La mexicana Elisa Guerra estuvo nominada dos veces seguidas al Global Teacher Prize, el premio de la Fundación Varkey que elige al mejor maestro del año. Hoy se reúne con ministros y presidentes, da conferencias, presenta informes en la ONU. Tiene el objetivo nada menor de solucionar la crisis educativa global que nuestra época está atravesando. Guerra recibió el Premio ALAS-BID 2015 como “Mejor Educadora de América Latina y el Caribe” otorgado en Washington por el Banco Interamericano para el Desarrollo y la Fundación Alas, creada por Shakira. Fue dos veces finalista, en 2015 y 2016, para el “Global Teacher Prize” considerado el “Nobel” de la enseñanza. El presente de Guerra puede haber tenido un origen casual, pero no fortuito.
Hace años, cuando esperaba a su primer hijo, quería lograr que el bebé se involucrara con la lectura, el arte, la cultura, la música. “Todas esas cosas le habían dado una riqueza inconmensurable a mi vida”, dice ahora, que visita las oficinas porteñas de Ticmas, “y quería que él tuviera también ese regalo”. Leyó sobre crianza y educación, y un buen día se topó con un libro que se llamaba Cómo enseñar a leer a tu bebé, de Glenn Doman. “Pensé era un eufemismo”, dice, “pero en la portada había un bebé de seis meses sentado en el regazo de la madre, y ella sostenía cartones con palabras muy grandes”. Siguiendo las directrices de Doman, empezó a enseñarle al hijo, que, con casi un año, empezó a reconocer palabras. “La pasábamos maravillosamente bien”, dice, “se convirtió en algo cotidiano y gozoso para los dos”.
Pero cuando el chico tenía la edad para entrar en la escuela, Guerra notó que, aunque las escuelas en su localidad fueran hermosas y tuvieran maestras cariñosas, los programas educativos le resultaban muy pobres, muy poco ambiciosos. Y así llegó a la conclusión de que tenía que fundar su propio establecimiento, en donde poner en práctica la filosofía de Doman, a la que llamó Método Filadelfia. Este método, dice, podría ser una clave para resolver la crisis educativa. “Según datos de antes de la pandemia, la mitad de los chicos de 10 años de Latinoamérica no podían comprender un texto simple. Se estima que la cifra va a llegar a siete de cada diez después de la pandemia”.
—¿Se pueden identificar las causas?
—Yo creo que hay un montón de factores. La pobreza, la desigualdad, una cantidad de cosas que escapan de las manos de los docentes. Pero también hay mucho que ver en el cuándo y el cómo hemos enseñado a leer. Nuestros sistemas educativos han sido relativamente exitosos en alfabetizar, pero no hemos sabido crear lectores. El Método Filadelfia tiene que ver con enseñarles a los niños cuando más fácil es para ellos.
—¿Cómo son los resultados?
—Cuando creé la escuela hace casi veinte años, aplicamos los programas sin un protocolo de investigación, pero veíamos que los chicos que salían de nuestra escuela para integrarse en los grados siguientes en otras escuelas iban muy por arriba de lo esperado. Entonces hice una segunda maestría en Harvard para meterme de lleno en el tema de la lectura. Quería saber más desde un punto de vista científico. Investigué mucho sobre lectores tempranos, sobre el desarrollo neurológico y encontré un soporte desde el punto de vista del desarrollo neuroinfantil y del desarrollo de la lectura, de la adquisición de la lectura. Lo he presentado en la ONU en septiembre pasado como una posible solución a la crisis educativa global. Ahora estoy trabajando con el gobierno del estado de Nuevo León, México.
—¿Se puede exportar el Método Filadelfia a la Argentina, Chile, Uruguay?
—Sí, claro. Se puede escalar y se puede aplicar en otros contextos.
—¿Cuál es el rol de los padres y el rol de los maestros?
—Depende del nivel en que lo apliques. Nosotros comenzamos en la escuela, por lo que toda la capacitación iba directamente a los docentes. Para que ellos, a su vez, lo aplicaran dentro de un salón de clases con un grupo relativamente numeroso de niños. Con el gobierno de Nuevo León, sin embargo, como estamos abarcando los primeros cinco años de vida y la mayor parte de este tiempo los niños están todavía en casa, estamos haciendo capacitaciones a los padres y los cuidadores —que a veces son los abuelos o los hermanos mayores— de las familias más vulnerables. Es un proyecto que me ilusiona mucho.
—¿Tiene efecto en otras disciplinas como las matemáticas?
—Hay algunas transferencias. Principalmente se da en las áreas de lectura y del lenguaje, pero tú sabes que son la puerta para los demás conocimientos.
—¿Cómo cambió tu trabajo desde que la Fundación Varkey te candidateó al Global Teacher Prize?
—Antes que nada, fue una experiencia maravillosa. Me ha enriquecido profesional y emocionalmente de una manera incalculable. Aprendí mucho en mi relación con otros docentes que están haciendo cosas maravillosas. Me han inspirado, me han motivado. Escribí un libro con otros cinco docentes. Con una maestra, antes de la pandemia hicimos un concierto por Zoom: sus chicos en Nueva York y mis chicos tocando el violín en Aguascalientes. Hubo un antes y un después del Global Teacher Prize, definitivamente, muy marcado.
—¿Cómo te imaginás el mañana?
—A lo mejor soy demasiado ambiciosa, pero me encantaría impactar en la habilidad para leer de nuestros niños. No me imagino lo que sería mi vida si no pudiera leer, si no tuviera la habilidad de comprender lo que leo. Y yo quisiera que todos los niños tuvieran ese regalo. Porque el potencial lo tienen. Imagínate que casi el 70% no tiene ese regalo. La lectura no tendría por qué ser un privilegio de algunos cuantos.
—¿Se puede pensar como política educativa?
—Como docente, estoy cansada de que con cada cambio de administración nos cambien siempre la jugada, que vuelvan a inventar la rueda. No nos dejan avanzar porque la educación ha estado secuestrada al servicio de la política. Yo creo que la transformación va mucho más allá de una reforma educativa. No siempre hay que tirar todo lo que se ha hecho anteriormente. Me encantaría tener una iniciativa regional de Latinoamérica donde expertos, docentes, estudiantes y gente de todos lados se reúnan para crear un currículum común con piezas claves, que pueda adoptarse y adaptarse y que dure un buen tiempo.
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