Fernando Schapachnik y María Belén Bonello son los autores del ensayo Ciencias de la computación en la escuela, publicado por Siglo XXI, en el que plantean una serie de ideas y propuestas para invitar a docentes y estudiantes a mirar a la computadora como una herramienta revolucionaria en el aula. El libro es una plataforma desde la que se pueden abordar temas complejos y debates profundos, como el espacio necesario para niñas y adolescentes en el mundo de la informática, la vinculación entre la escuela y el mundo del trabajo, la relación entre aprendizaje escolar y la ciudadanía plena.
“Debemos reflexionar acerca de la necesidad de que las Ciencias de la Computación estén presentes todo a lo largo de la educación obligatoria”, dice Melina Furman en el prólogo del libro. Y continúa: “Lo que implica una importante inversión en formación docente y establecer los estándares para su dictado. Sin duda, uno de los objetivos en materia educativa es promover estas ciencias, una iniciativa que va a requerir el trabajo conjunto de todos los actores del área: docentes, investigadores y hasta el sector productivo. Debemos hacerlo: no se trata del mundo del futuro… sino del presente”.
Los autores comienzan el ensayo con un interrogante: qué es el pensamiento computacional y de qué manera interviene en el aprendizaje. ¿Qué es el pensamiento computacional? “La definición no está del todo clara en la literatura especializada”, dicen y toman algunas, entre las que cabe: “pensar en aquellas habilidades que las y los profesionales de la informática adquieren durante su formación, pero que son útiles más allá de ese campo e incluso más allá de la interacción con sistemas digitales”. Por ejemplo: descomponer un problema en subproblemas, la capacidad de abstracción, la generación, etc. La idea que subyace es que el pensamiento computacional está compuesto por las herramientas que los programadores utilizan en su labor cotidiana y que pueden ser transferidas con naturalidad a otros contextos.
Si bien esta primera definición es correcta, no alcanza a delimitar el campo del pensamiento computacional, porque se vuelve demasiado abierta y abstracta. Abstracción y generalización ¿no son acaso los modos en que actúan los ingenieros, los arquitectos y tantos otros profesionales?
Por lo tanto, Schapachnik y Bonello terminan inclinándose por la propuesta de la Asociación de Profesores de Ciencias de la Computación de los Estados Unidos (CSTA), que desarrolló una definición considerando al pensamiento computacional como un proceso de resolución de problemas:
- Formular problemas de una manera que nos permita usar una computadora y otras herramientas para ayudar a resolverlos
- Organizar y analizar lógicamente los datos
- Representar datos a través de abstracciones, como modelos y simulaciones
- Automatizar soluciones a través del pensamiento algorítmico (es decir: una serie de pasos ordenados)
- Identificar, analizar e implementar posibles soluciones con el objetivo de lograr la más eficiente y efectiva combinación de pasos y recursos
- Generalizar y transferir este proceso de resolución de problemas a una gran variedad de problemas
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