Los niños que van a la American School Foundation de Ciudad de México entran temprano a clase, pero puede decirse que la puerta de entrada de la escuela está a varios kilómetros del edificio: la educación aparece ya desde el momento en que comienza en el camión. Son las mujeres que los llevan las primeras caras de la institución y ellos ya se sienten queridos y respetados —y también desafiados, por qué no— durante el traslado. Ya en el salón, los niños estudian idiomas, matemáticas, historia; en el recreo pueden escuchar música clásica en el patio mientras se intercambian las tarjetas de fútbol. Los días de sol el campo está salpicados de niños que juegan o estudian hasta el momento de volver al aula. Por la tarde, después del almuerzo, pueden optar entre más de 60 actividades: van a natación, a robótica o a la clase de chino. Otra vez al salón para seguir con las materias curriculares y de nuevo, cuando ya termina el día, se suben al camión para regresar a casa.
Así cuenta Tracey Bryan cómo es el día típico en uno de los colegios más importantes de la ciudad, con más de 2.500 estudiantes y casi 250 docentes. Bryan es la coordinadora de STEAM del ASF y está a cargo del maker space de la institución, que cotidianamente recibe a los niños que abordan proyectos que son transversales a las demás materias.
Durante los días de la cumbre que HolonIQ organizó en Ciudad de México, Bryan visitó el espacio de diálogos de Ticmas y allí habló de cómo es la apuesta sobre la innovación educativa en la institución.
—¿Qué es innovar en educación?
—Si vemos los años 90, la tendencia de la educación era quitar todos los talleres de las escuelas: carpinterías, cocinas, todo eso, y reemplazarlos con tecnología, informática, programación. En aquel momento desaparecieron los espacios para trabajar hands on en los colegios. Hoy en día, lo que estamos viendo como innovación es una mezcla de ambos.
—¿Con el aula maker?
—Sí, entonces la idea es usar las tecnologías manuales “viejas” con herramientas digitales “nuevas”. Por ejemplo, en el espacio donde trabajo, tenemos martillos, sierras, taladros y casi en el mismo espacio una cortadora láser, impresoras 3D, un estudio de sonido y robótica. Es una mezcla de ambos.
—En un colegio tan diverso en relación con la situación de los estudiantes —pienso, por ejemplo, que no todos hablan español—, ¿cómo trabajan para contemplar las posibilidades de cada uno?
—Nuestra idea es que el maker space del colegio no sea una materia, sino que demos soluciones a todas las clases y las materias. A veces tenemos alumnos que llegan sin hablar ni en español ni en inglés, y tenemos maestros especializados que trabajan con esos niños. Hace unos días tuvimos unos alumnos coreanos que no hablaban ni mucho español ni mucho inglés, y por medio de unos talleres en el maker space, mientras les enseñábamos a soldar unos circuitos chiquitos, fuimos fomentando su vocabulario. Los niños salían de la clase interactiva y regresaban a su salón con su propio diccionario de palabras nuevas. Esa es una forma de interactuar con los niños: hacen un proyecto real, pero al mismo tiempo aprenden un nuevo vocabulario.
—Trabajan con las habilidades.
—Sí, todo el tiempo: con colaboración, creatividad, etc. La idea es que siempre haya un producto real. Otro ejemplo: había unas niñas a las que no les gustaba que los niños no les dejaran jugar al fútbol y entonces querían hacer un torneo con niñas de otras escuelas. Pero se dieron cuenta que las niñas de otras escuelas a las que visitaron no tenían dónde jugar y decidieron construir cosas para que esas niñas tuvieran actividad en el recreo. Vinieron al maker space e hicieron las cosas para donárselas. La idea es que desde muy chiquitos empiecen a entender su propio entorno: ellos mismos, su familia, su casa, luego la escuela y los alrededores, y sigue con la ciudad y el mundo.
—¿Cómo es el perfil del estudiante cuando termina el colegio?
—Nuestra idea es fomentar la creación de ciudadanos del mundo. El colegio es muy claro en valores. Queremos fomentar que se preocupen no solo por ellos mismos y sus familias, sino por el mundo. Que tengan una visión global. Hay muchísimas oportunidades para que cada niño encuentre su lugar. Sea a través del arte, el deporte, la tecnología, las relaciones con otros países y niños. Hay muchas oportunidades para que crezcan como individuos viendo cómo hacer del mundo un poco mejor.
—¿Cómo es el trabajo con los docentes?
—La verdad es que la escuela es muy buena y somos muchos maestros. Hay profesores de México, los que hablan en inglés son de Estados Unidos, Canadá y otros lados. La escuela es muy buena en proveer el desarrollo profesional para los docentes, para que tengan todo lo que necesitan para ser exitosos en la escuela. Pero no se los ve solo como profesionales, sino que se entiende toda su dimensión como personas y trabajamos en cómo cuidarles la salud física y mental. Es una comunidad muy unida de maestros muy dedicados.
—¿Cómo es el trabajo en Aprendizaje Basado en Proyectos?
—El colegio tiene el sistema de IB —international baccalaureate— desde kínder y está basado en grandes ideas. Lo bonito de eso es que los maestros en conjunto hacen proyectos interdisciplinarios. Mucho de lo que los niños hacen está basado en proyectos. Hay un proyecto que es crear tu propio musical: todos los niños de 4° de primaria forman una compañía, y cada niño aplica para el puesto que quiere —actor, director, encargado de luces y sonido, vestuario, maquillaje, publicidad—. Y luego van entrenándose en esos trabajos. Se presentan ocho obras originales cada año en primavera, y los niños son protagonistas y forman un equipo muy fuerte. Y hasta podemos trabajar con los electricistas de la escuela, que les enseñan a arreglar las luces y cosas así. Toda la comunidad está incluida ahí. No sólo a maestros y alumnos.
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