inés Moreno es la autora de Las llaves del juego —que tiene un lindo juego de palabras— con el que explora la importancia de desarrollar un enfoque lúdico para aprender, evolucionar, tomar decisiones.

Desde el estudio que lleva su nombre, Inés Moreno se dedica a enseñar a jugar. El juego fomenta tanto la espontaneidad como la planificación, el trabajo colaborativo y la búsqueda de objetivos comunes. En la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, Moreno visitó el auditorio de Ticmas y habló del trabajo al que le ha dedicado más de cinco décadas.

Cuando se pierde la noción del tiempo, los chicos más jóvenes dicen que uno está en estado de flow, un dejarse llevar. La pérdida del tiempo es una concepción muy del juego, ¿no?

—El juego es un universo donde entra todo lo conocido y lo desconocido. Desde los juegos de azar hasta los que tienen que ver con el desarrollo personal. A todo se lo llama juego. Por ejemplo, se utiliza mal la concepción de que el juego es placer: el juego no tiene nada que ver con el placer. Sin embargo, el hecho de jugar permite hacer una elaboración, un trabajo interno que probablemente después dé placer. Yo defino al juego con una imagen: un niño en la playa con un montón de estímulos —un sol abrasador, mil personas de un lado para el otro— y él construyendo su castillito sin que nada lo perturbe. Ese niño perdió la noción de espacio y de tiempo: está jugando. Muchas cosas que llamamos juego no lo son. Muchos docentes dicen: “Estoy haciendo juegos con mis alumnos”. Estará haciendo alguna dinámica; creerá que los alumnos están jugando. Pero, para que exista juego, tienen que pasar otras cosas.

¿Qué tiene que pasar, además de perder la noción de tiempo y espacio?

—Una entrega, un compromiso, un perderse en el juego. El flow es una expresión tiene que ver con la capacidad de dejarse llevar, de jugar en la vida. Y jugar en la vida significa que no importa el obstáculo que se me presente, yo puedo fluir. Como un río: si hay una roca pasa por el costado, si la roca es muy grande pasa por debajo, si hay mucho verde modifica el cauce. Eso es fluir.

¿Cómo se aprovecha ese estado de flow en el aula?

—Para aprender, el juego tiene que estar diseñado con intencionalidad. Por lo tanto, requiere un diseño específico. No es jugar por jugar. Adhiero al jugar por jugar, al juego libre, pero cuando hablamos de aula, hablamos de una intencionalidad pedagógica. Hay objetivos, hay un planeamiento. ¿Dónde está el quid? No está en el jugar, sino en lo que pasa después del juego. No basta que el niño diga: “¡La pasé bárbaro!”. Esa es una sensación, no un aprendizaje. Para que haya aprendizaje tiene que haber un cambio de conducta. El juego no lo genera, salvo que utilices la metacognición y de esa situación se haga un análisis.

Inés Moreno en el auditorio de Ticmas (Foto: Agustín Brashich)
Inés Moreno en el auditorio de Ticmas (Foto: Agustín Brashich)

¿El juego, entonces, es una dinámica más en el aula?

—Así es. Si estamos en una escuela o en una universidad, no basta con pasarla lindo. Está bueno. Pero no basta; no es aprender.

Hay aprendizajes basados en proyectos, en retos, en servicios. Y también hay un aprendizaje basado en el juego. ¿Cómo se relacionan entre sí, cómo se relacionan con el juego?

—El aprendizaje basado en juegos viene de una situación que se puso de moda llamada “gamificación”, que viene del Norte. Lamentablemente nosotros copiamos sin saber para qué, por qué. La gamificación es un recurso de moda, pero cuando uno va a lo finito, la estructura de la gamificación no apunta verdaderamente al aprendizaje si no existe una metodología que lo acompañe. Los proyectos, los retos, los servicios constituyen aventuras. Igual que el juego. Eso es lo que tienen en común. Si yo, por ejemplo, le planteo a un grupo: “¿Por qué San Martín eligió Mendoza para cruzar los Andes?”, es un problema. Puede constituirse en un proyecto para que los alumnos investiguen por qué Mendoza y no Salta. Necesariamente interviene una actitud lúdica. La posibilidad de hacer una hipótesis, que forma parte del desarrollo de la curiosidad, es la esencia del juego, y entonces estaría vinculada con los proyectos y con las otras estructuras.

Diego Golombek dice que el espíritu científico en la escuela aparece en el nivel inicial: hay experimentación, hay hipótesis, hay pruebas y hay juegos. Después, en la primaria y en la secundaria, ese espíritu se pierde. Pero retomando la idea de Golombek, quisiera preguntarte por la relación entre la ciencia y el juego.

—Hace mil años, entre las muchas actividades que he organizado, existieron unas jornadas denominadas “De la vivencia a la elaboración”. Y en una de ellas participó el epistemólogo más importante que tuvo Argentina, que era Gregorio Klimovsky, un científico que vino a hablar de juego. Recuerdo que, como era compañera de trabajo en la Universidad de Belgrano, fui a pedirle muy tímidamente si quería participar. Habló una hora y media de la relación entre el juego y la ciencia, y la síntesis que yo puedo entregar de lo que aprendí de Gregorio Klimovsky es que no hay ciencia si no hay juego. Puedo contar una experiencia.

Por favor.

—Dos o tres sábados atrás estábamos con Tamara [que es la hija, coautora del libro y docente en el Estudio Inés Moreno] dando una clase de toma de decisiones para adultos. Tamara trajo una caja que no podían tocar. Parecía muy pesada. Era una caja grande y todos tenían que aventurar hipótesis. Después se incorporó un sentido: podías tocarla. Después se incorporó el oído. Y así se iban modificando las hipótesis. Estábamos trabajando la toma de decisiones, y enseñábamos que, para hacerlo, es necesario aplicar el método científico y unir lo racional con la emoción.

Inés Moreno dirige el estudio que lleva su nombre (Foto: Agustín Brashich)
Inés Moreno dirige el estudio que lleva su nombre (Foto: Agustín Brashich)

El flow también se da en las redes sociales. Ahí también uno pierde el tiempo y el espacio. ¿En qué se parece el juego y las redes sociales?

—La vida es juego. El juego no está solamente en el elemento que puedo traer a la mesa o en la máquina con la que puedo jugar. Hay juegos de comunicación que hacemos a diario: “a este no lo saludo”, “a este se la dejo pasar”. Hay juegos de poder. El juego está metido en todos los rincones. Hay juego en la aventura, y las redes sociales son una aventura. No las voy a valorar. No son ni buenas ni malas, como el juego. El juego no es inocente. Hay juegos que interfieren en el desarrollo; hay juegos que hacen muy mal a la salud. Lo mismo pasa con las redes. En la red vos podés obtener información, podés comunicarte, podés profundizar un problema o te podés llenar de pálidas.

Quisiera retomar la primera pregunta, cuando decías que el juego no tiene nada que ver con el placer. Pero ¿cómo se busca ese placer?

—Yo creo que no hay que buscarlo, sino que uno encuentra el placer. Probablemente la actitud de estar fluyendo te permita encontrarlo más fácilmente. Si estás con todas las defensas, con una actitud muy rígida, probablemente ni siquiera la veas pasar. Pero si estás entregado a la propuesta, el placer llega.

¿Cuánto tiempo tiene que entrenarse uno en el juego para que el juego deje de ser un dispositivo y uno esté adentro?

—Yo creo que el adulto debe recuperar la capacidad de juego, porque la fuimos perdiendo. La sociedad, la educación, los condicionamientos han hecho que nos convirtamos más en una persona de moñito o de tacos altos. El proceso es totalmente individual. Hemos visto en el estudio como hay adultos recuperan en un insight. “Volví a sentirme de tal manera”. Y hay otros que tienen que transitar mucho camino para desbloquear los obstáculos que han aparecido. La respuesta es de carácter individual. A mayor entrega, mayor facilidad. Casi todos los cursos que damos tienen el título de “entrenamiento” porque entiendo que este proceso del cual estoy hablando se entrena como un atleta.

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