Una de las cualidades del Tecnológico de Monterrey es que las tareas de docentes e académicos están pautadas por procesos. Esto asegura un cierto piso de eficacia en la educación, además de la posibilidad de intervenir en cualquier momento para hacer ajustes, mejoras, cambios. Uno recorre el campus —cualquiera de los campus que el Tec tiene en más de veinte Estados de México— con la sensación de que todos los que allí trabajan saben qué hacer, cuándo y dónde.
La Dirección de Tecnologías para la Educación es una de las áreas clave del Tec y, por supuesto, tiene su protocolo. La dirección tiene la misión de mantener la vanguardia de los modelos educativos de la institución con la incorporación de tecnología. “Las tecnologías educativas”, dice Bertha Saldívar, titular del área, “son todas aquellas que aportan y enriquecen el proceso de enseñanza-aprendizaje: desde el engagement, la evaluación, la retroalimentación, los contenidos”.
Para incorporar tecnología en el aula, la dirección cumple una serie de etapas que comienzan con una fase de análisis para reconocer cuáles son las tendencias del momento, sean o no específicas de la educación. “Nuestro compromiso es buscar cómo obtener un beneficio pedagógico”, dice Saldívar. Luego hay una evaluación para definir si su uso es prudente, si potencia el aprendizaje; y en un siguiente paso, se definen los parámetros para llevar a cabo una experiencia con estudiantes y reconocer cómo impacta en ellos. “Tenemos un grupo de control y uno de trabajo, y en esta etapa estamos acompañados por investigadores que hacen un pre-test y un pos-test”, dice Saldívar. Al ser autónomos, el trabajo de los investigadores da un diagnóstico independiente de la visión y las prácticas ya establecidas. En base a estos controles se puede definir si la tecnología analizada funciona.
Una vez que se atraviesan estas primeras etapas, se llega al momento crucial. “Con la evidencia de los resultados positivos”, dice Saldívar, “viene la adopción”. El Tec tiene en cada campus un Centro de Desarrollo Docente con los que se diseña una estrategia de adopción, comunicación y capacitación. “Los acercamos los resultados y en cada región participan de las estrategias de manera que se sientan incluidos en la toma de decisión”, sigue Saldívar y señala que, aún cuando los profesores del Tec son permeables a recibir las nuevas opciones, el acompañamiento es fundamental para que se produzca el cambio.
Gracias a este proceso, el Tec pudo cambiar, por ejemplo, el LMS —Learning Management System o Sistema de Gestión de Aprendizaje— y pudo actualizarse para cumplir con el modelo educativo Tec21. “Con las tecnologías que teníamos en 2017 no se podía lograr”, dice Saldívar. “Tuvimos que diseñar un ecosistema de tecnologías educativas que se integrara de manera natural con los contenidos, que es lo básico, con la evaluación, con el aprendizaje basado en retos y la parte de competencias, porque nuestro modelo es para el desarrollo de competencias”.
—Además del proceso que explicaba, ¿hay criterios específicos para analizar el uso de apps?
—Hemos ido depurando nuestro portafolio de software académico junto con los decanos académicos de cada escuela. Como área de Tecnología para la Educación, lo que hacemos es validar que sean seguras. Que cumpla con la ciberseguridad, la protección de datos. Que realmente cumplan con el propósito y sean lo suficientemente estables como para que no la desaparezcan a los quince días de que empieces a utilizarla. Esos son los conceptos básicos y funcionan tanto para las herramientas gratuitas —que hay un buen porcentaje— como para las herramientas pagas.
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