La innovación educativa a partir de la facilitación y acompañamiento en los procesos de mejora

La premisa de innovar desde la tecnología es insuficiente si no pensamos en una revisión de los contenidos

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Imagen de archivo de un aula. EFE/EPA/FILIP SINGER

Desde este año se inició el camino de FIGE (Facilitadora en Innovación y Gestión Educativa). Desde aquí abordamos las dimensiones de la propuesta de facilitación de manera metodológica, tal como desarrollamos nuestra experiencia en las entidades educativas, partiendo de premisas simples y conocidas a los fines de alcanzar el objetivo planteado como deseable.

¿Cuándo innovamos en educación?

En diversos ámbitos se parte de la premisa donde innovación es sinónimo de computadoras, tecnología o robótica. Sin embargo esa premisa es insuficiente si no repensamos los contenidos disciplinares y didáctica de los docentes, que potencie la calidad y el alcance de la enseñanza con el objetivo de lograr estudiantes protagonistas y productores de conocimiento, donde la escuela es continente de sus inquietudes y desafíos. Lo cual convoca a maestros, profesores y directivos a innovar en estrategias didácticas que sean atractivas, complementando la matriz del conocimiento con un permanente acompañamiento y seguimiento profesional de las emociones de niños y adolescentes.

Sabemos que educamos para alumnos distintos dentro de una misma clase, por lo tanto deja de tener vigencia una planificación unívoca para convertirse en una planificación por intereses de los diferentes actores. De ahí la alta valoración a la educación por proyectos, donde cada grupo de estudiantes asume diferentes roles y desafíos en el aprendizaje.

¿Quiénes educan?

Estamos en un nuevo paradigma del rol docente, en un nuevo paradigma áulico. Años atrás el conocimiento era exclusividad del enseñante y el aprendizaje de los alumnos. La institución del saber era el aula, la escuela y ningún otro espacio permitía obtener información convertida en conocimiento. Vemos que en los tiempos actuales el docente necesariamente debió reconvertirse en un profesional con liderazgo y capacitación permanente, siendo no sólo el aula donde el estudiante aprende y más aún no es la escuela un ámbito destinado sólo para aprender. Por estos tiempos las familias ya reconocen y valoran la dimensión de socialización que ocurre en los ámbitos educativos.

Ahora bien, nada va a ser posible sin una actitud comprometida y jerarquizable hacia la educación por parte de las familias. Es la escuela una comunidad de alumnos, docentes y familias; donde cada parte es un partícipe necesario e irreemplazable para alcanzar los objetivos de la compleja misión de educar.

¿Cómo pensamos la educación?

Pensemos por un momento cuántos de los conocimientos y habilidades adquiridos en los últimos 20 años hoy son obsoletos… seguramente como mínimo la mitad de los mismos. Desde esa realidad debemos proponer a los jóvenes una educación basada en requerimientos de un tiempo futuro, con una conceptualización simple y básica, aunque no

siempre cumplida: los procesos de enseñanza-aprendizaje en los hechos fácticos y cotidianos deben tener centralidad en el estudiante. Cumplimos con esa premisa si estimulamos su capacidad de emprender, desarrollando habilidades blandas, aprendizajes en entornos virtuales y digitales, proponiendo acciones que jerarquicen su autonomía y actividades que resulten electivas por niveles de interés y competencia.

Conclusión

Ante las expectativas antes explicitadas de manera concreta quienes nos acercamos a las entidades escolares con la finalidad de agregar valor a su propuesta pedagógica y de gestión educativa, debemos ser parte del proceso de innovación y mejora de la calidad académica.  Las acciones, sostenidas en base a recursos didácticos, deben comenzar a partir de la fortaleza de cada institución y desde ese punto acompañar los procesos de cambio de los factores obsoletos e incorporar prácticas que se instalen en la cotidianeidad de la propuesta educativa.  Siendo corresponsables en el logro de los objetivos, compartiendo procesos tendientes a dejar capacidad instalada de una mejora probada para cada contexto en particular.  De esta manera los docentes y directivos dejan de recibir un diagnóstico externo, sino un seguimiento y acompañamiento en procesos y metas prefijadas en base a consensos.

El autor es el CEO & Fundador de FIGE (Facilitadora en Innovación y Gestión Educativa)

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