Esta semana, el lanzamiento de una campaña nacional por la alfabetización y la viralización del hashtag #NoEntiendenLoQueLeen pusieron en primer plano la situación crítica de la comprensión lectora en el país. Casi la mitad de los estudiantes (46%) de tercer grado no comprenden textos adecuados a su edad, según los resultados del estudio ERCE de Unesco. Lengua es la materia en la que más retrocedieron los alumnos de primaria tras la pandemia, de acuerdo con la prueba Aprender 2021. El problema persiste en la escuela secundaria: según los datos de PISA 2018 (los últimos difundidos), el 52,1% de los estudiantes argentinos no alcanza el nivel mínimo en Lectura.
¿Qué se puede hacer desde el aula y desde la política educativa para revertir este panorama? Tras el lanzamiento de la campaña por la alfabetización, impulsada por Argentinos por la Educación junto con otras 100 organizaciones, el ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, atribuyó la caída en el desempeño en lectura a “la desinversión educativa cercana al 24% ocurrida entre 2016 y 2019″. Mencionó también que desde el Gobierno nacional impulsaron la ampliación de la jornada escolar en las primarias públicas de todo el país, sumando una hora que se destinará a reforzar los aprendizajes de Lengua y Matemática, y distribuyeron 47,1 millones de libros de Lengua y Matemática en todos los niveles.
Sin embargo, los resultados de evaluaciones estandarizadas como las de Unesco y la OCDE muestran que el retroceso de los estudiantes argentinos en comprensión lectora es de larga data: el país pierde posiciones en las comparaciones internacionales desde su primera participación en PISA en el año 2000. En ese sentido, pareciera que los recortes presupuestarios y la pandemia no alcanzan para explicar las dificultades que estuvieron en agenda en estos días.
Ana María Borzone, doctora en Letras e investigadora del Conicet, sitúa los orígenes del problema en la década de 1990, y lo atribuye a un cambio en el método de alfabetización: el pasaje a un método “global” o “constructivista”, que hace hincapié en la construcción del aprendizaje por parte del niño y no tanto en una enseñanza sistemática a cargo del docente. Dice Borzone: “Antes todos aprendíamos a leer y escribir en primer grado y eso cambió. Ahora trabajamos con chicos que en cuarto, sexto grado todavía no aprendieron. En los noventa en Argentina se adoptó una metodología global que fue descartada en el mundo en 1967: esa metodología ha destruido la educación argentina, porque si un chico no puede leer ni escribir, no puede aprender ningún contenido”.
Borzone rechaza que el deterioro en los aprendizajes pueda explicarse solo por la situación socioeconómica de los estudiantes: “Justificar la falta de aprendizaje y las dificultades de comprensión por la pobreza es un engaño”. Y subraya que el proceso de alfabetización empieza en el jardín de infantes: “Podemos comenzar en sala de cuatro con los precursores de la alfabetización, desarrollando la conciencia fonológica para que los chicos se den cuenta de que las palabras están formadas por sonidos, y luego ir introduciendo las letras para que los chicos aprendan las correspondencias. Todo esto se puede enseñar a través de juegos: no se trata de ‘primarizar’ el jardín, sino de ‘jardinizar’ la primaria”.
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Florencia Salvarezza, lingüista especializada en neurociencias y educación, coincide en que el primer paso para mejorar la comprensión lectora es asegurar una sólida alfabetización temprana: “Hay que trabajar con métodos estructurados, explícitos y sistemáticos. Tenemos que enseñar explícitamente a decodificar, es decir, enseñar las letras y los sonidos que representan, y practicar la lectura en clase desde el comienzo de primer grado. Si yo enseño bien, al final de primer grado leen todos”.
Ambas especialistas cuestionan la implementación de la “unidad pedagógica” del primer ciclo en primaria, y aseguran que la gran mayoría de los chicos podrían aprender a leer y escribir en primer grado, sin necesidad de dilatar el proceso. “Separar la unidad pedagógica no quiere decir apoyar la repitencia, sino garantizar que todos acceden a leer en primer grado. Para eso hay que formar a los maestros para que sepan cómo enseñar a leer”, afirma Salvarezza.
Por su parte, Valeria Abusamra, doctora en Lingüística e investigadora del Conicet, puntualiza que el aprendizaje de la decodificación no garantiza el desarrollo de la comprensión lectora: “Hay muchos factores que pueden estar afectando la comprensión. Hay un trabajo muy interesante que muestra cómo uno puede empezar a revertir ciertas situaciones ya desde la alfabetización hogareña, es decir, la que se desarrolla en los hogares o en los primeros años de vida de un niño. Distintos estudios señalaron que el desarrollo de la oralidad –no solo cuánto escuchan los niños en el hogar, sino cuánto participan de interacciones– va a ser determinante en la adquisición posterior de la lectoescritura, que a su vez será fundamental en la adquisición de la comprensión de textos”.
Estrategias desde el aula
Las especialistas consultadas coinciden en la importancia de la alfabetización temprana, y plantean que las intervenciones “remediales” –como los talleres de comprensión lectora que vienen incorporando cada vez más universidades en sus cursos de ingreso– tienen efectos limitados. “Es muy difícil revertir en un cuatrimestre o en un taller un problema que se arrastra durante años. Este es un proceso de larguísima duración. Prestar atención e intervenir temprano puede cambiar el panorama futuro”, explica Abusamra.
En el diálogo con las expertas, se repiten algunas estrategias concretas como la enseñanza de las letras y de vocabulario, la lectura en voz alta en el aula o el dictado. “Hay que saber que todos pueden aprender a leer, no importa qué pasa en la casa. El maestro tiene que hacerse responsable de que lo que decidió para su planificación”, sostiene Salvarezza.
Desde su experiencia, Marta Jorge Core, inspectora jubilada de nivel medio y docente de Lengua en un instituto de formación en Tres de Febrero, resalta el valor de la lectura cotidiana en el aula: “La lectura debe sostenerse en el tiempo, diariamente, con el apoyo del docente. Todos los días se debe leer en todas las áreas, y el maestro o profesor deberá dialogar con los alumnos sobre lo leído”. Marta subraya el rol de la biblioteca escolar: “Debe ser un lugar de goce, de diversión a partir de textos atractivos y donde una bibliotecaria asuma proyectos como teatro leído, juegos de investigación o poesía ilustrada, entre otros”.
Sara Frutos, docente de Lengua y Literatura y exvicerrectora del Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE) de la UBA, coincide: “La manera de estimular la comprensión lectora es leyendo más y desde la primera infancia libros que tengan un vocabulario amplio y sintaxis progresivamente compleja”. Sara recomienda “cambiar la costumbre de elegir libros de lectura sencilla o vocabulario simple por otros que impliquen desafíos lingüísticos desde chicos”.
María Laura Scasso, docente en escuelas privadas de Cipolletti, San Isidro y Pilar, sostiene: “Gracias a las neurociencias se sabe que es fundamental enseñar el código alfabético de forma explícita, estructurada, sistemática y multisensorial. Antes de comenzar con la lectoescritura, se debería trabajar la conciencia fonológica, la correspondencia entre grafema y fonema. Es fundamental abordar la separación en sílabas y el reconocimiento de patrones. Para poder acceder a la comprensión, es necesaria una lectura fluida y automatizada, un vocabulario amplio y cultura general”.
La Ley de Alfabetización de Mendoza
La política educativa en Mendoza priorizó la alfabetización durante estos últimos años. En diciembre de 2022, la provincia aprobó una ley que crea un Plan Estratégico de Alfabetización, promulgado el pasado 28 de abril por la Dirección General de Escuelas. La iniciativa establece la realización periódica de un Censo de Fluidez Lectora, que ya se venía implementando desde 2021 y cuyos resultados son utilizados para focalizar esfuerzos en los estudiantes con desempeño crítico, según informó el gobierno provincial.
En diálogo con Infobae, el director general de Escuelas, José Thomas, subrayó la continuidad de un trabajo que comenzó en 2016, con el asesoramiento de Ana María Borzone, y que implicó un cambio en la metodología de alfabetización y en la formación docente, así como la distribución de libros para cada estudiante. Thomas resaltó que los Censos de Fluidez Lectora vienen mostrando una mejora de los desempeños de los estudiantes mendocinos, incluso a pesar de la pandemia.
“Estamos en un camino de mejora. Creo que lo que destaca a Mendoza es que puso el problema sobre la mesa hace siete años. Los docentes hoy defienden este camino, aunque al principio hubo resistencia”, reconoce Thomas. Y marca la importancia de rendir cuentas de los resultados: “La ley nos obliga a presentar todos los años ante la Legislatura un informe de la evolución de los aprendizajes. No de cuántos libros compramos, sino de cuántos chicos aprenden, que es adonde queremos llegar”.
¿Serviría una Ley de Alfabetización a nivel nacional para mejorar la comprensión lectora? Algunos expertos sostienen que permitiría jerarquizar el problema en la agenda política. Otros piensan que las leyes existentes alcanzan: es cuestión de cumplirlas. En el Senado nacional, un proyecto de la senadora Beatriz Ávila propone crear un Plan Federal de Fortalecimiento de la Alfabetización, que declare a la alfabetización una política educativa prioritaria.
El proyecto señala que la alfabetización es mucho más que una cuestión escolar: es un pilar de la ciudadanía y la democracia. Así lo marca en los fundamentos: “Aprender a leer y escribir constituye la piedra fundamental del derecho al aprendizaje. La alfabetización se vincula con la autonomía, la participación ciudadana, el desarrollo sostenible personal y social, y habilita a enfrentar los desafíos de la era digital”.
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