Mónica García de Luca es directora académica de la red de colegios Semper Altius. La semana pasada estuvo en Buenos Aires para participar en el 3° Seminario de Innovación Educativa que Ticmas organizó en la Feria del Libro, donde habló sobre la forma en que se debe preparar a los estudiantes ante los desafíos que propone un mundo cambiante, marcado por la incertidumbre. Y un par de días después volvió a presentarse, pero ahora para hablar de los desafíos que implica llevar adelante la educación en una red de casi 70 colegios presentes en 23 estados de México, pero también con colegios en Centroamérica y Estados Unidos.
—¿Cómo se desarrolla un modelo pedagógico acorde con el signo de los tiempos?
—Fueron años de reflexión. Nosotros pensamos que hay algo que permanece en la educación, que, al final, es un proceso de persona a personas. Somos una institución con más de 65 años de experiencia y pensábamos qué es lo que nos hacía únicos. De ahí sacamos el modelo educativo, que es lo que nos inspira. Ahí vienen nuestros propósitos formativos y los principios educativos. Lo ideal es que el modelo pedagógico se vaya renovando cada cuatro o seis años, para anclarlo en aquello que estás llamado a ser y también al modelo curricular. Yo digo que hay que cumplir con Dios y con el mundo.
—¿Cuántos estudiantes hay en la red de colegios?
—Tenemos casi 40.000 estudiantes. Entonces, el impacto de alguna manera tiene nombre y apellido.
—Imagino que, cuando el Estado mexicano piensa en una reforma curricular, ustedes, con 40.000 estudiantes, se sientan a la mesa.
—Sería una buena iniciativa, ¿verdad? La realidad es que es al revés. Más bien nosotros vemos cómo integramos lo que queremos —que es formar líderes cristianos que renueven la sociedad— a la currícula nacional e internacional. Para cumplir, justamente como decía, con Dios y con el mundo.
—Si tomamos la primera parte de la premisa, ¿qué acciones toman para “cumplir con Dios”?
—Todo proceso educativo surge de cuál es tu concepción de persona. Nosotros vemos a una persona creada a imagen y semejanza, pero también con potencialidades que hay que descubrir y llevar al máximo. Eso lo concretamos en un perfil de egreso. Es un perfil con diez competencias donde hablamos de amar a Dios y de saber relacionarnos con el otro. También cómo me veo yo a mí mismo, que serían las competencias socioemocionales. Una cuarta es cómo me relaciono de una manera sana con los demás. La quinta es todo lo que tiene que ver con la comunicación: hablamos de comunicación en primera y en segunda lengua, pero también de cómo me adecuo a diferentes mensajes y a diferentes públicos. También: competencia artística, competencia matemática, competencia tecnológica, competencia de liderazgo, de servicio a los demás. La décima sería cómo ser ciudadano. Son diez competencias que se tienen que hacer realidad en la misma persona.
—¿Cuáles son las modalidades que llevan al aula?
—Nuestro pilar para la implementación son lo que llamamos “Metodologías con características CAR”. Son cooperativas, porque solamente cooperando aprendemos. Maximizan el aprendizaje personal en metodologías activas. La R es de reflexivas, porque la persona no solo aprende haciendo sino también aprende sobre su propia reflexión. Y aquí trabajamos mucho con lo que son las rutinas de pensamiento para que el alumno le vaya dando un sentido y al final pueda decir qué aprendió, por qué lo aprendió, de quién lo aprendió y para qué lo va a utilizar. Con este acróstico CAR impulsamos cinco metodologías: aprendizaje basado en proyectos, aprendizaje basado en problemas y retos, metodología de estudio de casos, aprendizaje basado en experimentos, y la quinta es centros colaborativos, donde el alumno puede elegir a qué centro ir dependiendo de sus intereses y sus necesidades.
—¿Cómo es la formación del docente para que pueda estar en su equipo?
—Tenemos un programa de formación a seis años. Hay un acompañamiento en donde al maestro se le brinda y se le da a conocer el modelo educativo, el modelo pedagógico, los cinco pilares que tenemos y les ayudamos a ser docente de alumnos y no ser docentes de programas. En las escuelas normales se les enseña a operar los programas. Nosotros consideramos que el docente no solamente debe de saber de programas, sino que debe de saber de educación, debe de saber de acompañamiento. Tiene que saber de cómo es el proceso de enseñanza-aprendizaje para que realmente haga una vinculación. Damos capacitación y formación, porque nos interesa que la persona se vaya desarrollando.
—La red Semper Altius pertenece a la congregación Legionarios de Cristo y ya hablamos de la premisa de “cumplir con dios”, pero ¿cuáles son los desafíos de llevar adelante una currícula asociada a una pastoral?
—Hay colegios en Centroamérica, Sudamérica, Estados Unidos, Europa, África, etcétera. Desafíos: para mí, lo primero serían los docentes. A veces le pedimos demasiado al docente: que sepa de su materia, que sepa de didáctica, de tecnología, que sepa atender a los padres de familia, que atienda socioemocionalmente al alumno. Es una persona a la que también hay que arroparla. Segundo, los padres de familia. Al ser una escuela privada, los padres piensan que en el pago va incluido un no sé qué. Por eso, para nosotros, el perfil de egreso es nuestra promesa de venta. Entonces: docentes, padres de familia, y la tercera es la comunidad educativa. ¿Por qué? Porque nosotros hemos visto que se ha comercializado la educación y nos parece terrible. A veces pudiera parecer que un buen currículum es el que tiene más sellitos y no necesariamente es así. Un buen currículum es el que comprende a tu hijo, lo conoce y le da las herramientas para que saque lo mejor del mismo.
—Con una red tan grande de colegios, ¿cómo se mantiene la identidad de cada institución?
—Es un reto interno, porque cada Estado tiene sus realidades. Inclusive hay Estados en los que tenemos cinco o siete colegios, y a veces tenemos colegios en la misma colonia. Entonces, la pregunta es cómo ser parte de una red, pero al mismo tiempo cómo atiende cada uno sus necesidades. Lo que hemos hecho fue tener marcos de referencia. Nuestro modelo educativo y pedagógico marca los mínimos esenciales que tenemos como red, y luego prácticamente todo lo demás está permitido. Eso nos permite tener el mismo rigor de excelencia académica, pero que cada colegio se haga responsable de atender las necesidades que se le van presentando. Hay colegios con una matrícula de 1.500 o 1.600 alumnos, pero también tenemos colegios de 200, 250 alumnos. El reto es cómo lograr estándares que sean una aspiración y no una camisa de fuerza.
—Si tuvieses que definir el perfil del estudiante que termina de cursar, ¿qué dos o tres características darías?
—Un estudiante que ve su comunidad, la entiende y hace algo para transformarla. Nosotros estamos enfocados en formar el liderazgo que cada uno tiene, pero no para quedárselo. Tú puedes ser mejor para darlo a los demás. Nos llena de orgullo cuando vemos a rectores de universidades y nos dicen que nuestros alumnos se distinguen por ser los primeros que participan en los programas de atención al otro.
—En un colegio suele darse que una familia pase muchos años en la escuela. Puede que tengan tres hijos y desde que empezó el más grande hasta que terminó el más chico, pueden haber pasado quince años o más. ¿Cómo es el diálogo con las familias?
—Somos un colegio de puertas abiertas, con todo lo que implica para bien y para mal. A veces nos da gusto tener cerca a los papás y hay veces que decimos Déjame hacer mi trabajo. ¿Cómo colaboramos con los papás? Esta parte es bien importante. No es que ellos colaboren con nosotros, sino que más bien queremos ser aliados de la familia para la educación de sus hijos. Somos muy abiertos porque justamente estamos educando al mismo chiquito o al mismo adolescente. No puede ir uno por un lado y otro por otro lado. Somos un colegio aliado de la familia, de puertas abiertas, donde el centro es el alumno.
—Desde 2020 todos venimos hablando de la pandemia y de los cambios que se produjeron en la pandemia, la transformación, etcétera. Pero ¿qué cosas, sobre todo en un colegio con la antigüedad que tienen ustedes, se mantienen constantes?
—Uno, la persona al centro. Dos, la relación maestro-alumno. No hay alumnos sin maestro y no hay maestros sin alumnos. Esa relación puede ser simétrica y, al rato, asimétrica, pero es fundamental para que se dé el proceso educativo. Estamos formando a personas con nombre y apellido y el que los forma también tienen nombre y apellido.
—Hoy a la noche volvés a Ciudad de México y decías que el viaje era impostergable. ¿Por qué?
—Por mis alumnos. Si no, sería una incongruencia. Que los chavos tengan clase y no vaya la maestra. Hoy les puse una maestra suplente, pero el día de mañana tengo que llegar a clases. Somos maestros, ellos nos esperan. Esa es una misión innegociable.
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