José Escamilla, el referente de la educación que imagina el futuro de la enseñanza

Director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación, un departamento que pertenece al Tec de Monterrey, es uno de los protagonistas más destacados del congreso HolonIQ que se esta realizando en la Ciudad de México

José Escamilla, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey

Con más de tres décadas de trayectoria, José Escamilla es un referente de la educación a nivel mundial, una de las personalidades más relevantes al momento de pensar la innovación y la transformación educativa. En el Tecnológico de Monterrey se ha desempeñado en distintos cargos de gestión y actualmente es el director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación, un departamento que el Tec creó con la visión de imaginar una educación que impacte en la vida de millones de personas alrededor del mundo.

El propósito del Instituto para el Futuro de la Educación es generar, transferir y propagar un tipo de conocimiento aplicable de la innovación educativa, de una manera interdisciplinaria, abierta, experimental y de calidad, conectando, inspirando y acompañando a todos aquellos que buscan soluciones disruptivas para la educación superior y la educación para toda la vida.

Escamilla es uno de los participantes del Summit HolonIQ, el evento más importante a nivel mundial que reúne a los grandes actores de la innovación y la tecnología, que comenzó el 22 de septiembre en Nueva York y ahora hace escala en ciudad de México. La experiencia educativa Ticmas, presente en HolonIQ por haber sido elegida como una de las cien EdTechs más importantes de la región, organizó una rueda de conversaciones con los invitados más destacados.

José Escamilla, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey

¿Cómo analiza la evolución de la educación universitaria? Si hiciéramos hincapié en los últimos años, ¿hacia dónde se mueve?

—Yo diría que no se ha movido lo suficientemente rápido. La educación universitaria generalmente está más pensada en las disciplinas que en la enseñanza. La universidad piensa que teniendo profesores que saben de las disciplinas es suficiente, pero es muy importante pensar en la manera en que aprenden mejor los estudiantes, y, para eso, se requiere de hacer cambios en los modelos educativos. Prácticamente en todas las universidades los profesores están al centro: me refiero a que monopolizan la mayor parte del tiempo que se habla en el aula, y el estudiante ocupa un rol pasivo. Es un modelo de transmisión de conocimientos donde la metáfora sería que el estudiante es un receptáculo vacío donde el profesor vierte sus conocimientos. Necesitamos movernos a modelos donde el estudiante sea más activo y que el profesor se convierta más bien en un diseñador de actividades de aprendizaje. Tenemos evidencia científica de que es la mejor manera de aprender.

¿La tecnología puede acompañar el proceso de cambio?

—La tecnología es muy importante en todos los sectores económicos, y la educación es un gran sector que mueve casi diez billones de dólares al año. Y no está muy tecnologizado. Hay muchas oportunidades de usar la tecnología para acrecentar procesos, para que las cosas funcionen mejor, para lograr mejores resultados de aprendizaje, para atender mejor a nuestros estudiantes. Pero agregaría que se requiere de una tendencia a flexibilizar el aprendizaje. Por varias razones. Si queremos que nuestros estudiantes salgan al mundo y tengan un aprendizaje más experiencial, tenemos que ser flexibles a que puedan salir del salón de clases. Otra razón es que el estudiante tradicional de 18 años que dedica tiempo completo durante cuatro años ya no es el estudiante promedio. Cada vez hay más estudiantes que tienen que estudiar y trabajar, que tienen extra-edad, que tienen familia u ocupaciones profesionales. Necesitamos crear modelos más flexibles, más personalizados, más adecuados a las necesidades de los estudiantes y no esperar a que los estudiantes se adapten a la universidad.

Alvin Toffler decía que la autopista de la información iba a hacer que los intereses de cada persona se fueran customizando cada vez más. ¿La facultad empieza a responder con la personalización del aprendizaje?

—Mucha gente piensa que la personalización del aprendizaje es solo tecnología. Pienso que sí, pero que es algo que primero va desde el curriculum. Tenemos que darle más flexibilidad al estudiante para que escoja qué trayectoria de aprendizaje quiere hacer. El currículum universitario en América Latina suele ser muy estricto, muy cuadriculado, muy prescriptivo. Hay que darle más oportunidades al estudiante para que haya trayectorias distintas. También dentro de cada curso se puede crear más personalización y trabajar con retos y proyectos.

José Escamilla, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey

¿Qué ventajas da el aprendizaje basado en proyectos y retos a nivel universitario?

—Da la oportunidad de que el estudiante escoja un reto y con qué industria u organización de la sociedad civil lo va a desarrollar. Eso también te permite personalizar, porque puede hacerlo en una empresa gubernamental que se encarga de la seguridad social o en una empresa de manufactura, y en ambas estás trabajando tiempos y movimientos: o para que la gente espere menos tiempo en un hospital, o para reducir los tiempos de producción. Personalizas las oportunidades de aprendizaje. Y luego, a la hora de aprender, no todos los estudiantes avanzan al mismo tiempo. Ahí sí la tecnología permite medir el nivel de aprendizaje de manera individual, y puede darle un dashboard al profesor para saber si tú y yo estamos en el mismo nivel.

¿Cómo es una experiencia de enseñar por retos?

—Nosotros empezamos en 2019 con la implementación completa del modelo educativo Tec21, que desarrollamos durante ocho años. Lo estamos aplicando en pregrado, y, cuando los estudiantes se inscriben en el semestre, no solo escogen las materias, sino también los retos que van a cursar. El curriculum está desarrollado por competencias. Los retos, que pueden durar algunas semanas o todo el semestre, se definen con un socio formador —una empresa, una organización no gubernamental, de la sociedad civil— con el objetivo de desarrollar ciertas competencias, y están acompañados por al menos dos profesores del departamento, porque la realidad no está divido en silos. Con el reto están asociados módulos de aprendizaje, y los alumnos son evaluados por esos módulos, pero también por el portafolio de evidencias del desarrollo de competencias.

¿Cómo recibieron los docentes universitarios este nuevo modelo?

—Evidentemente, es más trabajo. Estimamos que es alrededor de un 15-20% más de trabajo, porque implica el esfuerzo de buscar a los socios formadores, de trabajar con ellos y entender sus necesidades, y de plantear los retos. Pero salen muchas cosas positivas. Los profesores dicen estar más motivados. Y además es una manera de mantenerlos actualizados. Aunque son expertos en sus temas, los profesores en las universidades tienden a estar desligados de las necesidades de la industria y los negocios, y esto les permite mantener el contacto con la realidad y adaptar el curriculum para que sea más pertinente.

José Escamilla, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey

¿Cómo evalúa los primeros años del modelo Tec21?

—El Tec creó el Instituto para el Futuro de la Educación enfocándolo en los sectores de educación superior y aprendizaje a lo largo de la vida. Lo creamos en esas áreas, primero porque somos muy fuertes en eso, pero también porque es algo que se estudia poco desde el punto de vista del aprendizaje. La mayor parte del foco en la educación superior está puesta en política pública, en liderazgo y otros temas, pero no en aprendizaje. Cómo hacer que más estudiantes tengan éxito, cómo hacer que la universidad no sea una manera de mantener los privilegios de un grupo de personas, cómo hacer que se escale el aprendizaje de mayor calidad. Esta iniciativa del Tec de Monterrey se construye sobre los hombros de lo que hemos hecho en los últimos años, donde construimos un modelo educativo con el trabajo de consenso con nuestros propios profesores y con una investigación sobre los pilotos que hicimos. Hicimos investigación sobre resultados de aprendizaje, sobre la salud mental de los estudiantes, sobre el bienestar de los profesores, sobre el uso de tecnologías en la educación y el uso de realidad aumentada, etc.

¿Qué viene dentro de cinco u ocho años?

—Desde que implementamos el modelo educativo del Tec21 seguimos haciendo investigación sobre la implementación, para aprender más y evolucionar. ¿Qué sigue? Viene una revisión de planes, programas y modelos en 2026. En este momento estamos trabajando en eso y espero que pronto haya noticias. El Instituto para el Futuro de la Educación participa en la redefinición del modelo. Y quiero aclarar que lo que hace el Instituto no es solo para el Tec, sino que está enfocado a mejorar la vida de millones de personas en el mundo a través de la educación y el aprendizaje a lo largo de la vida.

Cuando María Victoria Angulo terminó su gestión como ministra de Educación en Colombia, invitó a diferentes referentes a escribir un libro en el que pensar la educación. Michael Fung y usted presentaron un artículo sobre el impacto del nuevo mundo en la educación.

—Esa parte del artículo habla de cinco factores de cambio en la educación superior, y uno de los factores tiene que ver con eventos catastróficos: pandemias, guerras, migraciones forzadas. En México tenemos mucha migración de Centroamérica que va a Estados Unidos: se quedan en la frontera con sus hijos y no necesariamente recibe la educación más adecuada. Aunque no son ciudadanos mexicanos, están aquí. Hace poco tuvimos un sismo en México; el cambio climático y el crecimiento poblacional van a hacer que cada vez más haya eventos catastróficos. Habrá más posibilidades de que surjan virus y pandemias. ¿Qué trae esto para la educación? Implica, primero, volvernos más resilientes. Cuando vino la pandemia no estábamos preparados. Ser más resilientes implica estar preparados para seguir ofreciendo nuestros servicios a los estudiantes sin importar qué está pasando en el mundo. Y, por otro lado, implica, desde la función de la universidad que hace investigación, aprender a predecir cuándo van a ocurrir estas cosas para reducir el efecto de estos.

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