Para Valeria Abusamra, la comprensión lectora es mucho más que un problema escolar: es una cuestión crucial para la ciudadanía democrática y la vida en el entorno digital. Doctora en Lingüística e investigadora del Conicet, en esta entrevista con Infobae advierte que los métodos para enseñar a leer y escribir no alcanzan para que los chicos aprendan a comprender textos. Y explica por qué las redes hacen que la comprensión lectora se vuelva más importante que nunca.
Abusamra es autora de varios libros; entre los más recientes, se destacan La ciencia de la lectura. Los desafíos de leer y comprender textos (Tilde), en coautoría con Ángeles Chimenti y Sol Tiscornia, y Leer y comprender. Tejidos con hilos de palabras (AZ), escrito con Aldo Ferreres, Telma Piacente y Micaela Difalcis. Es doctora honoris causa por la Universidad de Chubut, profesora de Psicolingüística en la carrera de Letras de la UBA y docente de posgrado en universidades del país y del exterior.
–La campaña #NoEntiendenLoQueLeen puso en agenda el tema de la comprensión de textos. Algunas jurisdicciones están haciendo “censos de fluidez lectora”. ¿Cómo se relaciona la lectura fluida con la comprensión?
–Una persona alfabetizada sabe leer para comprender, no solo para decodificar, que es transformar letras en sonidos. Muchos estudios muestran que son dos habilidades complementarias pero independientes. Puede haber personas que sepan decodificar bien, pero no comprendan lo que leen. A muchos chicos les pasa eso: decodifican sin poder conectar las piezas. Lograr una alfabetización completa implica que el chico adquiera una lectura comprensiva. La decodificación es una habilidad de base para la comprensión de textos. Una vez que vos adquiriste la capacidad de leer y la automatizaste, eso se transforma en una habilidad de “bajo orden”, es decir, lo hacés sin esfuerzo cognitivo aparente. Pero para un niño que está aprendiendo a leer, poder entender cómo transformar las letras en sonidos supone un esfuerzo enorme. Una vez que adquiriste esa habilidad, te sirve como base para otros procesos de “alto orden”, más complejos, como la comprensión o la producción de textos.
–Según el Censo 2022, el 98% de la población argentina está alfabetizada. ¿Cómo puede entenderse ese dato a la luz de las cifras que indican que la mitad de los estudiantes tienen dificultades de comprensión?
–Cuando se habla de una persona “alfabetizada”, en general se está diciendo que pasó por instancias formales en las que aprendió a leer y escribir. Pero eso no te garantiza que comprenda. En algún momento la ONU había definido a una persona alfabetizada como aquella que es capaz de leer una oración simple. Esa es una alfabetización limitada, porque para tener una sociedad justa, lo que verdaderamente importa es que las personas comprendan lo que leen.
Acá entramos en otro problema. Más allá de las diferencias, de si te gusta más un método u otro, está mucho más consensuado cómo hacemos para enseñar a leer y escribir, pero no está tan establecido qué tenés que hacer para enseñar a comprender textos. En el discurso inaugural de la Feria del Libro, Martín Kohan citó una frase de Hebe Uhart que decía: “No se nace escritor, se nace bebé”. Acá es lo mismo: no se nace lector, nos tienen que enseñar. Si uno piensa que llegar a una alfabetización completa supone formar buenos comprendendores, hay algo que no estamos haciendo bien.
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–¿Entonces no alcanza con revisar el método de alfabetización para lograr mejores resultados de comprensión lectora?
–Es muy importante la alfabetización temprana. Cada vez estamos más atentos a lo que pasa en las primeras instancias. Hay muchos factores que pueden estar afectando la comprensión. Hay un trabajo muy interesante que muestra cómo uno puede empezar a revertir ciertas situaciones ya desde la alfabetización hogareña, es decir, la que se desarrolla en los hogares o en los primeros años de vida de un niño. Distintos estudios señalaron que el desarrollo de la oralidad –no solo cuánto escuchan los niños en el hogar, sino cuánto participan de interacciones– va a ser determinante en la adquisición posterior de la lectoescritura, que a su vez será fundamental en la adquisición de la comprensión de textos.
Después, es muy difícil revertir en un cuatrimestre o en un curso de ingreso a la universidad un problema que se arrastra durante años. Este es un proceso de larguísima duración. Prestar atención e intervenir temprano puede cambiar el panorama futuro.
Por otro lado, no alcanza con que el chico sepa leer en voz alta. Para comprender un texto, tiene que poder conectar palabras, procesar estructuras sintácticas, establecer lazos cohesivos, jerarquizar información, tener cierta “intuición” del texto –una habilidad metacognitiva muy importante–, tener flexibilidad para poder aplicar distintas estrategias de acuerdo con el objetivo de la tarea, detectar errores e incongruencias, generar inferencias… Fijate todo lo que te estoy diciendo. Hace poco leí una frase que dice que comprender “parece ser teóricamente imposible”. ¿En qué momento uno coordina todos estos mecanismos tan necesarios para la comprensión?
Creo es que es muy importante pensar en la función activa del lector como constructor activo de significado; es quien le otorga vida al texto. Alberto Manguel decía que el texto cobra vida cuando el lector pone sus ojos sobre él. No se puede comprender textos pasivamente. Por eso Manguel también dice que la figura del lector genera fascinación: el día que el lector es capaz de construir significado, de entender lo que está leyendo, de leer críticamente, eso es muy valorado pero muchas veces genera también temor. Porque la lectura es la base para una sociedad justa.
–¿Hasta qué punto los problemas de comprensión lectora son exclusivos de niños y jóvenes? ¿Es posible que haya muchas personas que no son conscientes de sus propias dificultades?
–Una persona que no tiene conciencia de una dificultad se transforma en un gran desafío. Yo creo que cada vez hay más conciencia; cada vez más estudiantes piden ayuda. Lo interesante es que cuando vos aplicás sistemáticamente un programa que te permita trabajar los procesos que subyacen a la comprensión y producción de textos, el panorama cambia radicalmente. Porque la lectura y la escritura son habilidades culturales, es decir que no se nace sabiendo sino que hay que enseñarlas y ejercitarlas. Hay una ciencia de lectura y un cúmulo de conocimientos que ofrecen evidencias cognitivas, neurales y ambientales acerca de cómo se pone en marcha la comprensión.
–¿Cómo se actualiza la importancia de esta habilidad en las redes?
–Comprender textos es fundamental para poder leer críticamente y determinar qué cosas tienen valor de verdad y qué cosas son producto de una fake news o una manipulación. Cuando nos preocupamos tanto por la comprensión, no es solo porque es la base de la escolaridad, sino porque es un derecho de la ciudadanía y porque las sociedades más justas son las más críticas y las más lectoras. Un buen comprendedor es una persona que se desarrolla mejor en la sociedad.
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