
Desde hace más de tres décadas, Arturo Molina ocupa en el Tec de Monterrey departamentos que se dedican a la: hasta hace poco fue el vicerrector del área de Investigación y Transferencia Tecnológica, y antes había sido vicepresidente del área de Investigación e Innovación, entre otros cargos. Molina es un gran referente para hablar de los procesos para obtener información y cómo aplicarla en torno a la transformación digital y calidad educativa.
Arturo Molina, ahora flamante director del Instituto de Materiales Avanzados para la Manufactura Sostenible, visitó el espacio que Ticmas montó en el Global Impact Summit de HolonIQ, por el que pasaron especialistas y figuras de la educación para compartir sus ideas y propuestas.
En esta entrevista, Molina habló de un tipo de investigación disruptiva que el Tec está llevando adelante desde hace unos años: la Investigación Basada en Retos. “Si enseñamos con el modelo del Aprendizaje Basado en Retos, por qué no hacer lo mismo con la investigación”, dijo.

—¿Cómo es ese tipo de investigación?
—Son retos basados en entender las necesidades y los requerimientos del ciudadano y de la comunidad en donde vive esa persona. Somos un país urbano, un país de ciudades grandes: Ciudad de México tiene veinte millones de personas, Guadalajara seis, Monterrey cinco, y así. Si hay un tema importante que resolver, son los problemas de las ciudades en México. Ahora bien, cuando nos enfrentamos al reto, hablamos de ir hacia la persona en su necesidad individual. ¿Qué necesita para tener una vida plena, una vida de desarrollo? Buena nutrición, buena salud, buena educación, buenas competencias para el trabajo. Y si lo llevamos a la comunidad, se necesita acceso a energías limpias, agua potable, buen transporte, buena vivienda, trabajo.
—¿En qué proyectos están abocados hoy?
—Dividimos la misión en dos grandes espacios: la que se realiza en los institutos de investigación interdisciplinarios, y la que se realiza en las escuelas de posgrado. En los institutos nos estamos abocando a innovación educativa, obesidad y materiales avanzados para la sostenibilidad. Creemos que, si los abordamos de forma correcta y resolvemos las problemáticas alrededor de ellos, podemos tener un gran impacto no solamente en México, sino en todo el mundo. Y en las escuelas, como el trabajo es más disciplinar, hay temas de biotecnología, mecatrónica, análisis de la situación social, la democracia, la inclusión, nuevos diseños y desarrollo, urbanismo. Lo disciplinar está en las escuelas, y lo interdisciplinar en los institutos.

—¿Qué características debe tener un desarrollo educativo para ser innovador y a la vez inclusivo?
—Hablar de innovación educativa es hablar de un marco de referencia. Primero hay que entender qué competencias requiere la persona para desarrollarse y educarse, para que tenga una buena preparatoria, una buena carrera profesional, un posgrado y, si toma nuestros cursos de extensión, qué competencias requiere para upskilling o reskilling. Luego, la otra parte tiene que ver con la tecnología: qué tecnología permite acelerar o mejorar esos aprendizajes. Pero cuando hablo de tecnología, no hablo solo de tecnologías digitales. Hablo de métodos, prácticas, procedimientos de enseñanza, de la evaluación de la educación.
—¿Cómo se evalúa el impacto de la tecnología en el salón de clases?
—Se analiza qué tanto desarrollas las competencias. Voy a dar un ejemplo sencillo con la competencia lectora, que es una competencia básica de todos los individuos. Cuando lees un texto: cómo lo lees, cómo lo interpretas, qué entendiste, qué modelo mental construyes para entender el concepto. Y, una vez que entendiste eso, cómo lo aplicas y cómo evalúas la aplicación de ese conocimiento. Eso es lo complicado de los nuevos tipos aprendizaje. Antes, en un examen sólo te preguntaban cómo aprendías o si sabías sumar y restar. Ahora vamos más allá, vamos a la aplicación del conocimiento y su impacto en el entorno, para que ese conocimiento lo mejore.

—Una institución tan grande como el Tec, que tiene 26 campus en todo el país y miles de alumnos, ¿cómo analiza la información que dan esos mismos estudiantes en cuanto a formas de aprender, necesidades, requerimientos, etc.?
—El Instituto para el Futuro de la Educación recolecta la información de los estudiantes a través de diferentes mecanismos: pueden ser entrevistas, cuestionarios, casos de estudio, observaciones de la práctica de los maestros. Hay diferentes técnicas para capturar la información, que se toma, se organiza y con ella se diseñan modelos de evaluación del aprendizaje. Se pueden hacer estudios comparativos, se pueden hacer correlaciones. La ventaja del Tec de Monterrey es que tenemos muchos campus y contextos sociales y hay mucha inclusión. Es muy rico el valor de los datos que tenemos y, de hecho, tenemos una estrategia de utilizar al Tec como un living lab para hacer análisis de bigdata. Creemos que, como institución educativa, somos un punto de referencia para la investigación.
—Después de dos años de pandemia, ¿hacia dónde va la educación?
—Yo quiero alejarme un poco de la tecnología y hablar de la necesidad de entender para qué educas. Yo creo que educas para la persona piense, analice, resuelva problemas y, por supuesto, que tenga un impacto en su entorno. La responsabilidad de las personas educadas es transformar el entorno. Las tecnologías te ayudan porque puedes reducir las brechas educativas a nivel mundial; el Profesor Holograma o la realidad virtual te permiten reducir ese gap. Pero más interesante es el reto que tenemos de cómo implementar esas tecnologías para lograr lo que decía antes: cómo la persona aprende mejor y cómo aplica ese conocimiento de forma que tenga un impacto importante en la sociedad.
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