Un profesor holograma, gafas de realidad virtual y más tecnología de vanguardia: la apuesta del Tec de Monterrey por la educación digital

Beatriz Palacios, directora de Innovación Educativa y Aprendizaje Digital, da las claves para entender cómo la tecnología puede ponerse al servicio de la didáctica y la pedagogía

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El profesor con efecto holograma
El profesor con efecto holograma del Tec

Desde hace más de tres décadas, el Tecnológico de Monterrey desarrolla una fuerte estrategia para incorporar tecnología en la educación, y una de las grandes responsables es Beatriz Palacios. Doctora en Innovación Educativa, es la directora de Innovación Educativa y Aprendizaje Digital, un departamento que impulsa las experiencias digitales tanto en la modalidad a distancia como en la modalidad presencial.

“Hace unos cinco o seis años veníamos dibujando una nueva estrategia, donde la educación digital no la viéramos como sinónimo de la educación a distancia”, dice ahora, en diálogo con Ticmas. Si la tecnología y la digitalidad forman parte de nuestra vida cotidiana: ¿por qué no incorporarla en los diferentes espacios educativos, como es el salón de clase?, ¿por qué no preparar a los estudiantes en el contacto con las herramientas digitales, que es algo a lo que se van a enfrentar en el mundo laboral? “Nuestra estrategia”, sigue diciendo, “fue asegurar que el 100% de la institución viviera experiencias digitales que le aporten valor”.

Hoy, gracias a las herramientas que el Tec ha incorporado, una clase presencial puede contar la herramientas que van desde el uso de la realidad virtual hasta una sesión de intercambio con profesores de otra parte del mundo.

La Dra. Beatriz Palacios, directora
La Dra. Beatriz Palacios, directora de Innovación del Tec

¿De qué manera la pandemia empujó la digitalidad?

—La pandemia nos ayudó a reforzar una estrategia que ya teníamos encaminada, pero, sobre todo, nos hizo acelerar algunas definiciones como la de ya no concebir a la educación presencial sin que esté enriquecida con experiencias digitales.

¿Con esta idea aparece el profesor holograma?

—Justamente ese es uno de los muchos ejemplos que hemos desplegado en los últimos años. La educación digital se veía como algo que vivías en las plataformas, ajena a lo que pasaba en el entorno físico de la institución, y nosotros decíamos que había que acercar esas experiencias a los alumnos. Cuando empezamos con la estrategia de la educación digital ampliada hicimos una apuesta por nuevos espacios donde llevar la tecnología. De ahí salió el profesor con efecto holograma. También tenemos aulas con tecnología de realidad extendida, tenemos espacios de inmersión, simuladores en la nube, talleres virtuales y muchas otras experiencias que enriquecen el aula.

¿Cómo se incorpora la tecnología en el salón de clase?

—Tomemos el caso de la realidad virtual. Nosotros hemos tipificado cómo la VR puede ser un aporte para tu proceso de aprendizaje. Entonces, hemos visto que hay recursos de exploración, de evaluación, recursos para explicar contenidos complejos, recursos para intercambios y de socialización. Una vez identificados, encontramos qué perfiles le dan un valor agregado al alumno, porque no todo es un impacto positivo al aprendizaje. No hay límites en cuanto a propuestas y disciplinas: puede ser para Matemática, para Biología, para cualquiera. Pero tiene que usarse cuando se la reconozca como un valor.

¿Cómo evitan que la tecnología no se convierta en una actividad conductista?

—La tecnología es un habilitador de una estrategia didáctica. Por lo tanto, hay que diseñar una estrategia didáctica que no sea conductista. Si eso está bien diseñado, vas a poder incorporar la tecnología que aporte valor a los elementos de tu didáctica. No es al revés. Yo siempre les digo a los profesores que es muy fácil incorporar tecnología. Lo vivimos en la pandemia: todos pudieron prender una cámara, usar el Zoom, abrir una página en su plataforma y ya estábamos todos en modo “clases a distancia”. Pero eso no significa que haya habido un diseño correcto de la parte educativa. Hay que hacer un rediseño de tu proceso de enseñanza. Ese es un reto de todas las universidades.

¿Cómo acompañan la formación de los docentes para que puedan usar esas herramientas?

—Somos una institución multicampus y cada campus tiene procesos locales de atención a los profesores. En cuanto a la parte formativa, por un lado está el acompañamiento al profesor para que se atreva a explorar e innovar —y no hablo de la tecnología per se, sino de cosas totalemente académicas—. Por ejemplo, cómo presentar evaluaciones activas para el alumno. Si eso está ligado a una tecnología, entonces se le da un acompañamiento para que entienda cómo incorporarla en sus clases, siempre atendiendo que primero está la didáctica. Luego hay programas de formación, donde se diseñan módulos y recursos de capacitación. Pero si la primera parte no existiera, la capacitación se convertiría en un montón de cursos que uno toma para usar el zoom. Por eso, la parte del acompañamiento didáctico es muy importante.

¿Cómo es una clase con el profesor homolograma?

— Hoy en día tenemos varios modelos de uso, pero vuelvo al punto anterior: primero se diseñó la didáctica. Tenemos profesores en varios campus que imparten sus clases, pero detrás hay todo un trabajo de team teaching y otros aspectos que permiten que el alumno viva un aprendizaje activo. Lo más importante —y para ello hemos hecho investigación— es que la interacción del alumno y el profesor crece enormemente. En una escala de 1 a 100, donde 100 es la interación es la clase presencial, en una clase con efecto holograma andamos en el 95, mientras que en una de Zoom cae al 80. Un valor importante para este tipo de tecnología es que, al momento de la interacción, nos da un valor agregado y el alumno siente se siente más ligado al profesor y puede prestar más atención.

¿Los estudiantes están en el aula?

—Sí. Todos los campus están conectados y en cada uno hay un salón especial para la recepción holograma. Vuelvo al tema del escalamiento en la innovación: cuando empezamos con el profesor de efecto holograma, no solo se diseñó la tecnología sino el aula, que requiere un espacio especial, un audio especial, pantallas y cámaras especiales para que el profesor pueda ver al alumno como si lo estuviera viendo en persona. Lo empezamos a probar en tres campus y ya estamos en once. Y este semestre comenzamos a llevarlo a otras universidades con las que tenemos intercambios académicos.

Hablamos de cuánto tuvo que aprender la tecnología de la educación, pero ¿qué aprendió la educación de la tecnología?

—La educación tradicional ha evolucionado más lento que el resto del contexto, y, entonces, la educación a distancia iba en la avanzada en muchos temas que todavía no se incorporarban en la educación tradicional, más allá de la tecnología. Nosotros empezamos a probar el Zoom en 2014. Pero no solo la incorporación de la tecnología, sino también algunas actividades eran más fáciles de explorar en la parte digital y después llevarlas a la presencialidad. Hoy en día, muchos profesores usan Kahoot para enriquecer sus clases presenciales. ¿Qué ha llevado la parte digital al mundo presencial? La aceleración de las prácticas educativas, la aceleración de una manera efectiva del uso de tecnología en la educación y, sobre todo, el empuje para que la educación tradicional se vaya moviendo hacia el futuro: hacia la microenseñanza y el aprendizaje activo.

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