La escuela es tierra de oportunidades, pero también territorio de desafíos. En cada época debe dar respuesta a los problemas y temáticas, sin perder de vista el objetivo primordial, que es la educación. El panorama complejo de la actualidad requiere de directivos que comprendan el alcance de sus tareas y logren guiar a su equipo.
Con ese marco a la vista, la experiencia educativa Ticmas organizó una jornada de diálogos y debates en la Ciudad de México. Con el nombre de “Imagina la educación”, diferentes invitados abordaron las funciones y características que todo líder pedagógico debe desarrollar para coordinar con éxito la comunidad en la que trabaja y acompañe a que cada integrante en su progreso y crecimiento con una mente abierta al cambio.
Justamente uno de los paneles se llamó justamente “Cómo liderar equipos de innovación pedagógica” y participaron Aarón Wornovitzky, que fue presidente del Consejo de Educación Judía de México y actualmente dirige la Prepa W, Laura María Ramírez Mejía, directora de activación de agentes en Mexicanos Primero, y Silvina Goldfischer, gerenta de contenidos de Ticmas.
“El líder escolar es la figura por excelencia del colaborador”, dijo Ramírez Mejía, “y colaborador significa trabajar con sus maestros y con sus estudiantes: escucharlos, entenderlos”. Para la directora de Mexicanos Primero, el líder debe ser un catalizador para que haya innovación y aprendizaje. Silvina Goldfischer siguió por la misma línea: “Hay que trabajar colaborativamente, pero centrados en los estudiantes”. Aaron Wornovitzky, en tanto, señaló que “educar no es enseñar, sino aprender” y que, sin duda los estudiantes son el centro de la razón de los docentes, y que hay que hacer una pregunta constante sobre la situación de ellos en aula: “Qué seguimiento les estamos dando, cómo medimos su inteligencia emocional, cómo acompañamos su autoconfianza”.
El derecho a equivocarse
Una de las problemáticas más complejas de la educación es el manejo del error. Cómo asumirlo, cómo llevarlo, cómo hacer que los estudiantes —y los docentes— lo incorporen como parte del proceso de educación. En los paradigmas más actuales, el error está considerado como una oportunidad. Pero Wornovitzky puso en duda que sea así: “Es una bonita frase”, dijo, “pero ¿realmente aplaudimos el error?”. Su deseo, dijo, es que en el salón de clases se considere al error como un hecho que pueda trabajarse de manera en que se vaya superando y que cada vez haya menos. Especialmente en las decisiones importantes. “Si realmente vamos enseñar el error”, dijo, “hay que hacerlo dentro de una temática que involucre la propia cultura de la organización, pero si lo que se impone es la cultura de la calificación no vamos a permitir los errores”.
Para Ramírez Mejía, el tema del error se enmarca en una cuestión casi filosófica, que es el del derecho a aprender, y que “va más allá del derecho de la educación, que era ir a la escuela”, dijo. El derecho de aprender tiene tres dimensinoes: que los niños estén en la escuela, que aprendan lo que necesitan y que tengan oportunidad de participar. “¿Por qué lo traigo a colación? Porque el líder escolar tiene que tener la visión para que ese derecho sea una realidad”. Cuando el error se siente como una fiscalización y no como un trabajo conjunto, el aprendizaje se resiente. En esa línea, Goldfischer señaló que “el error está acompañado de una incertidumbre: qué me va a pasar después si me equivoco”. El error, dijo, tiene una connotación grande de fracaso y ansiedad.
Ramírez Mejía agregó otra dimensión al debate, que tiene que ver ya no con el error en la escuela o en un equipo de trabajo, sino en el sistema educativo:
—Cuando se va un estudiante por los motivos que sean —dijo y destacó que no sólo es por razones económicas— se les pide al maestro y al director que llenen una forma interminable sobre qué pasó con ese estudiante. Eso limita la posibilidad de que el director asuma un error junto a los docentes y la comunidad, porque no es un error de él sino de todo el sistema. No le damos la posibilidad de que diga dónde fallamos y qué debemos hacer para que vuelva. Para el error: menos burocratización, menos autoritarismo, mucha menos fiscalización y mucho más espacio para que el director sea el garante del derecho a aprender de niños y niñas.
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