En un momento en el que el futuro es incierto, surge una pregunta crucial: ¿cómo se educa en medio de tanta incertidumbre? A lo largo de tres días, el 3° Seminario de Innovación Educativa organizado por Ticmas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires abordó diversas cuestiones que analizan el presente y el futuro de la educación: desde desafíos económicos hasta revoluciones tecnológicas, incluyendo la presencia ubicua y compleja de ChatGPT.
Si este es un momento de profundos cambios, es, entonces, un momento que demanda una reflexión sobre el cambio. Porque cuando se habla de incertidumbre, no solo se hace referencia a aspectos de corto plazo, como las fluctuaciones del dólar o las probables nuevas inversiones edilicias, sino también hay que considerar que un docente puede acompañar a sus estudiantes a lo largo de 18 años, guiándolos en un mundo en constante transformación.
El panel que se dedicó a estas cuestiones llevó por título “Los desafíos de la educación en contextos de incertidumbre” y participaron importantes y destacados expertos: Mónica García de Luca, directora académica de la red de colegios Semper Altius de México; Juan Camilo Mesa Jaramillo, también mexicano, CEO del Colegio Nuevos Horizontes y rector de la Global University; y los argentinos Darío Álvarez Klar, fundador y director de la Red Itinere, y Francisco Lehmann, director de investigación y desarrollo del colegio Belgrano Day School.
La primera pregunta del encuentro abordó directamente sobre el concepto que reunió a los cuatro referentes: cómo se define la incertidumbre.
Para Darío Álvarez Klar, un educador de gran trayectoria, la incertidumbre es como un viaje en el que hay que estar bien equipado con herramientas y experiencias variadas, tanto académicas como no académicas, para enfrentar lo desconocido. Según él, los estudiantes deben desarrollar habilidades que les permitan adaptarse a los cambios y sorprenderse, tanto en sus elecciones de vida como en las transformaciones futuras.
Mónica García de Luca, responsable de más de 70 colegios en diversos estados de México, también utilizó la metáfora del viaje, pero con un enfoque ligeramente distinto: “La pregunta clave no es hacia dónde nos llevan, sino hacia dónde queremos ir”. Para ella, el objetivo es asegurarse de que los alumnos adquieran conocimientos y habilidades para enfrentar los desafíos que les esperan. García de Luca dijo que la incertidumbre siempre existió, pero actualmente se ve amplificada por la rápida difusión de información y los medios de comunicación.
“Nosotros hemos presenciado el nacimiento y la desaparición de tecnologías”, comentó Francisco Lehman, quien ejemplificó la frase con un objeto incuestionable: el fax. ¿Por qué trajo este ejemplo? Porque, para él, si la incertidumbre es una realidad presente en todos los sectores y no solo en la educación, se ve exacerbada en parte por la velocidad de los cambios y el avance tecnológico. La educación, entonces, debería preparar a los estudiantes para afrontar un futuro incierto y diverso, donde las profesiones y actividades evolucionan constantemente.
“La incertidumbre es una característica fundamental del siglo XXI”, afirmó Juan Camilo Mesa Jaramillo, quien destacó que hay que esperar aquellos eventos inesperados que van a alterar el panorama mundial, como una pandemia, el cambio climático, los conflictos bélicos, la inestabilidad económica, etc. Desde su perspectiva, el desafío para los educadores radica en romper con el modelo de certezas en el que fueron formados y fomentar que los estudiantes no sean “inconscientemente competentes, sino conscientemente incompetentes”. Es decir, que reconozcan que hay mucho por aprender y se adapten a la incertidumbre como una realidad constante.
Los estudiantes toman la palabra
En el camino de la incertidumbre y los cambios, puede pasar que sean los propios estudiantes quienes pidan modificar los contenidos y la forma de aprendizaje. ¿Es válido? ¿De qué manera se les da la voz? ¿Cuánto cambia la manera de dar la clase?
Nuevamente Mónica García de Luca fue la primera en hablar y resaltó la importancia de que los docentes superen el miedo que surge al otorgarles voz a los estudiantes. El enfoque de la red de colegios Semper Altius parte de las preguntas didácticas —qué, para qué, cómo, cuándo, dónde— como una manera de que los estudiantes elijan qué y cómo quieren aprender, así como la manera en que desean mostrar su aprendizaje. Esto ha sido muy innovador en las aulas, al enfocarse en el reconocimiento y valoración del aprendizaje individual de los estudiantes.
Por su parte, Darío Álvarez Klar compartía la preocupación por el miedo de docentes y padres —incluyó a los padres— ante el cambio y la posible pérdida de autoridad. Para superar este obstáculo, la Red Itinere propone una construcción colaborativa que tome en cuenta las expectativas de los estudiantes y les ofrezca diferentes caminos para alcanzar los objetivos de aprendizaje. Sin llegar a un “aprendizaje bajo demanda”, pero adoptando un diseño flexible y haciendo uso de herramientas tecnológicas que permitan la adaptación, se puede fomentar la mentalidad de acceso a la información por parte de los jóvenes, con contenidos obligatorios, opcionales y otros que otorguen créditos.
Juan Camilo Mesa Jaramillo presentó una propuesta aún más radical, al abogar por una forma de co-gobierno en el aula, donde los docentes cedan parte de su poder y adopten un enfoque socioconstructivista. “Los profesores deben ser humildes y reconocer que no poseen todo el conocimiento”, señaló, y añadió que una tarea fundamental de los maestros es motivar a los estudiantes. “Si algo nos está faltando hoy en la educación es hacerles sentir a los estudiantes que confiamos en ellos. Simulamos que creemos en ellos, pero no lo hacemos realmente”. Su propuesta llegó incluso al punto de proponer que los estudiantes definan el espacio del aula, el lugar donde pasarán nada menso que la tercera parte de su vida.
Por su parte, Fernando Lehman destacó la necesidad de que los docentes renuncien a mantener el control. “Cada vez que hemos perdido el control a favor de los alumnos nos ha ido bien”, afirma. Lehman animó a que los maestros se atrevan a abandonar la posición cómoda de la autoridad y acompañen a los estudiantes en su proceso de aprendizaje. Mesa Jaramillo, en sintonía con estas ideas, subrayó la importancia de encontrar un equilibrio entre el caos y el orden en el aula, creando un “ambiente caórdico”.
¿Cómo va a ser la educación en 2030?
Antes del cierre del encuentro, se los convocó a imaginar el futuro. Curiosamente varias veces hablaron de “sueños” en lugar de “análisis”: la educación como un camino de crecimiento deseado.
Esta vez, el primero en tomar la palabra fue Juan Camilo Mesa Jaramillo, que afirmó que no creía en la desaparición de los profesores, a pesar de lo que ciertas publicaciones pronostican. Su sueño es el de una escuela en la que los estudiantes puedan utilizar diversas herramientas para construir su conocimiento. Destacó la importancia de pasar de la memorización a un enfoque en el pensamiento crítico y analítico, donde los profesores enseñen a pensar antes que simplemente impartir conocimientos. Y, si bien la tecnología seguirá avanzando, la parte humana del profesor es primordial para comprender los problemas y miedos de los estudiantes.
Mónica García de Luca expresó que en su visión del mundo espera que haya menos “O” y más “Y”. En lugar de ver a la educación como una elección entre conocimientos o habilidades, ella creía en la combinación de ambos. No hay, dijo, una dicotomía entre habilidades duras y habilidades blandas. Por eso, en su sueño, los alumnos son capaces de utilizar las tecnologías y, al mismo tiempo, de responder a las preguntas trascendentales.
Fernando Lehmann reconoció la complejidad de hablar del futuro, ya que avanza tan rápidamente que lo que se dice hoy va a cambiar mañana. Pero se animó a dar una visión en donde el sistema educativo sea más virtual, diferenciándolo claramente de la educación a distancia. “En la actualidad, todos estamos inmersos en lo virtual”, dijo y dio como ejemplos las conversaciones a través de chats y los documentos colaborativos en línea. Esa escuela más virtual sería también más libre y más centrada en la persona, dijo. Y, como Camilo, no se imaginaba un escenario donde no hubiera contacto humano.
El último en hablar fue Darío Álvarez Klar. “Me gustaría ver una escuela abierta al mundo”, dijo. Con una perspectiva optimista, enfatizó, sin embargo, la importancia de que la educación misma se transforme para formar parte de un ecosistema más amplio que incluya diversos actores. No solo niños, docentes y familias, sino que incluya también a proveedores de servicios, desarrolladores de contenido, empresas, gobiernos, co-gobiernos, ONG y emprendedores en el ámbito educativo; donde haya diálogos constantes en lugar de contactos esporádicos. Señaló Este ecosistema, dijo, debería estar centrado en el bienestar. “Hay que considerar a la escuela como un lugar donde se fomenten habilidades que estimulen el bienestar, ya que el bienestar es fundamental para el aprendizaje”, dijo. Finalmente expresó su deseo de que la escuela activa inspire y promueva la formación de ciudadanos globales.
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